La peor persecución de todas no es la de los que no creen, sino la de los que creen. Uno puede esperar que, naturalmente, los que sirven a otros dioses -el poder, el tener, el placer-, sin creer en el único y verdadero Dios, se incomoden y persigan a quienes pretendan desviarlos de su idolatría. Igualmente si creen en otro dios distinto, al cual consideran que está por encima de Yahvé. Es lógico que, incluso hasta por celo en favor de su dios, traten de eliminar a quien pretenda sustituir a su ídolo. Más aún si es alguien que quiera convencer a los seguidores de su dios, siendo él algún líder de la religión de su divinidad... Esta evangelización es exigente, por cuanto supone el desmontar una idea original, quizás ancestral y muy arraigada en un grupo numeroso de seguidores, y presentar al Dios verdadero y único, al Salvador del mundo, al Redentor de los hombres, a quien en una historia tan real como increíble, por lo tanto, tan difícil de discernir, por lo que significa de rebajamiento de la divinidad, de humillación, y hasta de muerte, es el Dios que se caracteriza más por su amor y su misericordia con todos -sin excluir a nadie- que por su poder o su magnificencia... Y que Ese es el verdadero. Que todo cualquier ídolo, divinidad, ser superior, es una invención humana para satisfacer la añoranza de trascendencia del hombre... Fue lo que intentó hacer San Pablo cuando visitó el Areópago y contempló las estatuas a todas las divinidades griegas. Al llegar a la del "Dios desconocido", se agarró de ello para iniciar su discurso de conversión de los helenistas: "De ese Dios desconocido es que yo he venido a hablarles"...
La conversión de quien cree en otros dioses, en sus ídolos surgidos de manos humanas es, relativamente, sencilla, aun cuando se trata de desmontar para luego reconstruir. El proceso se hace engorroso en cuanto significa el reordenamiento de los pensamientos y los afectos espirituales, es decir, el reconocimiento de que lo que se tenía como algo tan apreciable por tanto tiempo no servía para nada y lo que sirve verdaderamente es lo nuevo que está siendo presentado. Y se trata entonces de sustituir quizá lo más valioso, la razón de la fe, la razón de la esperanza, la razón del amor, que movía todos los hilos de la propia existencia... Es un proceso duro que, de culminar bien, tendrá una compensación absoluta, pues se dará sólo en la convicción de que lo que se está ganando es muchísimo más valioso que lo que se tenía previamente... Es el proceso que siguieron los conversos del paganismo, de donde surgieron tremendos discípulos de Cristo...
Pero, Jesús pone sobreaviso acerca de la persecución que sufrirán los apóstoles de parte de los que ya creen: "Los excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que les dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, se acuerden de que yo se lo había dicho". El colmo de la cerrazón se sufre cuando se cree en el mismo Dios que se está anunciando, pero que en el anuncio pone al descubierto la propia mediocridad, los propios intereses, la propia indiferencia... Se está muy cómodo en la manera de creer y nadie debe venir a incomodar. Preferible cumplir con lo mínimo, sin mayores exigencias, para ser simplemente "bueno"... O peor aún, que nadie venga a dejar en evidencia lo que se hace con la fe, pues en vez de vivirla y dejar que la vida quede marcada por ella, se utiliza a placer para "esconder" las propias maldades, las propias debilidades, para aprovecharse de ella y alcanzar los más oscuros intereses propios...
Será la persecución más fuerte y más dolorosa. Los mismos que creen como uno serán los que más duramente se opongan, cuando vean en peligro sus intereses. La religión la han utilizado como un elemento más de sus caudales de riqueza o de poder o de placer, y si alguien viene a echar en cara las verdaderas intenciones, mejor quitarlo de en medio. El verdadero evangelizador se hace incómodo, no gusta, porque deja en evidencia, destapa la podredumbre, desnuda el verdadero espíritu... Los profetas se convierten, así, en seres detestables por el poder, el placer, el tener, en cuanto sacan a la luz todas las bajezas... En nuestros días lo hemos visto con el Papa Francisco. Ha movido bien las bases de las más profundas motivaciones, llamando a "los más comprometidos" en la labor pastoral de la Iglesia a la purificación a fondo de todas las intenciones y acciones. Ha llamado al verdadero servicio a los más humildes y sencillos, a no casarse con el poder, a no servir a intereses personales, a no sucumbir a las riquezas... Y eso ha sido, para algunos, muy incómodo. Se trata de ser transparente delante de Dios y de los hombres, de servir realmente con austeridad y amor, de amar con transparencia y sin dobleces, de oler a oveja y huir del boato y de los reconocimientos... Y él está dando, el primero, el ejemplo...
Ya le vendrán persecuciones. Y como a él, a todo el que quiera servir con el mejor espíritu, con infancia espiritual, con inocencia, al único Dios vivo y verdadero, que envía al mundo a llevar su amor y su salvación. Que quiere que lo veamos a Él en cada hermano pobre, sencillo, humilde y necesitado.Que nos llama a entender que el Evangelio es cosa de servicio, de amor, de donación de sí. No de servirse, de aprovecharse, de acumular honores o riquezas o poder... Mucho tenemos que aprender y mucho tenemos que hacer. Y al hacerlo, estemos preparados para las persecuciones de los que creen como nosotros, pues verán en riesgo sus prebendas...
Ramón Viloria. Operario Diocesano. Ocupado en el anuncio del Amor de Dios y en la Promoción de la Verdad y la Justicia
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lunes, 26 de mayo de 2014
lunes, 24 de marzo de 2014
La Verdad no me gusta
No nos gusta que nos digan las verdades a la cara... Preferimos que nos den lisonjas, que nos den honores, que nos reconozcan aun aquello que sea falso, pero que nos enaltezcan... Nuestra vanidad y los deseos de aparentar nos ganan muchas veces la partida... Una de las tentaciones más fuertes que tenemos los hombres es la del poder. Son tres los ídolos a los que los hombres servimos: Tener, Poder y Placer. El tener nos gana de manera ostensiva. Nos vamos llenando de cosas, casi sin darnos cuenta, y vamos creando dependencias absurdas de ellas, incluso fabricadas artificialmente, y el ídolo del tener teje su telaraña imperceptiblemente hasta que nos tiene totalmente a su servicio... El poder nos va gustando poco a poco. Lamentablemente hay servidores que son felices en el servicio en búsqueda del bien de los demás, movidos incluso por un amor altruista que busca satisfacerlos. Pero basta que se le dé un poquito de poder para que vaya envenenando su conciencia y su conducta y vaya buscando cada vez más formas de poder para someter a los demás, dejando así de servir y buscando más bien ser servido... Y el placer, al ser basado en el gusto, se presenta cada vez más atractivo, en cuanto va produciendo sensaciones "sabrosas" en quien los va percibiendo. El cuerpo no piensa... El cuerpo exige. Y si se le da algo que le plazca, lo añorará luego continuamente, pues "se la ha pasado muy bien". Los placeres van minando la capacidad de discernimiento y llega un momento en que ya no importa nada lo que sea bueno o malo, sino que el acento se pone en el "me gusta" o el "no me gusta"...
Todos estos ídolos van sustituyendo paulatinamente la bondad del hombre y lo van haciendo cada vez más egoísta, pues pone todas sus fuerzas en lograr dar satisfacción a aquellos dioses a los cuales se ha puesto al servicio. No hablemos aún de la realidad de la presencia de Dios en la vida de alguien, el cual sería absurdamente sustituido por las criaturas. Esta realidad de la idolatría es, sencillamente, horizontal. Los ídolos sustituyen a la bondad natural del hombre y lo encierran en sí mismo. Los grandes males de nuestro mundo vienen de la mano de colocarse al servicio de la idolatría del tener, del poder y del placer. Cuando los hombres nos colocamos a nosotros mismos en el centro, desmontamos toda la armonía que quiso originariamente Dios para todo lo creado. Más aún cuando no somos ni siquiera nosotros los que estamos en el centro, sino que colocamos a las criaturas inferiores a nosotros en él... Es el colmo de la autoesclavitud...
Pero en la base de todo se debe colocar la soberbia, que es el pecado cometido por Adán y Eva. El "serán como Dios" que les dijo la serpiente fue la frase cautivadora. ¿Cómo no querer estar a la altura del mismo Dios, del mismo Creador? ¿Cómo no querer tener su poder y su inteligencia? ¿Cómo no querer romper las "cadenas" que nos ataban a Él, haciéndonos poco más que sus esclavos? El ser como Dios implica tomar las riendas de la propia vida, ordenar todo según el propio criterio de utilidad, colocar todo al servicio personal, imponer el honor que se debe a quien está por encima de todo... Y eso a los hombres nos encanta... No hay como las lisonjas, los reconocimientos, los honores, las adulancias, el ocultamiento de las debilidades, para sentir las caricias narcotizadoras del ego... Que nos digan todas las cosas bellas que tenemos, y las que no también, y que nos oculten las malas... Recuerdo que el P. Cesáreo Gil decía siempre lo que sucedía con el pavo real... Se "empavonaba" -nunca mejor dicho- extendiendo sus bellas plumas y daba vueltas para que todos lo admiraran, pero cuando él mismo se veía las patas -horribles como son- las plumas instantáneamente se le caían... No era capaz de aceptar que en sí hubiera algo tan horrible como sus propias patas...
Así mismo somos los hombres... Recuerdo una escena final de una película sobre el diablo, en la que supuestamente el bien lo había vencido... La táctica para recuperar la victoria fue acercarse de nuevo al abogado joven que lo había vencido, acariciarle el ego, hablarle de sus inmensas capacidades, animarlo a seguir adelante pues de seguro triunfaría porque era muy capaz... Y así, lo conquistó para sí... La frase final del demonio fue algo así como: "Me encantan los hombres, porque son soberbios"...
Jesús vivió lo mismo... Cuando le dijo a los judíos la verdad en su cara, lo mejor que pensaron fue eliminarlo, sacarlo de en medio, callar su voz... "Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba"... La voz de Jesús, que les echaba en cara que habían rechazado a Dios desde el principio y por eso Dios mismo había buscado caminos diversos, abriendo el arco de la salvación para los demás habitantes de la tierra, les resultaba insoportable... Es preferible callar la verdad, pues es muy dolorosa... En nosotros debe haber lugar sólo para los reconocimientos. Que nadie venga a decirnos lo malo que estamos haciendo, sino que nos digan, aunque sea inventando, lo bueno que hay en nosotros... Que nos engañen diciéndonos que en nosotros sólo hay cosas buenas. No importa. Es música para nuestros oídos y para nuestro corazón y lo queremos oír siempre...
Jesús se alejaba... Es lo que hace cuando le cerramos la puerta a su Verdad, a su amor. Es lo que logramos con nuestra actitud de soberbia, de vanidad, de egoísmo... No seamos torpes queriendo alcanzar un lugar que no nos corresponde. Nuestro lugar es con Dios, el único que nos puede dar la plenitud. Fuera de Él es imposible toda compensación. Nosotros mismos jamás nos la daremos...
Todos estos ídolos van sustituyendo paulatinamente la bondad del hombre y lo van haciendo cada vez más egoísta, pues pone todas sus fuerzas en lograr dar satisfacción a aquellos dioses a los cuales se ha puesto al servicio. No hablemos aún de la realidad de la presencia de Dios en la vida de alguien, el cual sería absurdamente sustituido por las criaturas. Esta realidad de la idolatría es, sencillamente, horizontal. Los ídolos sustituyen a la bondad natural del hombre y lo encierran en sí mismo. Los grandes males de nuestro mundo vienen de la mano de colocarse al servicio de la idolatría del tener, del poder y del placer. Cuando los hombres nos colocamos a nosotros mismos en el centro, desmontamos toda la armonía que quiso originariamente Dios para todo lo creado. Más aún cuando no somos ni siquiera nosotros los que estamos en el centro, sino que colocamos a las criaturas inferiores a nosotros en él... Es el colmo de la autoesclavitud...
Pero en la base de todo se debe colocar la soberbia, que es el pecado cometido por Adán y Eva. El "serán como Dios" que les dijo la serpiente fue la frase cautivadora. ¿Cómo no querer estar a la altura del mismo Dios, del mismo Creador? ¿Cómo no querer tener su poder y su inteligencia? ¿Cómo no querer romper las "cadenas" que nos ataban a Él, haciéndonos poco más que sus esclavos? El ser como Dios implica tomar las riendas de la propia vida, ordenar todo según el propio criterio de utilidad, colocar todo al servicio personal, imponer el honor que se debe a quien está por encima de todo... Y eso a los hombres nos encanta... No hay como las lisonjas, los reconocimientos, los honores, las adulancias, el ocultamiento de las debilidades, para sentir las caricias narcotizadoras del ego... Que nos digan todas las cosas bellas que tenemos, y las que no también, y que nos oculten las malas... Recuerdo que el P. Cesáreo Gil decía siempre lo que sucedía con el pavo real... Se "empavonaba" -nunca mejor dicho- extendiendo sus bellas plumas y daba vueltas para que todos lo admiraran, pero cuando él mismo se veía las patas -horribles como son- las plumas instantáneamente se le caían... No era capaz de aceptar que en sí hubiera algo tan horrible como sus propias patas...
Así mismo somos los hombres... Recuerdo una escena final de una película sobre el diablo, en la que supuestamente el bien lo había vencido... La táctica para recuperar la victoria fue acercarse de nuevo al abogado joven que lo había vencido, acariciarle el ego, hablarle de sus inmensas capacidades, animarlo a seguir adelante pues de seguro triunfaría porque era muy capaz... Y así, lo conquistó para sí... La frase final del demonio fue algo así como: "Me encantan los hombres, porque son soberbios"...
Jesús vivió lo mismo... Cuando le dijo a los judíos la verdad en su cara, lo mejor que pensaron fue eliminarlo, sacarlo de en medio, callar su voz... "Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba"... La voz de Jesús, que les echaba en cara que habían rechazado a Dios desde el principio y por eso Dios mismo había buscado caminos diversos, abriendo el arco de la salvación para los demás habitantes de la tierra, les resultaba insoportable... Es preferible callar la verdad, pues es muy dolorosa... En nosotros debe haber lugar sólo para los reconocimientos. Que nadie venga a decirnos lo malo que estamos haciendo, sino que nos digan, aunque sea inventando, lo bueno que hay en nosotros... Que nos engañen diciéndonos que en nosotros sólo hay cosas buenas. No importa. Es música para nuestros oídos y para nuestro corazón y lo queremos oír siempre...
Jesús se alejaba... Es lo que hace cuando le cerramos la puerta a su Verdad, a su amor. Es lo que logramos con nuestra actitud de soberbia, de vanidad, de egoísmo... No seamos torpes queriendo alcanzar un lugar que no nos corresponde. Nuestro lugar es con Dios, el único que nos puede dar la plenitud. Fuera de Él es imposible toda compensación. Nosotros mismos jamás nos la daremos...
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