Un apóstol es un enviado de Jesús. Es quien recibe directamente la orden de Cristo de anunciar su nombre a los hermanos, de hablarles de su amor, de su obra redentora, de su entrega hasta el final para rescatarnos de la muerte que nos correspondía, muriendo Él en vez de nosotros. Jesús tuvo en sus apóstoles a los hombres que le fueron más cercanos. Los eligió desde un principio de su manifestación pública para que fueran testigos de todas sus palabras y de todas sus obras, de modo que al ser enviados al mundo "a anunciar la Buena Nueva", tuvieran la experiencia personal de lo que iban a transmitir. De este modo, debe entenderse que el apóstol no es simplemente alguien que da una noticia, como si fuera un noticiero ambulante, sino que es alguien que transmite una experiencia, que habla desde su corazón, que habla de lo que ha vivido y sentido, que busca hacer de todos la riqueza que está viviendo en sí mismo...
Cada uno de los enviados de Jesús lo entendió así. Sólo Judas Iscariote, el traidor fue capaz de mantenerse en su negativa, a pesar de haber tenido la misma experiencia de los otros once. Es impresionante pensar en la ofuscación que tuvo que haber vivido Judas para obcecarse de tal manera, pues él, como todo lo demás, tuvo las mismas experiencias, escuchó las mismas palabras, presenció las mismas maravillas y milagros de Jesús. Y aún así, se mantuvo obstinadamente en su intención traidora. Incluso en el extremo de su afirmación traicionera, ni siquiera tuvo el valor de volver su cara a Jesús y a su misericordia, sabiendo que esa era su esencia, cuando se arrepintió de haber hecho lo que hizo. Prefirió la caricia asesina de la cuerda con la que se ahorcó, que la de las manos misericordiosas y tiernas de Jesús que jamás hubiera dejado de perdonarlo. Lo hizo expresamente desde la Cruz cuando dijo: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen"... Pero ese perdón, aun habiendo sido ya dado, no fue recibido, por lo que no se hizo efectivo... La muerte de Judas Iscariote planteó a los apóstoles la necesidad de completar el número de doce representativo que había fijado Jesús en el grupo de sus íntimos...
El sustituto de Judas tenía que ser uno que hubiera sido testigo como ellos...Pedro toma la palabra y dice: "Hace falta, por tanto, que uno se asocie a nosotros como testigo de la resurrección de Jesús, uno de los que nos acompañaron mientras convivió con nosotros el Señor Jesús, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión". Matías no fue de los doce, pero sí fue de los discípulos que se entusiasmaron con la figura, el mensaje y los portentos de Jesús desde el inicio de su obra redentora. Pienso, incluso, que su seguimiento de Jesús, atreviéndome a hacer una afirmación muy osada y seguramente equívoca, fue muy pura, muy desinteresada, pues a pesar de no haber sido llamado directamente por Jesús, sí se sintió convocado por su amor. Y por eso lo siguió entusiasmado por tanto tiempo... "Matías" significa "regalo de Dios", "don de Dios", "hombre de Dios". No dudo en afirmar que Matías fue el regalo que Dios tenía reservado para consolar al grupo de los apóstoles ante la pérdida de uno de ellos... Ese regalo de Dios fue para los apóstoles, pero también lo fue para el mundo. Un nuevo apóstol, que había sido conquistado por el amor de Jesús y que había sido testigo de todas las maravillas de Cristo, para comunicarlas como experiencias propias a los demás...
Y es que el apostolado no se concibe sin la vivencia del amor. Apóstol y amor son palabras que jamás pueden ir separadas. Las palabras de Jesús llaman a la vivencia del amor como esencia propia de sus seguidores: "Como el Padre me ha amado, así los he amado yo a ustedes; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor". Ser de Cristo es vivir en el amor. No es posible vivirlo de otra manera. Quien no ama no es de Cristo. Quien se empeña en guardar rencores u odios, quien está siempre maquinando venganzas y retaliaciones, quien está siempre excluyendo y humillando a los demás, no puede jamás llamarse discípulo de Cristo. Hay quienes prefieren mantenerse en los sentimientos excluyentes que ser realmente de Cristo. Sólo verán satisfechas sus pretensiones cuando vean saciadas su hambre y su sed de venganza. Asesinan en sí mismos su condición de cristianos... Así nunca serán verdaderos anunciadores de Jesús, pues la gran novedad de Cristo, el amor, la están dejando por fuera...
La elección de Cristo se da sobre el amor que tiene a los hombres y sobre el amor que quiere que cada uno viva por los demás. No hay otro camino para el apóstol. Jamás será buen apóstol quien no ame a sus hermanos. Ese amor será el mejor acicate para querer su mejor bien, su salvación. Será el motor para hacer que todos experimenten el mismo amor que vive. De lo contrario, simplemente será un programa, un proyecto, que se estará llevando a cabo. Lo más importante del apostolado es la transmisión de la propia experiencia de amor. Si no es así siempre será vacío, y se estará transmitiendo simple ruido... San Pablo lo entendió perfectamente: "Si no tengo amor, soy como una campana que suena"...
Al contemplar la figura de Matías, sintámonos llamados nosotros mismos por Jesús. También, como Matías, somos "regalo de Dios" para el mundo, para transmitirles ese amor que vivimos. No somos simples "ejecutivos de la fe", somos apóstoles de verdad. Tenemos la tarea de hablarles a todos de nuestra experiencia de salvados y de amados,.de lo que sentimos en nuestro corazón para que ellos lo sientan igualmente. Tenemos que ser capaces de repetirles a los hermanos las mismas palabras que Cristo dijo a sus apóstoles: "Les he hablado de esto para que mi alegría esté en ustedes, y esa alegría llegue a plenitud". También llegará la nuestra a esa plenitud, pues estaremos cumpliendo con el mandato del amor, que es el más suave y tierno que jamás podremos estar obligados a cumplir...
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