viernes, 26 de febrero de 2021

No seré nunca de Dios si no me hago también hermano de todos

 Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último  céntimo. | Radio RSD Chimbote

Cuando profundizamos en las exigencias de nuestra fe, debemos darnos cuenta de que la vida en fraternidad es una sus componentes esenciales. Hay quien cree que la fe es una experiencia intimista, en la que solo es importante la relación personal con Dios, como si de vivir en una burbuja se tratara. Si dentro de la burbuja las cosas están bien, no importa cómo estén las cosas fuera de ella. La fe sería, de esa manera, solo la experiencia de contacto con Dios, sin importar para nada la relación con los demás. Son muchos los cristianos que hacen una dicotomía total entre lo que es la relación con Dios y la vida cotidiana. Bastaría para ser considerados buenos, orar de vez en cuando, ir a misa, confesarse rigurosamente, rezar el Rosario, sin ocuparse de cómo están las cosas en la relación con los hermanos. Se puede dar licencia para hacer lo que venga en gana porque se ha cumplido con las normas de la religión. Se pueden permitir algunos deslices en la vida familiar, en el trabajo, con los amigos, en las diversiones, porque se ha hecho un buen momento de oración delante del Santísimo. Esas prácticas religiosas y litúrgicas serían como un ticket con el cual se permiten fallas. Quedarían borradas por lo bueno que se ha sido en la oración. Lo cierto es que la vida de la fe es una unidad indisoluble. No se puede pretender ser dos personas distintas: una, la que vive su contacto con Dios en la intimidad del corazón, y otra, totalmente distinta que nada tiene que ver con ese que es supuestamente amigo de Dios, pero que no es capaz de descubrirlo en el hermano que tiene al lado. Para ellos, sería suficiente ir a misa ocasionalmente, orar de vez en cuando, dar alguna vez una limosna a un pobre, para considerarse una buena persona y con derecho a la salvación. Lamentablemente, muchos cristianos ofrecen este ridículo testimonio ante el mundo, con lo cual hacen un flaco servicio a la fe de los demás.

Se nos hace a todos, entonces, un llamado a la conversión de corazón. Todos somos invitados a dejar a un lado esa doble vida en la que somos muy buenos con Dios, pero estamos muy alejados de los hermanos. No somos islas espirituales que pueden desentenderse de los hermanos, de la justicia, de la fraternidad. Nuestra filiación divina debe entenderse simultáneamente como fraternidad con los demás hijos de Dios. Todos somos hijos, y por lo tanto, todos somos hermanos. Y estamos radicalmente conectados unos con otros. La suerte de los demás es la suerte nuestra. Su bienestar es nuestro bienestar. Y su sufrimiento es nuestro sufrimiento. La llamada a la conversión no es una llamada solo a estar más unidos a Dios. Es una llamada a vivir la consecuencia de esa unión con Dios, que es la unión con nuestros hermanos. Por no haberlo entendido así tenemos un mundo egoísta, que nos invita solo a la vanidad y al hedonismo, y que nos impulsa a arrasar con el hermano que pueda ser obstáculo para lograr el objetivo del individualista. El malo debe convertir su conducta. Y el bueno debe afirmarse más en la búsqueda del bien: "Si el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se tendrán en cuenta los delitos cometidos; por la justicia que ha practicado, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva? Si el inocente se aparta de su inocencia y comete maldades, como las acciones detestables del malvado, ¿acaso podrá vivir? No se tendrán en cuenta sus obras justas. Por el mal que hizo y por el pecado cometido, morirá". Dios, infinito en misericordia, quiere que todos sus hijos se salven. Y a todos les da la oportunidad de caminar hacia el bien.

Esa fraternidad debe ser demostrada en todas las ocasiones de la vida personal. La unión con Dios solo tendrá su expresión externa en la unión con los demás. Nadie puede pretender vivir su fe de modo totalmente individualista. Sería la negación total de la fe cristiana que nos llama a vivir como hijos de Dios y como hermanos de todos. Quien avanza por este camino tendrá la experiencia de la auténtica felicidad, que es la saberse amado por Dios, de amarlo con todo el corazón y de amar a los hermanos con el mismo corazón que se ama a Dios. Con ello, se asume el compromiso de hacer de la propia vida una vida mejor, iluminada e impulsada por el amor, compensada por la sensación del amor de Dios en el propio corazón, sabiéndose lanzado al mundo como instrumento de ese amor, y haciendo que ese amor se anide en el corazón de todos los hermanos. Es el camino que va conduciendo a la plenitud de la felicidad que se vivirá en el futuro de eternidad con Dios. Y que anima más cuando se sabe que somos instrumentos del amor para que más hermanos se acerquen a vivir la misma experiencia: "Si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos. Han oído que se dijo a los antiguos: 'No matarás', y el que mate será reo de juicio. Pero yo les digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano 'imbécil' tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama 'necio', merece la condena de la 'gehena' del fuego. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras van todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo". El fundamento de todo es el amor. Dios derrama su amor sobre nosotros, para que nos convirtamos en instrumentos de ese amor. No hay fe sin amor. Y no se puede ser cristiano sin esta referencia directa al amor a los hermanos.

4 comentarios:

  1. Amado Señor, concédenos seguir tu ejemplo para perdonar a los que nos hieren de alguna forma, se que tenemos que valorar lo que tu haces por nosotros. Practiquémos la ley del Amor😌

    ResponderBorrar
  2. Amén 🙏.

    Buen día herman@s:

    En todo esto observo, sin mencionar otras no menos importantes" palabras y referencias claves, tales como:
    "Justicia" "Dones talentos" y principalmente la palabra más importante, como la tenemos en el "Amor".

    Su práctica nos llevará a ser "hermanos de todos".

    Amén 🙏.

    ResponderBorrar
  3. Fratelli Tutti... Enséñame Señor a amarte como sólo TÚ mereces ser amado...🙏🛐♥️

    ResponderBorrar
  4. Quien avanza por el camino de la fe, que no sea una fe individualista,tendrá la convicción de la autentica felicidad de amar a Dios, de saberse amado por él y de amar a sus hermanos como somos todos,verdaderos hijos de Dios.

    ResponderBorrar