Jesús es absolutamente libre. Y es infinitamente poderoso. Es Dios, y posee exactamente las mismas cualidades que el Padre. Él mismo dice: "El Padre y yo somos uno". "Todo lo que es del Padre es del Hijo", y por eso, en sus capacidades son idénticos... Esto quiere decir que Jesús puede hacer los milagros que quiera, pues nada escapa de su poder. Incluso si no se le pide. Pero en su gesto pedagógico con el cual quiere enriquecer a todos los hombres, quiere dejar claro que en los hombres tiene que haber una intencionalidad previa, que es la de dejarse amar de Dios. Los milagros no son gestos mágicos, no son simples portentos para demostrar algo que no es necesario demostrar en Dios, no es una manera de recibir algo maravilloso que no sea necesario y ni siquiera agradecido. Los milagros tienen un fin, que es el de unir más a Dios, el de hacer sentir más su amor, el de asentarse más firmemente en la vida en Él, en su poder, en su providencia. No se reciben favores de Dios para nada. Dios no es un hacedor de milagros, como lo sería un mago en un escenario para dejar sorprendidos y boquiabiertos a los espectadores... Dios tiene otro objetivo al realizar sus portentos. Quien es objeto de un milagro, lo recibe para amarlo más y para sentirse más amado...
La fe, en este caso, no sólo es la confianza en que Dios es capaz de hacerlo, en que es todopoderoso y nada se le resiste, en que como Dios nada hay imposible para Él. La fe es tener la certeza de su amor, de que ese amor provee lo necesario e incluso lo extraordinario, de que siempre estará a favor del indigente, procurando siempre convencerlo de que lo ama y de que por él será capaz de hacer lo que sea, con tal de que con ello sienta ese amor infinito. Para el que se acerca confiado a Jesús a pedir un favor, condición indispensable no es sólo que quiera que su problema sea resuelto, sino saber que en esa solución está la carga de amor más tierno y poderoso que puede existir, y que él debe responder también con un amor más comprometido, más puro, más cercano...
"Anda en paz. Tu fe te ha salvado"... "Les digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe"... "¡Qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que has pedido"... "Que les suceda según la fe que tengan ustedes"... Son las expresiones que dice Jesús. No se trata sólo de estar convencidos de su poder. Ya ese poder lo ha demostrado Jesús en diversas ocasiones previas, de la cual, a lo mejor, los que solicitan un favor han sido incluso testigos. No se trata, por tanto, de que piensen que Jesús es capaz de hacerlo. Ya lo saben. Se trata de que lo haga conmigo, de que me haga sentir su amor, de que yo sea también objeto de su amor. Y se trata de mi compromiso. De que, al recibir su favor, me comprometeré aún más con Él, le serviré aún más, seré más suyo...
Tan cierto es esto que incluso quien no demuestra mucha fe, puede también recibir un favor, con la condición de que ésta aumente y lo haga servir más a Dios, ser más suyo... Cuando se recibe un favor de Dios, un milagro, se convence uno más de ese poder infinito, y siente con la mayor fuerza su amor que se coloca al lado de uno. Es una experiencia que tienen los que reciben de Dios esos gestos de amor... Ciertamente el hombre mantiene por encima de todo la libertad infinita con la cual Dios mismo lo ha enriquecido, y puede reaccionar desfavorablemente, sin dar el reconocimiento a Dios, como sintiéndose "con derecho" a lo que Dios ha hecho para él.. Recordemos el episodio de los leprosos sanados, de los cuales sólo uno regresó para agradecer a Jesús lo que había hecho... Sólo uno reconoció la mano del Dios amor en lo que había sucedido, y sólo uno le dio la gloria al Señor, como correspondía... Los otros habían recibido exactamente el mismo favor, pero no fueron capaces de reconocerlo. No por ello "se revirtió" el milagro, pues Jesús lo había hecho como un gesto de amor, y Él no dejaría de amarlos igual. Pero sí quedó al descubierto el corazón malagradecido y lejano que aquellos poseían...
En los milagros del Señor, o es necesaria la fe para que se den, como condición previa, o se produce la fe como consecuencia de haber experimentado la providencia todopoderosa de Dios. Pero en la base de todo está la fe que se alimenta del amor. Es el amor el motor principal. Dios ama infinitamente y en su poder hace lo que sea para favorecer a los hombres. Si lo considera necesario, incluso pasará por encima de la normalidad. Y es el amor del hombre que recibe ese favor, el que lo motiva a acercarse a Dios para pedirlo, para dejarse llenar de él. Y al recibirlo, es el amor por Él el que se compromete más a seguirlo, a servirle, a ser suyo. Y a ser instrumento de ese amor para todos los hermanos...
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