La creación del hombre en sí misma es una acción maravillosa de Dios. Motivado únicamente por su amor oblativo, después de haber dado los pasos previos en la creación de todo lo existente, preparando el sitio para el hombre, su criatura amada, para quien lo estaba creando todo, lo crea y lo coloca en el centro, poniendo en sus manos todo lo que había surgido de su voluntad poderosa. Y lo enaltece haciéndolo prácticamente una extensión de sí mismo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza". Eso implicaba que el hombre tendría una cantidad de cualidades divinas, participando en cierto modo, desde su naturaleza humana, en la misma naturaleza divina. Como Dios, el hombre tendría la capacidad de amar, tendría inteligencia y voluntad, tendría libertad, tendría su condición comunitaria. No era Dios, pero era su imagen y semejanza. Así, lo colocó por encima de todo poniéndolo en sus manos, como signo de que era el dueño, colmado así de todos los beneficios. La única motivación en Dios era la del amor y por eso llena al hombre de todos los dones y beneficios posibles. Dios esperaba que el reconocimiento de su origen causara en el hombre la determinación de servirle dócilmente, de someterse a su voluntad, de responder con el mismo amor que había recibido, de mantenerse unido a Él aceptando que en ello estaba su vida. Sin embargo, la misma libertad que Dios había concedido al hombre comportaba la posibilidad de que fuera usada incorrectamente, lo que en efecto sucedió. El demonio, sagaz y astuto, habiéndose rebelado a Dios, buscó adeptos para su lucha contra Él, y los encontró en el hombre, creado libre, embaucándolo con una propuesta engañosa de desplazar a Dios y hacerse a sí mismo como Él para colocarse en el primer lugar. No es que el hombre no supiera qué era lo bueno y qué era lo malo. Lo que logró el engaño del demonio fue romper la armonía con la que vivía el hombre esa tensión entre el bien y el mal. En este caso, ganó el demonio, pues rompió completamente esa armonía interior que vivía el hombre, que en principio había aceptado con docilidad la superioridad divina.
Por ello, comer de ese "árbol del conocimiento del bien y del mal" no significaba que en ese momento de hacerlo el hombre empezaba a saber qué era el bien y qué era el mal, sino que desde entonces, conocía las consecuencias de servir a uno o a otro. Servir al bien implicaba mantenerse en el amor de Dios, en el camino de la fidelidad a su designio de amor, en el camino de avance hacia la plenitud que solo da la felicidad en Dios y que será el camino a transitar en esta vida y hasta la eternidad. Servir al mal, en el engaño que logró el demonio, era pretender estar por encima de todo, fuera de la autoridad superior de Dios, en una absoluta emancipación que posibilitaba una autonomía radical y anárquica, es decir, era una liberación de un supuesto yugo que lo quería mantener sometido. Cuando el hombre empezó a probar ese camino del mal, comenzó para él el tránsito por el dolor, por la tristeza, por el sufrimiento, por el egoísmo y la vanidad homicidas. Se pierde el estar en el Edén, lugar de paz y tranquilidad, en el cual lo único que existía era la armonía total. Después del engaño de la serpiente, desobedecen la indicación del Señor: "La mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín". Era la pérdida total de la armonía original. El hombre dejó de ser capaz de dominar el mal y su tendencia a acercarse a él, y se puso a su servicio. Por ello, Dios diseña su plan de rescate absoluto, que llevará a cabo con su Hijo Jesús.
Esa acción de Dios para el rescate del hombre, luego de un plan estructurado durante toda la historia de la salvación, llega a su culminación con la venida del Mesías Redentor. Toda la historia anterior no es sino la preparación de la llegada del "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", y que viene a abrir de nuevo la ruta del encuentro definitivo con el Dios del amor. Jesús vence al mal, logra la victoria total y definitiva del bien y nos la deja como regalo. Sus palabras y sus acciones son ya la muestra de que el Reino de Dios ha llegado, victorioso, a las manos de los hombres. Aun cuando falte un trecho por recorrer, la realidad es que la presencia del Reino es ya definitiva. Jesús va, paso a paso, estableciendo la novedad de lo que representa su obra, que apunta a que al final la decisión del hombre será a favor del bien, convencido de que será la única manera de lograr esa plenitud que Dios desea regalarle. La figura del sordo es la figura del hombre que se ha convencido de que lejos de Dios todo es aislamiento. Y ese aislamiento, que en definitiva es soledad total, es el triunfo del mal. Por eso, acercarse a Jesús para que abra el oído y suelte la lengua, es signo del deseo de ser suyo, de ser de Dios, y de vivir en la misma condición de todos los que quieren vivir la realidad del Reino de Dios, en esta vida y para siempre: "Le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: 'Effetá' (esto es, 'ábrete'). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: 'Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos'". Jesús quiere que todos vivamos en la condición de salvados. Todos, sin Él, somos sordos y mudos. No podemos ni siquiera percibir claramente el mal que nos puede destruir. Con Él, se nos abre la posibilidad de acercarnos conscientes a su amor y de reconocer sabiamente el bien que nos conviene vivir, sin alejarnos nunca de Él.
Amado Señor, confiamos en tu infinito amor, has nuestro corazón semejante al tuyo☺️
ResponderBorrarBuenas tardes:
ResponderBorrarHay que gritarlo y hacerlo notar, para que pueda sanarnos: "Jesús está vivo y nos ama". Amén 🙏.
Para Jesús, lo importante es el ser humano y su amor por nosotros, por eso no fue impedimento liberar al sordomudo de su angustiante situación. Te pedimos Señor que nos libres de nuestra sordera espiritual y sueltes nuestra lengua para que te alabemos por lo que nos quieres.
ResponderBorrarPara Jesús, lo importante es el ser humano y su amor por nosotros, por eso no fue impedimento liberar al sordomudo de su angustiante situación. Te pedimos Señor que nos libres de nuestra sordera espiritual y sueltes nuestra lengua para que te alabemos por lo que nos quieres.
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