El mundo y el hombre están en sequía desde que entró el pecado en el mundo. Lo que era un vergel hermoso y deseable, se convirtió, por el mal que fue inyectado por el demonio en el hombre, en un desierto hostil, del cual el hombre, habiendo recibido de Dios todos los dones grandiosos con los cuales fue bendecido en su origen, debía extraer los frutos para su subsistencia, "con el sudor de su frente". La vida empezó, así, a ser una lucha continua por la subsistencia, con sus altos y sus bajos, en los cuales el hombre seguía recibiendo esos dones amorosos de parte de Dios, pero que debía ganarlos con esfuerzo y responsabilidad. En esa vida de desierto el hombre debía luchar contra el mal para seguir avanzando hacia Dios, o en el peor de los casos, asociarse al mal con la pretensión de elevarse en su condición humana, por encima de lo que había recibido de Dios. Esto tuvo sus implicaciones en la vida de fraternidad que Dios había decretado para la humanidad, pues el hombre debía pasar por encima de muchos para lograr y mantener su status. El desierto se hacía así más seco y agresivo. Y el hombre se hundía más en su soledad y en su tragedia. El diseño del plan de rescate de Dios no se hizo esperar. Desde el mismo inicio, avizorando la tragedia que el hombre viviría en ese futuro oscuro, Dios, que de ninguna manera quería esta suerte para la humanidad, diseñó un plan de rescate: "Un descendiente de la mujer te pisará la cabeza". Era la promesa con la cual Dios mismo asumía como propia la tarea de rescate del hombre, sin ser Él el culpable. Y llegaba ese momento ansiado por la misma humanidad de ser rescatada. Incluso sin tener plena conciencia de su desgracia, en lo más íntimo añoraba una situación diferente, en la que se viviera algo distinto de la sequedad de ese desierto en el cual se encontraba.
Los profetas en diversas oportunidades anuncian ese tiempo en el cual Dios hará la obra magnífica de recuperación de la humanidad. Esa figura del Mesías que venía al rescate del hombre perdido era esperada con ansiedad. Es anunciado como Aquel que va a instaurar el nuevo tiempo en el que se alcanzará otra vez la armonía perdida, en la que será vencido el mal, en la que se recuperará la fraternidad, y la humanidad volverá a ser una sola, como era el designio original de Dios al crearla. Las imágenes que se utilizan son todas iluminadoras de esa situación de idilio que Dios hará recuperar con su tarea. El Hijo de Dios, que acepta la encomienda del Padre -"Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad"-, se hará presente en el mundo, cumplirá la tarea de rescate, y volverá al seno del Padre del cual salió para reinar sobre todo en ese nuevo mundo que surgirá por su entrega: "Esto dice el Señor: 'Como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo". Evidentemente esa lluvia y esa nieve son el mismísimo Hijo de Dios que baja del cielo para hacer su obra. Esa misión que cumple el Hijo será la de quien quiere atraer hacia Dios a todos los hombres que se han alejado de Él. Y la realizará de la manera más suave posible. Será como el agua que vivifica, que llena de vida, que fecunda y que hace germinar. La obra del Redentor no será hecha con aspavientos estruendosos, sino, como lo fue efectivamente, con la suavidad de quien quiere ser convincente y no autoritario ni déspota. Al pecador lo acogerá con amor, invitándolo al arrepentimiento y a la conversión. A los humildes los buscará elevar en su condición humana. A los explotadores buscará convencerlos de su mala conducta. A las autoridades los invitará a ejercer su tarea con la suavidad de un padre de familia. A todos los invitará a vivir en el amor fraterno y en la unidad de espíritu para avanzar todos juntos hacia la plenitud. El rescate apunta a la unidad. Una unidad que se debe expresar en la unión con el Dios del amor, reconociéndolo como el Creador, el sustentador, el providente, el Padre que todos quieren, y en la unión solidaria entre los hermanos, reconciéndose todos como hijos del mismo Padre, habiendo surgido de las mismas manos amorosas, y llamados a avanzar en la solidez de sus lazos de unión, pues es así como podrán entrar en esa plenitud definitiva y eterna que el Padre promete para todos. El agua que baja del cielo, que es Jesús, busca empapar la tierra del amor de Dios, y sube satisfecho de nuevo al Padre, pues cumple perfectamente su misión. Todo hombre que acepte el amor del Padre se encamina hacia la meta final del amor eterno.
Por eso, los discípulos deseosos de tener esa vida de armonía original que fue rota por el pecado, piden a Jesús que les enseñe a vivir esa unidad lo más sólidamente posible. Y en el reconocimiento de que es a través del contacto frecuente y familiar con el Padre que podrán lograrlo, le piden que les enseñe a entrar en ese contacto de intimidad con Dios: "En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 'Cuando ustedes recen, no usen muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No sean como ellos, pues su Padre sabe lo que les hace falta antes de que lo pidan. Ustedes oren así: 'Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal'. Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, también los perdonará su Padre celestial, pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre perdonará sus ofensas". El Padrenuestro se convierte, así, en la manera de estar en ese contacto de intimidad con quien se quiere recuperar la amistad. Es la oración del hijo que reconoce su lejanía y se arrepiente, con el deseo de recuperar esa cercanía amorosa que compensa todo lo demás. Es la oración de quien sabe que esa es la fuente de la vida y del amor, y que solo en esa presencia se logrará la verdadera felicidad. Es la oración de quien quiere ser empapado con esa agua que trae Jesús para humedecer el desierto y hacer que la tierra, que somos nosotros mismos, pueda ser fecunda y germinar. Lejos del Padre todo seguirá siendo oscuridad, temor, muerte. Entrar en la intimidad con ese Padre amoroso nos hará salir del desierto, empaparnos del agua de la Gracia y del amor, y convertirnos de nuevo en ese vergel que desea Dios que seamos.
Buenos días hernan@s:
ResponderBorrarCon el "Padre Nuestro" se cumple el principio y el fin. Es el Alfa y el Omega: "Padre Nuestro ....... y líbranos del mal. Amén" con estas dos frases solamente, se resume todo el amor que Dios nos tiene y el Padre nuestro completo, es nuestra conversación con el Señor en todo de esplendor!!!.
Igualmente Jesucristo le dice al Padre: "Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad", como inicio de su paso como Dios encarnado en la tierra y antes de morir en la Cruz concluye: Todo está consumado". Ha cumplido su misión, para cubrirse de Gloria con la resurrección, subida al cielo y promesa de regreso, con la Gloria de Dios, que nos ofrece en su palabra. Amén 🙏.
ABBA PADRE.! 🙏🛐
ResponderBorrarNuestra oración debe ser justa, no por amor a nosotros mismos, vivamos coherentemente con Dios y nuestros hermanos. Estamos amontonando frases vacias a nuestra oración?😌
ResponderBorrarAmén en el padre nuestro el señor nos enseña a orar
ResponderBorrarEl Padrenuestro es una oración de relación intima con el padre donde esperamos su reino,perdonamos para el padre perdone nuestros pecados,nos protega de la tentación y nos libere del mal que nos acecha.
ResponderBorrarEl Padrenuestro es una oración de relación intima con el padre donde esperamos su reino,perdonamos para el padre perdone nuestros pecados,nos protega de la tentación y nos libere del mal que nos acecha.
ResponderBorrarPerdona nuestras ofensas como también perdonamos a quien nos ofende... por muy duro que haya sido...amen amen
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