Hay muchas curiosidades en las Sagradas Escrituras. Sorprende como Dios hace mover los hilos de la historia de la salvación, que es su historia, que es la historia de la humanidad en la cual Él se hace presente. A veces no se trata sólo de curiosidades, sino de portentos maravillosos que Dios realiza para demostrar su poder infinito y su amor por su pueblo elegido. La curiosidad más grande, y por lo tanto, el portento más grande de todos hasta la Redención, que es la Nueva Creación, es la primera creación. Evidentemente no hay quien nos haga llegar los relatos literales de lo que allí sucedió, pues no hubo "testigos presenciales". Sólo hay revelación de aquello de parte del mismo Dios, que lo hizo conocer de algunos -se dice que principalmente de parte de Moisés- quienes lo pusieron por escrito, dándoles su propio estilo, haciendo su propio discernimiento, enfocándolo con su propia teología... Los escritores no son simples "grabadoras" que repiten sin razonamiento lo que les ha sido revelado, sino que, también por inspiración divina, hacen su interpretación para dejar más a la mano los acontecimientos y los mensajes que Dios quiere hacer llegar a todos...
En todo caso, siendo sucesos en los que está envuelto Dios, su amor y su poder, su preferencia por Israel y por el hombre en general, no deja de ser extraño que haya momentos que llamen poderosamente la atención y nos hagan discernir y concluir sólidamente sobre ese amor divino y esa solicitud en favor de todos... La Iglesia naciente, la de los primeros y segundos apóstoles, en los cuales brilla su completa disponibilidad para el anuncio de la Persona de Jesús, de su mensaje de amor por todos, de su Redención que da la salvación y abre las puertas del cielo de nuevo a todos los hombres, está plagada de estas maravillas. El Espíritu Santo, recibido el día de Pentecostés, desde cuyo momento la Iglesia tenía ya su alma, su impulso vital, el alma que la hacía tener vida propia, se erigió en verdadero protagonista de la evanglización que debían realizar los apóstoles. Él llevaba a los apóstoles y discípulos por los caminos que debían seguir para dar a conocer mejor a Jesús y su obra salvadora. Es Él quien dirige sus pasos, quien da sus fuerzas, quien coloca las palabras en sus labios... Pero, curiosamente es Él también quien impide algún anuncio, quien obstaculiza alguna misión, quien cierra las puertas de algunos pueblos... Así nos lo dice el libro de los Hechos de los Apóstoles: "Como el Espíritu Santo les impidió anunciar la palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y Galacia. Al llegar a la frontera de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió..." Es muy interesante que los apóstoles ni siquiera se cuestionan el porqué de este impedimento. Simplemente se da. sin más. Como el Espíritu Santo es el dueño de la misión, no se pone en cuestionamiento lo que Él decide, lo que impulsa o lo que impide... Es lo que Él dice y lo que permite lo importante, no lo que el evangelizador piensa. Es Él quien mueve los hilos de la obra evangelizadora de la Iglesia...
Esa disponibilidad hace mucha falta. Los hombres de hoy somos expertos comunicadores. Jamás ha tenido el hombre tantos medios a su alcance para hacer llegar el mensaje de Jesús a todos. Pero, paradójicamente, jamás ha sido tan poco conocido ese mismo mensaje. Es realmente sorprendente la ignorancia religiosa de los nuestros. Incluso de personas que están muy cerca de la Iglesia que desconocen cuestiones que para cualquier conocedor de la revelación sería natural conocer. Algunos hasta se sorprenden cuando escuchan por primera vez algunas cuestiones que uno daría por supuesto que ya se conocen abundantemente... A pesar de ser expertos comunicadores, no estamos a la disposición del Espíritu. Confiar en los propios medios no es suficiente. Hay que tener fe en la obra del Espíritu Santo y dejarlo a Él ser el protagonista, no queriendo "enmendarle la plana"...
Otra curiosidad que llama mucho la atención es que en el relato de los Hechos de los Apóstoles, dramáticamente cambia la persona que lo va relatando. Hasta la llegada a Troas, desde que se inicia el libro, el relato es hecho en tercera persona. Y desde el momento en que Pablo tiene el sueño en el que se le aparece el macedonio pidiéndole que visiten a su pueblo, súbitamente cambia a primera persona... "Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio..." El autor ya no relata las cosas como testigo, sino como actor. Desde este momento, el autor -según la tradición, Lucas- es además actor... Interesante giro, pues nos pone en la certeza de que las cosas relatadas no son simplemente una crónica objetiva, sino una referencia de alguien que las realizaba por sí mismo, junto a los primeros personajes... El que está escribiendo ya no es un simple cronista, sino que es protagonista de la obra. Se mete de lleno en la obra de la evangelización que realizaban los discípulos. Es un evangelizador más... Podría esto hacernos pensar que llega un momento en el que ya los cristianos no podemos seguir siendo simples testigos de lo que Dios hace o quiere hacer en el mundo, sino que debemos ponernos a la disposición plena del Espíritu Santo, el único y verdadero protagonista, para que Él pueda hacer su obra a través de nosotros, que seríamos instrumentos dóciles en sus manos...
La idea es que, siendo el Espíritu Santo el actor principal de toda la obra evangelizadora, todos los cristianos nos pongamos a su plena disponibilidad para no ser "terceras personas" en la obra de salvación del mundo, sino que, junto a Él, nos metamos de lleno, para lograr que Jesús sea más conocido, más amado, más seguido y más anunciado a todos... No importan las consecuencias. Lo único que importa es que Jesús sea conocido y amado: "No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la suya. Y todo eso lo harán con ustedes a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió". Hay que buscar por todos los medios que sea anunciado el mensaje de salvación. No importa si son antiguos o modernos. Lo que importa es que sean los que el Espíritu decida para llevar el mensaje del amor a todos los hombres, y estar a su disposición para que así sea...
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