San José, sin duda, demostró ser un verdadero santo... "Decidió repudiarla en secreto", nos dice el Evangelio, cuando se enteró del embarazo de María... La ley mosaica permitía la lapidación de la mujer adúltera. Recordemos el episodio en el cual a Jesús le presentan a una mujer sorprendida "en flagrante adulterio". Una ley convenientemente redactada por hombres, que imponía la pena de muerte a la mujer, pero al hombre no lo tocaba. Quizá quedaba en evidencia delante de todos, pero hasta ahí. A la mujer se le imponía la pena máxima, y al hombre la mínima... Por eso, San José demuestra que no es de la "calaña" de quien había redactado la ley, sino que su calidad humana era superior. No invoca la ley que lo respalda, sino que guarda su repudio en secreto...
En todo caso, José estaba herido. La mujer a la que amaba le había sido infiel. Ya estaban en los trámites del matrimonio. Estaban "desposados", lo cual era ya un matrimonio con todas las de la ley, pero aún no convivían. Algo similar al "compromiso" que conocemos nosotros entre parejas, que echa ya una suerte de lazo entre los dos pretendientes. El desposorio era algo más profundo, era ya un matrimonio, que daba incluso derecho a la intimidad, pero que no consideraba aún la convivencia... Según la tradición y las conclusiones lógicas que podemos sacar de la relación entre José y María, ambos podrían haber hecho un compromiso de virginidad. A José se le conoce como "El Casto" y María es "La Virgen". Se dice que entre ambos había ya un acuerdo de no hacer uso de la genitalidad en su matrimonio. La literatura apócrifa es pródiga en este detalle. Esto, evidentemente, no da ningún sustento histórico cierto, pero sí hace pensar en que algo de esto tuvo que haberse dado, pues de no ser así, ni siquiera se haría referencia a eso. Como reza el famoso dicho: "Cuando el río suena es porque piedras trae..."
Por otro lado, la expresión de María al sorprenderse ante la afirmación del Ángel, denota una intención que no es simplemente constatación del momento que vive ahora, sino que quiere ser mantenida en el futuro: "¿Cómo será eso, si no conozco a varón?" La pregunta se refiere a no haber tenido nunca intimidad con un hombre. Y no se refiere sólo a lo que ha sucedido hasta ese momento, sino que es una declaración de intención futura. No tendría sentido la pregunta de María si no fuera así. El Ángel le dice a María que quedará embarazada. El tiempo es futuro. Y en ese futuro de María está su matrimonio con José, por lo cual no tendría sentido que se sorprendiera, si hubiera existido una intención de tener intimidad con su futuro esposo, con lo cual el embarazo sería una consecuencia absolutamente lógica. A menos que hubiera una intención distinta. La conclusión más lógica es que existía, entonces, un acuerdo previo entre ambos de no hacer uso de esa intimidad...
San José, definitivamente, tenía todo el derecho de sentirse traicionado. Pero se debatía entre su amor inmenso a la que era su esposa y lo que él sospechaba que había sucedido. Pero su bonhomía y su amor le impiden buscar la aplicación de la ley, y su repudio natural y lógico lo guarda en su corazón. Fue necesaria la presencia del Ángel para aclararle el misterio de lo que estaba sucediendo: "José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados". Estas palabras del Ángel le devuelven a José toda la tranquilidad que había perdido, y lo colocan en el lugar privilegiado de ser el padre de ese personaje que espera toda la nación de Israel. Será el "Custodio del Redentor", quien tendrá bajo su cuidado al Niño en el cual está Dios, a quien se le encomienda la tarea de ser cabeza de la Sagrada Familia, en la cual está la mujer más privilegiada de toda la historia y el Redentor de la humanidad. Una inmensa tarea que cumplirá cabalmente, como veremos en el desarrollo posterior del ciclo de la infancia de Jesús. Y la cumplirá con total humildad. En todo el Evangelio no se nos dice una sola palabra que haya pronunciado José. Fue el padre putativo de Jesús, el esposo de la Virgen María, pero todo lo asumió como un servicio que debía realizar con toda la humildad, quizá entre las mayores que encontramos en todos los relatos evangélicos...
José entendió que su servicio debía ser hecho desde la humildad, desde lo escondido. Él estaba a la sombra de Yahvé, que lo había elegido para ser parte importantísima de esta historia de entrada del Mesías al mundo. Él fue el instrumento sencillo que utilizó Dios para custodiar al Niño recién nacido, defendiéndolo de quien pretendía sacarlo de en medio, protegiéndolo de cualquiera de los peligros que podía correr en su infancia, instruyéndolo en su propio oficio de artesano para que pudiera luego mantener la casa y a su Madre, ejerciendo su rol paterno llamando la atención cuando debía llamarla, enseñando las virtudes, los valores y los principios que en lo humano fueron tallando la figura del hombre Jesús...
Nunca sabremos agradecer del todo y en su justa medida la tarea que ejerció San José en esta historia incipiente del Mesías. Todo en él fue humildad, huyendo de destacar a la fuerza, cuando hubiera podido hacerlo con todas las de la ley. El hecho de que no destacara para nada en todo, quiere decir que todo lo hizo como debía hacerlo. No erró José en sus enseñanzas. El hombre que era Dios, Jesús, demostró en su conducta humana lo que había recibido de su padre. Su responsabilidad con su Madre, su compromiso asumido plenamente, su solidaridad con los más débiles, su solidez de criterios, su aplicación estricta de la justicia..., son caracteres que adquirió de su padre putativo, el que le dio la formación humana que demostró en su misión posterior.
Así como fue humilde en su aparición en la historia de Jesús, así como fue humilde en su tarea de Custodio de la Madre y del Hijo, así mismo fue humilde en su partida. Los Evangelios no nos relatan nada de él, ni de su muerte. Silencioso, habiendo cumplido fielmente su tarea en lo escondido, sin recibir el reconocimiento de nadie, se retira de la historia de la salvación. Nos dejó su legado de humildad, de responsabilidad, de amor a María y a Jesús... Y por eso tuvo el reconocimiento que vale la pena verdaderamente, el del Padre que lo ha premiado por haber sido "siervo bueno y fiel" y por eso pasó a "gozar de la dicha de su Señor..."
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