En general, los contrastes sirven para negar a los contrarios... Cuando afirmamos la claridad, de alguna manera estamos negando la oscuridad. Cuando afirmamos el calor, de alguna manera estamos negando el frío... Pero, igualmente, el contraste confirma la existencia de su opuesto. Al afirmar que hay calor, se está afirmando la existencia del frío como referencia. Al afirmar la oscuridad siempre se hace referencia a la claridad que la vence... La realidad de las cosas, siendo absolutas, también tiene un componente de relatividad necesaria, en cuanto en cierto modo siempre se pone en referencia a algo... Esa es la existencia humana. Cada persona es una afirmación de la existencia. Somos seres absolutos, en cuanto que existimos y tenemos subsistencia en nosotros mismos, pero esa absolutez nuestra no es única, pues nuestra personalidad se sustentará más sólidamente y se desarrollará totalmente sólo en la medida en que nos pongamos en relación con los otros iguales a nosotros. El concepto de persona contiene como esencia primaria el concepto de relación. Una persona es el que es capaz de entrar en relación con sus iguales... No lo será si no llegara a tener esa relación. Un hombre que no sea capaz de interactuar con otros hombres, podrá ser muy hombre, pero no será nunca persona...
En Dios también se puede afirmar la absolutez plena de su existencia. La afirmación de ella es la negación su contrario. Pero es también la afirmación de eso contrario. Al afirmar que Dios es Amor, estamos negando al odio en Él, pero a la vez estamos reconociendo su existencia. Al afirmar que Dios es la Salvación del hombre, estamos negando que Él dé la condenación, pero a la vez estamos afirmando la posibilidad de esa condenación al alejarse de Él... En lo único que Dios sería "Absolutamente absoluto" es en la existencia de sí mismo, pues afirmarlo no sugiere la existencia de su contrario, que sería la nada. La nada, por definición, no existe. Por lo tanto Dios es el único existente absolutamente necesario, pues su contrario es el absurdo, el vacío, la nada total... Y eso, así como así, no existe...
Los contrastes, de esta manera, más que pobrezas, en nuestro mundo, son riquezas... Nos dan el abanico de todas las posibilidades, pues ponen la gama completa de los colores y matices de la inmensa e infinita variedad de la existencia. Esa diversidad interminable es, definitivamente, el cumplimiento del deseo y el designio de Dios para que los hombres tuviéramos a la mano inmensas opciones para elegir. Unas serán mejores y enriquecedoras, otras menos buenas, y algunas serán hasta empobrecedoras, pues, quizá sirviendo muy bien a algunos, para otros no son tan útiles...
Es la libertad de la que somos herederos, y que Dios quiere que usemos de la mejor manera, siendo capaces de discernir cuál es el mejor camino para cada uno. Cuando dijo Dios: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza", dejó en nosotros la traza más importante de su esencia, que es el amor. Ese amor hace libre al hombre y lo impulsa a tomar las mejores decisiones que lo mantendrán en ese mismo amor de Dios, en el amor de los hermanos, procurando siempre su bien, y en el amor a sí mismo, queriendo igualmente el mayor bien para sí...
Y como Dios es infinitamente libre, y procurará siempre el mejor camino para hacer llegar el bien a los hombres, también en ese amor de libertad ha elegido los caminos más idóneos en los momento específicos... Ha sido un Dios de altas y de bajas... Ha elegido también vivir en los contrastes, optando por los caminos que Él mismo ha considerado necesarios en los momentos oportunos. En ocasiones se ha presentado magnífico, como en la gesta extraordinaria de la creación, en la que tuvo que usar de todo su poder infinito para traer todo desde la nada a la existencia... O como cuando mostró su poder infinito también en la epopeya libertadora de Israel de las garras del terrible y poderoso enemigo egipcio... O como cuando hizo que los ancianos estériles del Antiguo y del Nuevo Testamento abrieran de nuevo las fuentes de la vida para concebir personajes puntales de la historia de la salvación, como en los casos de Abrahan y Sara, que concibieron a Isaac, o el caso de Manóaj y su mujer, que concibieron a Sansón... O más cercano, ya en el Nuevo Testamento, el caso de Zacarías e Isabel, que concibieron a Juan Bautista, el Precursor de Jesús... Es el Dios poderoso que se hacía presente con toda su magnificencia en la historia de los hombres para dejar bien claro en las manos de quién estaba esa historia...
Tan esencial era la compresnión de ese Dios Todopoderoso, que el argumento que usa el Ángel Gabriel para "convencer" a María, la que iba a ser la Madre del Redentor, de que la posibilidad de concebir en su vientre al Salvador del Mundo era tan real, que Isabel, la que era estéril, ya estaba encinta desde hace seis meses, pues "para Dios no hay nada imposible..." El Dios Todopoderoso, tal como se había hecho presente en todo su esplendor durante la historia anterior, ahora se hacía presente en el aquí y el ahora de María, para hacerla devenir en la Madre de quien venía a rescatar a toda la humanidad de la oscuridad terrible del pecado...
Pero, así como había mostrado su poder infinito y omnímodo, ese Dios, creador también de los contrastes enriquecedores, decidió libremente usar el contraste de lo que negaba su poder, y de lo que a la vez lo afirmaba: la debilidad, la sencillez, el anonadamiento... Como dice San Pablo, "se despojó de su rango, pasando por uno de tantos..." y "aprendió, sufriendo a obedecer". Ese Dios magnífico y todopoderoso, se hizo tan desvalido como un niño recién nacido... Aún menos, como un ser apenas concebido en el vientre de su Madre... Y decidió mostrarse el más débil entre los débiles, perseguido para ser asesinado apenas nacido. Se sometió en todo a la autoridad de sus padres, Él que había sido el que había creado la institución paterna y familiar... Y, al final de sus días terrenos, se sometió por completo a la maldad de los hombres, apareciendo humillado, golpeado y ofendido por los poderosos, con lo cual se unió esencialmente a los más débiles y humillados. Y en el extremo de esa debilidad libremente asumida, lo vimos en una Cruz, muerto, ensangrentado, inerme, habiendo entregado su Espíritu al Padre nuevamente...
Ese el el Dios de los contrastes... El Dios Todopoderoso, creador de todo lo que existe, liberador del pueblo de Israel sometido al yugo de los egipcios, posibilitador de todos los milagros en medio del pueblo... es el mismo Dios humilde y débil que está en el Niño Jesús, que desde su amor asume todos los dolores y sufrimientos de los hombres, el que los carga sobre su Cruz y muere por ellos en el altar ignominioso... Es el Dios de las altas y de las bajas, que las asume porque nos ama infinitamente y hará lo que sea necesario para que esa salvación sea nuestra...
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