El Triduo Pascual es el núcleo de todas las celebraciones litúrgicas del año, hacia el que confluye la Cuaresma, en la cual los cristianos hemos ido disponiendo nuestro corazón para sacar el mayor provecho a estos misterios que son los más importantes y que sustentan toda confesión de fe cristiana. Porque hay Triduo Pascual hay liturgia cristiana. Se inicia el Jueves Santo y finaliza con la Pascua de Resurrección. El jueves es también la celebración de la identidad de la Iglesia diocesana, pues por la mañana se celebra la llamada Misa Crismal, en la que los sacerdotes que conforman el presbiterio de la Diócesis, celebrando en torno y junto al Obispo, renuevan delante de él sus compromisos sacerdotales de servicio y ministerio en favor del pueblo de Dios que le ha sido encomendado, y el Obispo consagra los aceites que serán usados para los sacramentos durante todo el año. Por la tarde se da propiamente inicio a las celebraciones del Triduo Pascual, con la celebración de la Misa de la Cena del Señor. Es un momento muy especial, por cuanto Jesús da inicio a los pasos que desembocarán en su entrega a la Pasión cruenta que culminará en la muerte ignominiosa en Cruz, pero que tendrá su colofón maravilloso y glorioso en su Resurrección. Jesús quiere tener la Cena Pascual con sus discípulos y hace que todo esté pronto para dicha celebración. Esta cena era el recuerdo anual que hacía el pueblo de la portentosa liberación que había hecho Dios de Israel de las garras de la esclavitud bajo el imperio egipcio. Fue el momento más alto de la historia de la salvación que había vivido Israel, en el que Dios demostró su preferencia por él, demostrado con los maravillosos portentos de los que hizo gala el Señor en su favor, por mediación de su siervo Moisés. Para Israel, este recuerdo renovaba su vivencia de pueblo amado y favorecido de Yahvé, lo que los llenaba de la esperanza en la definitiva liberación final. Por ello tenía tanta relevancia entre las celebraciones litúrgicas que hacía el pueblo. Lo celebraban en familia, como dando a entender la intimidad que debía darse en el contacto con Dios, y el sentido comunitario y familiar que debía tener este reconocimiento de la presencia de Dios en medio del pueblo. Jesús va a celebrarla con su familia, con sus amigos, que son los apóstoles. Y se reúne con ellos para hacer uno de los gestos más significativos de toda su obra. "Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo", son las palabras con las que San Juan introduce este momento tan denso de la obra de Jesús.
Habiendo cumplido con todo el ritual que exigía la celebración de la Cena Pascual -"Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. La sangre será la señal de ustedes en las casas donde habitan. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante ustedes, y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto. Este será un día memorable para ustedes; en él celebrarán fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejarán'"-, Jesús incluye unos gestos nuevos, que significan de algún modo la novedad de todo lo que está sucediendo, superando el simple recuerdo de lo pasado: "El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo: 'Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía'. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: 'Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; hagan esto cada vez que lo beban, en memoria mía'. Por eso, cada vez que comen de este pan y beben del cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva". En el culmen de su amor, deja su propia carne y su propia sangre como donación póstuma a la humanidad. Ese cuerpo que será entregado y esa sangre que será derramada no se perderá en el vacío, sino que Jesús lo quiere dejar como su regalo de amor para que siga siendo alimento y compañía para la humanidad de todos los tiempos. Al consumirlo, cada cristiano actualiza en sí los efectos de la salvación y de la redención que Jesús realizó una vez y para siempre. Este sacrificio de entrega sustituye y elimina la necesidad de todo sacrificio como los anteriores que hacían los sacerdotes del Antiguo Testamento. Jesús es el Nuevo Testamento, que hace nuevas todas las cosas con la entrega de su cuerpo y de su sangre. De esa novedad nos hace a todos beneficiarios, pues hasta el fin de los tiempos tendremos la ocasión de alimentarnos de esa comida celestial que nos deja como regalo. Y además, encarga a los apóstoles y a los que fueran sus sucesores de celebrar, hasta su vuelta, estos gestos que renuevan y actualizan su entrega. Es decir, no solo instituye el Sacramento de la Eucaristía sino que además instituye el Sacramento del Sacerdocio para que la posibilidad de la reiteración del gesto de donación en su cuerpo y en su sangre estuviera asegurada para el futuro de la Iglesia que estaba naciendo. La Eucaristía y el Sacerdocio eran los regalos póstumos que estaba dejando Jesús a todos antes de su muerte y su resurrección. Gestos indudables de amor de quien no quiso dejar al hombre sin los apoyos necesarios para avanzar en su camino de santificación.
Pero Jesús da un paso más adelante, como queriendo enseñar que el encuentro con Él no era una cuestión intimista. Que, además de darse en el encuentro silencioso, solitario e íntimo de su corazón con el corazón de quien lo recibe, debe tener una consecuencia comunitaria, de profundización en la vida de fraternidad, de caridad, de solidaridad entre todos los que llegarán a ser sus discípulos. La vida de fe es una vida profundamente comunitaria. Se equivoca quien piensa que vivir la experiencia de la entrega de Jesús por su amor termina en eso, y no tiene mayores implicaciones para una vida posterior. Ciertamente la experiencia de intimidad con el Señor en la Eucaristía es tremendamente significativa y debe ser transformadora de una vida personal de santificación personal. Pero ello debe necesariamente desembocar en lo que hizo Jesús luego de celebrada la Cena Pascual y de instituidos los sacramentos de la Eucaristía y del Sacerdocio: "Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido". Este era un gesto propio de los esclavos, que limpiaban los pies de sus señores cuando llegaban a casa. Jesús quiere significar que Él se ha hecho esclavo de todos y por ello les limpia los pies a los discípulos. A pesar de la reticencia de Pedro a dejarse lavar los pies por el Señor, Jesús insiste: "'Si no te lavo, no tienes parte conmigo'. Simón Pedro le dice: 'Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza'". Y finaliza Jesús este gesto extraordinario con la enseñanza para los hombres de todos los tiempos: "¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman “el Maestro” y “el Señor”, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros: les he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con ustedes, ustedes también lo hagan". Jesús da el ejemplo, para que todos lo sigamos. Vivir la Pascua, participar de la Cena Pascual, comer la carne y beber la sangre del Señor, no se pueden quedar solo como gestos de intimidad con Él. Además de ser instrumentos de santificación personal, deben llevarnos a vivir el amor fraterno, haciéndonos esclavos de todos, sirviéndoles en el amor que nos enseña Jesús y entregando, de ser necesario, nuestra vida por ellos. Es el gran misterio del amor que debemos vivir todos los discípulos de Jesús.
Tenemos tanto que aprender de ti Señor, ayúdanos a vivir con una actitud de servicio y disponibilidad. Imagínate que Jesús lavará nuestros pies?☺️
ResponderBorrarHoy es la noche de los regalos, te quedaste Señor con nosotros en la Eucaristía. Gracias Padre por tanto Amor.
ResponderBorrarSeñor en tus enseñanzas recibidas, gracias por tus ganas de servir, y enseñanos a ofrecer siempre nuestra ternura a nuestros hermanos pobres y desamparados..
ResponderBorrarSeñor en tus enseñanzas recibidas, gracias por tus ganas de servir, y enseñanos a ofrecer siempre nuestra ternura a nuestros hermanos pobres y desamparados..
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