Los hombres somos una realidad compleja. Somos compuestos por una realidad material y por una realidad espiritual. El gesto creador de Dios lo deja bien claro: modeló un cuerpo de arcilla -realidad material- y luego insufló en sus narices el hálito de vida -realidad espiritual-. Somos cuerpos espirituales, o espíritus corpóreos. Dios, por el contrario, es simple. Su realidad es simple, pues sólo tiene un componente espiritual. Lo superior es, así, lo más simple posible. No por eso es más comprensible, pues al ser infinito escapa de la posibilidad de "tomarlo" completamente... La limitación material del hombre, que lo hace un ser complejo, le dificulta también la compresión de lo que es absolutamente simple y además infinito... Sin embargo, en un momento de la historia, Dios decidió "hacerse complejo" como el hombre, para entrar en su historia y realizar la gesta liberadora más maravillosa de todas, que fue la Redención. Dios necesitó hacerse complejo, dejando su absoluta simplicidad, para lograr arrancar de la muerte al ser complejo del hombre. El infinitamente simple se hizo complejo por la corporalidad para realizar su rescate amoroso. San Ireneo de Lyon lo definió así: "Lo que no es asumido, no es redimido". Era necesario que Dios dejara su simplicidad y asumiera la complejidad para lograr arrancar de las tinieblas al hombre complejo...
Esta realidad salvífica era necesario que el hombre la comprendiera en su limitación. El ser complejo no le daba ninguna ventaja, sino que le hacía dificultoso el camino de la comprensión de la realidad espiritual. Teniendo alma infinita, ésta quedaba confinada en la materialidad, con lo cual sus alas quedaban impedidas de hacerle emprender vuelos de altura. Lo evidente de Dios está, por la complejidad del hombre, escondido. Su limitación más grave es la imposibilidad de elevarse a las alturas de lo simple, más aún de lo infinito. Sólo la pureza y la santidad absolutas, en la que el lastre de lo corporal queda superado idealísticamente, puede hacer que el hombre tenga algún acceso a lo simple de Dios. Es lo que sucedía a Adán y Eva antes del pecado. Yahvé, el Creador simple e infinito, venía desde su trono de gloria cotidianamente a dar sus paseos para encontrarse y conversar con el hombre. Fue una de esas veces en la que vino y que no lo encontró, que descubrió tristemente que habían perdido su pureza y su santidad, ya que había desobedecido la orden expresa que Él había dado, pues quería "ser como Dios". Es como si el pecado hubiese acentuado y hecho más pesado el lastre de lo corporal y hubiese hecho más difícil la entrada en el misterio profundo de la simplicidad divina... El rescate consistía, entonces, en entrar en la complejidad del hombre y hacerla pura de nuevo, para que pudiera entrar nuevamente en el círculo divino. Era necesario caer con él, entrar en lo más profundo del hoyo en el que él mismo se había metido, apagar la luz inmarcesible que Dios poseía naturalmente, para, haciéndose complejo pero conservando su santidad y purezas infinitas, poder tender la mano para sacar del abismo al que es complejo...
La simplicidad del amor en Dios es lo que lo hizo posible. Dios ama simplemente, sin complejos, sin recovecos, sin ocultamientos, sin rebuscamientos. El amor de Dios es simple pues no se fija en el receptor, sino en el emisor, que es Él mismo. No hace nada por impedir la expresión de su esencia amorosa, pues sería la negación de sí mismo. Por eso el amor de Dios es simple y sencillo. No impide nada, no excluye a nadie, no deja de brillar para todos... Y en ese afán de amar con la máxima simplicidad, quiere y procura que su amor quede lo más claro posible a sus receptores. En un alarde de generosidad, hace que su realidad espiritual, la cual incluye ese amor simplísimo, le quede bien clara al hombre. Busca empeñosamente que lo simple de su ser y de su amor se haga lo más evidente posible para el hombre. Y eso pasa por asumir la complejidad del hombre en todo, no sólo en su ser, haciéndose hombre, sino en hacer, de alguna manera, "material" su esencia divina... Un primer paso en esa intención reveladora, lo realiza Dios, sin duda aún necesitada de una ulterior más evidente, en lo que se puede descubrir como reflejo en todo lo creado. "Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y su divinidad, se ha hecho visible a través de las cosas creadas", dice San Pablo. Dios condesciende con la complejidad del hombre, haciéndose visible, dejándose "tomar", haciéndose el encontradizo con su mente material...
Pero da un paso más... No sólo se deja descubrir en la creación, sino que se hace aún más asequible a la complejidad humana, como lo hemos dicho, haciéndose complejo. Establece, de esta manera, la "sacramentalidad" en la cual vivimos los hombres nuestra fe, para no sólo hacerse descubrir, sino para dejarse "robar" por el hombre y por su amor. Todo lo espiritual queda como "escondido" en lo material, simbólicamente, de modo que en cada acción sacramental de la Iglesia el hombre perciba la inmensa riqueza y la infinita grandeza de lo que ocurre en la realidad espiritual. El mismo Jesús se define como quien viene a hacer visible al Padre: "Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre". La realidad corporal de Jesús, Dios hecho hombre, hace visible por la corporalidad al mismo Dios. Y desde ese ser sacramental de Jesús, desciende para el hombre todo lo espiritual. La marca de la sacramentalidad queda indeleble para todo lo que Dios quiere hacer entender a los hombres. Su inmenso amor, de nuevo, procura que esto quede muy claro. Así, la Iglesia es el sacramento que hace presente al mismo Jesús en el mundo. Cuando Pablo perseguía a los cristianos, el mismo Jesús se lo aclara: "-Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? -¿Quién eres, Señor? -Yo soy Jesús, al que tú persigues". Los cristianos eran la Iglesia, y la Iglesia era Jesús... De allí la fabulosa teología de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo que desarrolla Pablo... Y, finalmente, cada uno de los sacramentos son canales de la misma Vida de Jesús que Él quiere transmitir a los hombres. "He venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia..." "Esto es mi Cuerpo... Este es el cáliz de mi Sangre..." "El que come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá Vida eterna..." Lo sacramental es fundamental en la expresión de nuestra fe. De otra manera, nuestra complejidad nos impediría experimentar lo simple. Esa sacramentalidad es la condescendencia de Dios con la complejidad humana... Una vez más, Dios no se deja ganar en generosidad y hace brillar su amor infinito por el hombre...
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