El Camino, la Verdad y la Vida... ¿Qué más podemos pedir? Jesús lo es todo para los hombres. El ser Camino, Verdad y Vida comprende prácticamente toda la gama de lo que los hombres podemos esperar. El anuncio que hacían los primeros discípulos era prácticamente que descubrir a Jesús era descubrirlo todo, que estando con Él ya no se necesitaba nada más para seguir adelante con ilusión y esperanza en la vida, pues al final, la meta era la llegada a la felicidad plena, en la que nos espera la plenitud de la Vida. Pero no sólo eso, sino que en el caminar hacia la meta teníamos la fortaleza de la Verdad que nos acompaña, que es el mismo Jesús. Y para mayor seguridad, el mismo camino es Jesús, quien se ofrece para que lo recorramos completamente y sin tropiezos... No se puede esperar más...
Jesús es el Camino de los hombres. Es la meta y es la ruta. Él es quien da las indicaciones para llegar cada vez más adelante. Y el Camino nos proporciona todo lo que necesitamos: fortaleza, ilusión, ánimos... Tener como Camino al que perseguimos nos hace ya poseerlo, con la esperanza firme de que lo poseeremos plenamente y de que al llegar a Él como realidad última, ya no lo podremos perder jamás porque pasará a ser posesión definitiva. El Camino se hace raudo y feliz al tener al mismo Jesús como compañero de Camino. Aquellos dos discípulos de Emaús habían perdido prácticamente toda esperanza y estaban caminando derrotados hacia una meta incierta. Sólo el pesar de haber perdido la ilusión llenaba sus corazones. Pero en el Camino, que es el mismísimo Jesús, éste se aparece y comienza a llenar de gozo los corazones de quienes se sentían derrotados y aplastados por las evidencias. Jesús los va despertando del letargo y los va animando de nuevo, los va invitando en la conversación a no amilanarse jamás, a asumir las crisis y los problemas, los dolores y los sufrimientos de la vida como partes esenciales del vivir, que podrán ser siempre superados cuando se tiene la vista fija en la meta que es la felicidad definitiva e inmutable. Más aún son combustible para seguir adelante. El Camino da el alimento para no desfallecer. Los discípulos lo reconocieron al partir el Pan, que era el alimento que Jesús daba para mantenerse firmes en el empeño por llegar a la meta. Y da también, como a la Samaritana, el agua necesaria para refrescarse y avanzar. El Agua de la Vida, de la fuente de agua con la cual no se tendrá más nunca sed... El Camino es, en sí mismo, fortaleza, pues no puede comportarse de otra manera diversa Jesús...
Jesús es la Verdad de los hombres. Cuando Pilato le preguntó a Jesús qué era la Verdad, Jesús calló. Pilato la tenía delante de él y no la reconoció. La Verdad es la Palabra de Cristo, es el amor que nos dio y que nos exige a todos como prueba de pertenencia a Dios. Es la vivencia de la salvación anticipada para tenerla completa en la eternidad. La Verdad es la que nos da Jesús con su entrega definitiva, a pesar de que en un primer momento parezca una derrota. Esa Verdad vence porque es poderosa y no tiene otra cara. En nuestro mundo vence en ocasiones la mentira porque damos la espalda a Jesús y a su Verdad. Quienes mientan, quienes manipulan la Verdad, quienes se ponen al servicio del odio, de la violencia, pretenden destruir la Verdad. Pero lo cierto es que la Verdad no será jamás vencida, aunque sea herida. El poder de la mentira es sólo el que los hombres pongamos en sus manos. El diablo es el padre de la mentira y ha sido vencido con la aparente derrota de Cristo en la Cruz. Nunca antes estuvo más vencido el demonio como cuando Cristo yacía inerme en el altar de la Cruz... La Verdad venció resucitando gloriosa y erigiéndose en la bandera de quienes quieren llegar a la plenitud de la Vida, que es el mismo Jesús, Verdad Eterna...
Jesús es la Vida de los hombres. Y Él quiere que tengamos esa Vida en plenitud. "He venido para que tenga Vida y la tengan en abundancia". Dios siempre es exagerado. Si necesitamos Vida, nos la da a borbotones. No tiene medida, pues da el 100 por uno. Es impresionante la medida de Dios, que siempre será rebosante, exagerada. En la multiplicación de los panes sobraron doce cestos llenos de trozos de pan y de pescado. Hubiera sido suficiente menos, pero la mano de Dios es generosa y da la Vida toda. Y toda siempre es más. Nuestra vida, al estar signada de la presencia de Jesús, se hace rica, elevada, fraterna, justa, pacífica. Quien tiene la Vida de Jesús en sí mismo no puede sino vivir como vivió Él. Y su Vida fue de entrega, de servicio, de amor, de intimidad con Dios, de auxilio continuo a los más humildes, sencillos y necesitados. Vivir la Vida de Jesús es la dignidad mayor que podemos tener los hombres, por cuanto nos llenamos del tesoro de Dios. Nos convertimos en esas vasijas de barro que llevan dentro de sí lo más valioso que hay sobre la tierra: la misma Vida de Dios, la Gracia, que enriquece y capacita para la santidad. Así, podremos vivir realmente como hermanos y hacernos vida para los demás. Cristo es la Vida de nosotros, para que nosotros nos hagamos, por Él y con Él, Vida para los hermanos...
Anunciar a Jesús a los hermanos es nuestra felicidad, para que sea plena. Sólo compartiendo a quien es el Camino, la Verdad y la Vida, será más eso mismo para nosotros. Los primeros discípulos lo entendieron así y por eso lo llevaron a todos. Por eso vivieron con mayor densidad esa realidad de Cristo: "Nosotros les anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a los hijos resucitando a Jesús". Él es la realidad más alta a la que podremos alcanzar los hombres y por eso no debemos cejar en el empeño de llegar a Él...
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