Las imágenes extraídas de la naturaleza son muy entrañables para Jesús. El uso de ellas en las parábolas busca facilitar la comprensión del mensaje que quiere transmitir, pues no quiere correr el riesgo de que queden en la nebulosa de lo incomprensible. Si embargo, llama mucho la atención la respuesta que Jesús da a los discípulos cuando le preguntan sobre el porqué del uso de las parábolas: "A ustedes, Dios les da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden". Aquellos que lo siguen, porque tienen una buena disposición en el corazón para asimilar en sus corazones todo lo que Jesús quiere transmitir, comprenderán y aceptarán perfectamente el mensaje. Pero aquellos que tienen el corazón endurecido y que acechan a Jesús solo para perjudicarlo, seguirán en su dureza de corazón, aun escuchando lo mismo que escuchan los seguidores fieles. Por ello, para evitar toda posibilidad de que no quede claro el mensaje, a los discípulos les explica el sentido de las parábolas. La imagen natural que utiliza Jesús en ocasiones no llega a quedar del todo clara, por lo que en su empeño de que los discípulos lleguen a recibir todo el contenido del mensaje y lo comprendan totalmente, se los explica aparte. A ellos les ha sido dado "conocer los secretos del reino". A los acechadores más bien se les mantiene oculto, hasta que no cambien de actitud y se conviertan hasta tener un corazón puro y dócil al mensaje de amor. Sin duda, Jesús desearía que en ellos también hiciera mella el mensaje, pero lamentablemente ellos mismos lo impiden, aun recibiendo las mismas evidencias que reciben los que sí se han dejado conquistar por Jesús, por su obra y por su mensaje. Es de tal manera grande la dureza de su corazón que ni siquiera siendo testigos de muchas maravillas y de muchas palabras que transmitía Jesús eran capaces de permitir que los removieran y sucumbieran ante la solidez de esas evidencias. Estaban ganados por el mal, y correspondía a ellos mismos evadirse de esas cadenas, pues Jesús ya había hecho lo que naturalmente estaba en sus manos hacer.
Así, en ese uso de lo cotidiano, vemos cómo Jesús usa las imágenes del pastor, del sembrador, del ama de casa que amasa la harina para el pan, de la viña, de los niños que juegan en la plaza, del árbol que da fruto y el que no lo da, del coleccionista de joyas y de perlas, de la mujer que encuentra la moneda que se le pierde, de las semillas usadas para la siembra, de los pescadores que hacen una gran pesca... Todas son imágenes que su público tiene muy bien vistas y conocidas y que son aprovechadas por el Señor para dejar su enseñanza. A aquellos que son dóciles a su mensaje esas imágenes les clarifican perfectamente lo que Dios quiere que viva cada uno. Les hacen entender los beneficios que recibirán si hacen el esfuerzo de dejarse hacer y de poner de su parte para que Dios haga en ellos su labor de salvación. Al fin y al cabo esa tarea que hace Dios, ejemplificada en las imágenes rutinarias que les presenta Jesús, no hablan de otra cosa sino de lo sencillo que es vivir en el amor, lo cercano que quiere Dios que estemos de Él para llenarnos de su presencia, de todos los beneficios que nos quiere dar con los cuales quiere que vivamos en la mayor de la riquezas, de lo inmensa que será la compensación cuando nosotros apenas pongamos lo mínimo de nuestra parte. Las parábolas nos hablan de un Dios cercano, a la mano, sencillo, generoso, compensador, dichoso, desprendido. Para los que se dejan conquistar por Jesús, por sus obras maravillosas, por sus palabras, su receptividad les depara un sinfín de bendiciones, pues serán beneficiados con todas las maravillas que se enuncian en las parábolas narradas por Jesús. Serán pastoreados por el buen pastor, serán el buen terreno que da buena cosecha, serán la buena semilla que dará buenos frutos, serán el fermento que hará crecer toda la masa, serán los que se alegran con el canto feliz de los niños, serán un árbol frondoso que dará buenos frutos y buen refugio para las aves, serán el coleccionista que encuentra la perla preciosa, serán la mujer que se alegra al encontrar la moneda perdida, serán la buena semilla que cae en el campo, serán los pescadores que hacen una buena pesca. Eso es lo que quiere Jesús. Que comprendan todos los beneficios que se recibirán cuando se sucumbe a su amor, abriendo el corazón para que ocurra todo eso que es significado en las parábolas.
Él es Jesús, el sembrador. Y nosotros somos el terreno en el que es lanzada la semilla. La misma parábola es una autodefinición de sí misma. Quien acepta las parábolas, como esa misma del sembrador, se hace buen terreno: "Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno". La parábola describe perfectamente a los que aceptan o rechazan las parábolas con las que Jesús quiere enseñar. Tener un corazón rendido a Él es ser ese terreno que produce "ciento o sesenta o treinta por uno". El amor se multiplica cuando se pone una pizca de él. El mismo Dios se encarga de eso. Ese Dios sencillo y cercano, es también el Dios todopoderoso que logra todo en favor de quien lo ama y le abre su corazón. La compensación es infinita. Por ello, cuando los corazones se rindan a Él, sucederá la irrupción gloriosa del Reino con todas sus bendiciones: "Les daré pastores, según mi corazón, que los apacienten con ciencia y experiencia. Se multiplicarán y crecerán en el país. Y en aquellos días —oráculo del Señor— ya no se hablará del Arca de la Alianza del Señor: no se recordará ni se mencionará; nadie la echará de menos, ni se volverá a construir otra. En aquel tiempo llamarán a Jerusalén 'Trono del Señor'. Todas las naciones se incorporarán a ella en el nombre de 'El Señor que está en Jerusalén', y ya no se dejarán guiar por su corazón perverso y obstinado". Todos los corazones se habrán rendido a Él y dejarán su obstinación, por lo que recibirán ese ciento por uno en vida de gracia, que es la mayor bendición que podremos recibir. Será el reinado pleno del amor, en el que todas las parábolas se habrán hecho realidad, por lo que el Señor no podrá hacer otra cosa que hacernos a todos destinatarios de su amor y de su salvación, que al fin y al cabo es lo único que Él persigue con nosotros, que somos el objeto de su amor.
Que hermoso y comprensible vivir la palabra de Dios, sentirla y no dejar oportunidad alguna de digerirla.
ResponderBorrarMe encantó ❣️ Gracias
ResponderBorrarMe encantó ❣️ Gracias
ResponderBorrarEs hermosa la explicación de la parábola, Jesús es el sembrador y nosotros los cristianos estamos invitados a ser la tierra buena, donde para que la semilla crezca y produzca frutos, debemos escuchar su palabra y acogerla con amor..
ResponderBorrarEs hermosa la explicación de la parábola, Jesús es el sembrador y nosotros los cristianos estamos invitados a ser la tierra buena, donde para que la semilla crezca y produzca frutos, debemos escuchar su palabra y acogerla con amor..
ResponderBorrarEs hermosa la explicación de la parábola, Jesús es el sembrador y nosotros los cristianos estamos invitados a ser la tierra buena, donde para que la semilla crezca y produzca frutos, debemos escuchar su palabra y acogerla con amor..
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