Existe siempre una inquietud formal y continua, tremendamente razonable, en el cristiano que se deja elegir y enviar por Jesús. Existe incluso en aquellos que se mantienen como espectadores de toda la obra de Jesús, de la Iglesia, de los cristianos. ¿Cuál es la esperanza que debe motivar a seguir esa obra? En medio de un mundo en el que todo lo trascendental es despreciado, incluso atacado, en el que lo que está de moda es reducirlo todo al aquí y al ahora, en el que no hay manera de hacer referencia a algo superior al hombre, por lo cual absolutamente nada puede colocarse por encima de él cuando "huela" a reducción de libertades o a conculcación de derechos, en el que la norma moral básica es seguir y hacer todo lo que produzca placer y haga que el hombre se sienta "feliz", en el que la estadística se ha convertido en la dictadora del alma y es la que llega a justificar las actuaciones del hombre al afirmar que "todo el mundo lo hace" o "nadie ha muerto por eso", al cristiano se lo lanza a proclamar verdades y exigir derechos para Dios que serán escuchados con la mayor extrañeza por quienes están convencidos de que esa que ellos proclaman como la libertad y la autonomía absolutas del hombre es la única vía posible para vivir actualmente, por lo cual reaccionarán incluso hostilmente contra esa verdad y esos derechos de Dios que exigen los hombres de fe, tildándolos de intolerantes, de esclavistas, de colonizadores del alma, de despreciadores del hombre. Quien se opone a leyes como la del aborto o la eutanasia, a la complementación libre en el sexo según una nueva ideología de géneros, a la familia diversa a la conformada por padre, madre e hijos, al irrespeto de los símbolos religiosos, a la libertad absoluta de la expresión que irrespeta a cualquiera y pisotea valores, a la violación sistemática y promovida incluso por leyes de la inocencia de la mente de los niños con una educación sexual que supuestamente es acorde con la libertad que promueve el tiempo actual, es un retrógrado que debe ser echado a un lado, denunciado por intolerante y por irrespetuoso de las libertades. Eso, lamentablemente, pone el freno a muchos cristianos y ha hecho que muchos se sientan arrinconados y se queden mudos ante la responsabilidad de su tarea, la que Jesús ha encomendado a todos, pues no quieren correr el riesgo de ser aislados o incluso juzgados por las leyes que persiguen la disidencia. La supuesta intolerancia de la verdad es atacada por la virulenta y más agresiva intolerancia de la mentira, que se ha hecho del poder y se defenderá ante cualquier "ataque". Sobre todo de los que vendrán de aquellos que están convencidos de que esa verdad es la única, que es la que nos envía a anunciar Jesús, y no se quedan asustados pensando si es "políticamente correcto" defenderla. Una cosa es el respeto al hombre y a su libertad, y otra muy distinta es la traición a la verdad y a Dios mismo.
Nunca como hoy podremos afirmar, en consecuencia, la pertinencia de las palabras de Jesús a los apóstoles: "Miren que yo los envío como ovejas entre lobos; por eso, sean sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero ¡cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas y los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles". El aviso que da Jesús es, en primer lugar, un honesto reconocimiento suyo a las dificultades que se presentarán al ser enviados por Él. No es un lecho de rosas el que espera al anunciador sino más bien las espinas de esas rosas. Pero no nos podemos quedar solo con la primera parte de esa frase. Fijémonos muy bien en la segunda: "Sean sagaces como serpientes y sencillos como palomas". Aun cuando la sagacidad del mundo, motivada por el mal revestido de bondad aparezca como incólume, los cristianos debemos ser sagaces, con una sagacidad movida por el bien. Es la sagacidad que nos hace buscar la manera de llegar al hombre con nuestro mensaje, siendo testimonio de la felicidad verdadera y no de la pasajera que ofrece el mundo que busca solo satisfacer lo material del hombre olvidándose de una felicidad que jamás debe estar ausente, pues él está llamado a cosas siempre mayores y mejores. No podemos dar la imagen de derrotados. Eso es lo contrario de la sagacidad cristiana. No podemos ir por el mundo con cara de derrotados, o por el contrario, presentando un dios inexistente que anuncia solo desgracias o infiernos, aunque sean objetos de nuestra fe, pues entonces seguiremos siendo tildados de retrógrados. Al hombre de hoy debemos presentarle nuestra felicidad, la verdadera. Debemos ir con el rostro feliz del que se sabe elegido y amado, no del que está derrotado. Es terrible hablar del amor desde el miedo y la tristeza. La actitud del cristiano debe ser la del triunfador, pues su batalla no es la de los sentidos, sino la de la bienaventuranza que recibe todo el consuelo infinito que da Dios en todo. El cristiano es el hombre que se sabe que estando con Dios no hay fuerza que lo entristezca o alegría que lo saque de su realidad. La alegría actual debe ser preludio de la felicidad plena que sabe que le espera. "Un santo triste es un triste santo", decía la sabia Santa Teresa de Jesús. Somos los hijos de la alegría, porque la alegría surge de quien es el Amor, que es Dios mismo. Por encima de todo, nuestro testimonio es el de la felicidad.
Jesús, además, nos invita a la sagacidad al ofrecérsenos la posibilidad de dar testimonio en toda circunstancia. El ser presentados ante gobernadores y reyes por su causa, lejos de ser un momento de aprehensión, y en la línea de la sagacidad, es la oportunidad de dar testimonio delante de ellos: "Para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles". No se puede desaprovechar la oportunidad de haber llegado a esas altas instancias. De otra manera a lo mejor no hubiéramos podido llegar. Pues justamente esa oportunidad hay que aprovecharla. No se puede dejar pasar. Ellos son las cabezas del entramado social, y desde ellos todo cae como cascada. Conquistarlos es un paso gigantesco. A todo el que ejerza un cargo de dirección, hay que aprovechar de ganarlo o de al menos sembrarle la semilla de la inquietud, desde esa felicidad sólida y contundente que podamos traslucir, para que la verdad que anunciamos tenga mayor difusión. El mensaje es el de volver a la felicidad sólida y verdadera. Que no se insista en la que crea más desasosiego, pues al acabarse surge la frustración: "Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta. Tomen sus promesas con ustedes, y vuelvan al Señor. Díganle: 'Tú quitas toda falta, acepta el pacto. Pagaremos con nuestra confesión: Asiria no nos salvará, no volveremos a montar a caballo, y no llamaremos ya 'nuestro dios' a la obra de nuestras manos'". Es esta una tarea insoslayable. En primer lugar, porque es un mandato de Jesús. Y en segundo lugar, porque hace posible cumplirla no una fuerza propia que nos sustente en nosotros mismos, sino un acompañamiento asegurado por Jesús que nunca nos faltará: "Cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir o de cómo lo dirán: en aquel momento se les sugerirá lo que tienen que decir, porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes". La responsabilidad de Jesús es extrema. Envía, pero no deja solos a los enviados. Les asegura el mejor apoyo posible, que es su mismo Espíritu. La pregunta inicial, entonces, "¿Cuál es la esperanza que debe motivar a seguir esa obra?", tiene una respuesta clara: La esperanza de saber que se está haciendo lo que se debe hacer, y de que no se está solo en la tarea sino que se tiene al mejor acompañante posible, que es el Espíritu Santo. La esperanza de perseguir con ilusión que el mundo alcance un punto de experiencia de la verdad y del amor que lo hará realmente feliz. La esperanza de acercar a todos los hermanos a la verdad de Dios. La esperanza que hace sólida la propia experiencia de fe que vencerá por sobre todas las fuerzas contrarias, aunque sean lo más virulentas posibles, pues el amor nunca podrá ser vencido.
El amor de Dios es grande 🙌
ResponderBorrarEl amor de Dios es grande 🙌
ResponderBorrarGracias por sus reflexiones 🙏
Por encima de todo nuestro testimonio debe ser el de la felicidad, como dice esta lectura. Dios nos ayudará a distinguir los valores y contravalores de su reino.
ResponderBorrarPor encima de todo nuestro testimonio debe ser el de la felicidad, como dice esta lectura. Dios nos ayudará a distinguir los valores y contravalores de su reino.
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