La figura del Pastor es una de las figuras más entrañables que usa Jesús para definirse a sí mismo. En el pueblo de Israel era una de las figuras más conocidas, por cuanto el pastoreo era de las profesiones comunes que se ejercían. Desde la época en que eran nómadas en el desierto, los pastores se encargaban de atender a los rebaños de animales que les servían de alimento a todos los miembros del pueblo. Desde el principio, el pastor era muy apreciado. Recordemos que el libro del Génesis coloca el ser pastor como la primera actividad laboral, junto a la de agricultor. Caín y Abel eran, uno, agricultor, y el otro, pastor. Por una razón misteriosa -seguramente basada en la intención pura de corazón en las ofertas-, Yahvé prefirió los sacrificios de Abel por encima de las dádivas de Caín, por lo cual éste sintió celos de su hermano pastor y llegó incluso a asesinarlo. De alguna manera, podemos decir que el pastoreo era de las labores preferidas de Dios desde el principio...
Tiene mucho sentido que Jesús se identificara con ella... El pastor tiene una identificación extrema con su rebaño. Y no con el bulto, con el conglomerado, sino con cada una de las ovejas del rebaño. La misma descripción que da Jesús sobre la relación entre las ovejas y el pastor, habla ya de una relación que va más allá de la simple conducción. Es una relación de intimidad en la que ambos se reconocen mutuamente, confían radicalmente, se abandonan sin ocultamientos uno en el otro... "Las ovejas atienden a sus voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz". Era normal que en un mismo aprisco convivieran rebaños pastoreados por pastores diferentes. Por ello, dice Jesús que el pastor conoce "a las suyas", y "las suyas" lo conocen a él. Las llama por el nombre, lo cual sugiere que el pastor ponía nombre a cada una, y que cada una se reconocía en el nombre que les había puesto el pastor y por el que las llamaba...
Ese es Jesús. Para Él cada uno de nosotros es una individualidad a la que convoca. No somos una masa informe, sino personas que conforman una comunidad que es el rebaño, a las que convoca para que sigan siendo suyas. Día a día nos llama por nuestro nombre y nos saca del aprisco para conducirnos "hacia fuentes tranquilas" y hacernos recostar "en verdes praderas"... La función del pastor es múltiple, y Jesús la cumple a la perfección. Por un lado, conoce a cada oveja que le pertenece, se gana su confianza, se hace el verdadero líder... De no ser así, no tendría nada que hacer. Ese hacerse conocer es el paso fundamental para poder ejercer de pastor. Las ovejas deben saber que el pastor es de confianza, que hace cualquier cosa que sea necesaria para resguardar el rebaño. Jesús se ha dado a conocer a cada hombre y a cada mujer de la historia, y les ha dicho, con sus palabras y con sus obras, lo que es capaz de hacer por cada oveja de su rebaño. No dejará de hacer nada de lo que sea necesario para que las ovejas estén bien. Hasta entregar la vida en el extremo del amor...
El pastor conduce a las ovejas por los caminos que cree son los mejores. Donde hay buenos pastos, agua fresca, tranquilidad. Donde no hay peligros ni asechanzas de los malos que quieran venir a destruir o a robar alguna oveja. El pastor conduce por caminos de paz y de sosiego. Y de presentarse algún peligro, se interpone para que ese peligro no alcance ni dañe a ninguna de las ovejas. Eso fue lo que hizo Jesús. Nos convocó a los caminos de la paz y la fraternidad, nos llamó a la vida fraterna y de solidaridad, particularmente con los más débiles y humildes, con los sencillos y los más pequeños. Y se colocó en medio cuando llegó el momento de salir a dar frente al demonio, muriendo Él en vez de todos aquellos a los que venía a buscar la muerte. Murió en vez de las ovejas que debían morir. Y cuando vio que una oveja necesitaba de mayor amor, no dudó en dárselo. Sale en búsqueda de la oveja perdida, pues es ella la que más necesita sentirse amada. A todos nosotros, los que estábamos perdidos, salió a buscarnos y nos hizo sentir su infinito amor...
Pero Jesús, además de pastor, es la puerta del aprisco. Por Él se entra a la vida... "Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos". El Buen Pastor es quien da la entrada y la salida necesarias a cada oveja del rebaño. Entrar y salir por Jesús, que es la puerta, significa tener segura la vida, los buenos pastos, el agua fresca, la vivencia del amor y de la fraternidad. No hay posibilidades de entrar o de encaminarse a buenas tierras si no se pasa por la puerta que es Jesús... Quien lo asume a Él como a su Buen Pastor y su Buena Puerta, tendrá la salvación. Él no dudará jamás de hacer lo que hacen los pastores: conducir, resguardar, llevar a los buenos pastos y a las aguas refrescantes, defender de los peligros y hacer reposar buenamente. "Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas". Haberlo tenido a Él, y seguirlo teniendo como Buen Pastor y Puerta, es lo mejor que nos puede haber pasado. Ha ofrecido su vida por sus ovejas y nos ha dado la vida que nunca imaginamos, que ni siquiera nos merecíamos. "El Buen Pastor da la vida por sus ovejas". Y ese es Jesús, el Pastor que Dios ha querido para su rebaño y quien ha llevado a plenitud la obra de nuestra conducción a los pastos celestiales en los que nos encontraremos con el Padre del Amor y de la Vida...
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