jueves, 22 de abril de 2021

Basta abrir el corazón al amor de Dios para recibir la salvación

 Lectio Divina: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae mi Padre” | Desde la  Fe

La expansión del mensaje de salvación de Jesús, que se empieza a llevar adelante en cumplimiento del mandato misionero y luego del envío del Espíritu Santo, se va realizando con mucha solidez y mucho éxito. Son cada vez más los que escuchan la mejor noticia que el mundo podía recibir, y se convierten. Ya no se trata solo de los judíos que se convertían a la nueva fe cristiana, sino que en esa misma expansión, causada principalmente por la persecución a la que eran sometidos los discípulos de Jesús, el anuncio llegaba fuera de las fronteras de Israel, a personajes que no pertenecen al pueblo judío y que venían del paganismo, es decir, creyentes en otras deidades o ídolos. Son gente que nunca había tenido noticias previas de un Dios como Yhavé, todopoderoso y creador, que había elegido a un pueblo para que fuera suyo, y que tenía la plena disposición de llenarlo de su amor y de sus favores. En ninguna otra religión del mundo se daba esta cualidad del encuentro personal de Dios, pues era imposible, al ser creaciones de las mentes religiosas de esos pueblos extranjeros. En el judaísmo había plena conciencia de ser un pueblo elegido, que no se había inventado a un dios propio, sino que había sido elegido por ese Dios para que fueran suyos. No habían sido ellos los que habían salido en la búsqueda de Dios, sino que era Dios el que había salido en busca del pueblo. Esto llegó a su punto más alto en Jesús. El Papa San Juan Pablo II, en su convocatoria a la celebración del Jubileo del año dos mil, en la Exhortación Tertio Millennio Adveniente, hizo una afirmación que echa muchas luces al respecto. Afirmó que la única religión del mundo en la que no es el hombre el que sale en busca de Dios, sino que es Dios el que sale en busca del hombre, y en la que realmente viene, haciéndose uno más de entre nosotros, es nuestra religión cristiana. Esta manera de actuar de Dios es absolutamente única, y por eso era tan atractiva para todos los que no lo conocían.

Fue esto lo que atrajo más a aquel eunuco etíope que iba leyendo las Escrituras, pero que no entendía lo que querían transmitir. Seguramente era un prosélito o temeroso de Dios, como se calificaba a aquellos no judíos que se convertían al judaísmo. En ese peregrinaje de los primeros discípulos, se hacía presente el Dios vivo y marcaba las pautas. El diácono Felipe es transportado a su encuentro para echar luces al espíritu del eunuco: "En aquellos días, un ángel del Señor habló a Felipe y le dijo: 'Levántate y marcha hacia el sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto'. Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo al profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: 'Acércate y pégate a la carroza'. Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: '¿Entiendes lo que estás leyendo?' Contestó: '¿Y cómo voy a entenderlo si nadie me guía? E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él". Es sorprendente la humildad del eunuco que solicita el ser iluminado para poder comprender las Escrituras. Y su aceptación de la iluminación que recibe de parte de Felipe: "El eunuco preguntó a Felipe: 'Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?' Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: 'Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?' Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría". La conversión del eunuco y su aceptación de la palabra que le transmitió Felipe, fue su salvación. Era un nuevo cristiano que confirmaba la intención de Dios de salvar a todos los hombres que se dejaran conquistar por su amor y se entregaran a Él con la mayor ilusión, tal como lo hizo él.

La venida del Hijo de Dios al mundo no tenía otra intención que la del rescate de la humanidad, empezando por el pueblo elegido y siguiendo adelante hasta conquistar a toda la humanidad. Son los hombres de todos los tiempos y de todas las geografías los beneficiarios del amor de Dios y de la entrega del Hijo para su restauración. Es a todos los hombres del mundo a los que quiere hacer de nuevo Dios con la obra de entrega de Jesús. Ninguno está excluido, como no estuvo excluido el eunuco etíope. En el discurso del Pan de Vida que pronuncia Jesús en el Evangelio de San Juan, esta intención queda claramente establecida: "En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: 'Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí'". Ese Dios que sale de sí mismo y se entrega a la humanidad, haciéndose uno solo con ella, no solo traerá la salvación para todos, sino que se ofrecerá como peña en la que se sustente la nueva vida que recibirán, y añadirá a ese tesoro su propio ser que se ofrece como alimento espiritual para la vida y la fortaleza de quienes lo reciban como su Salvador. No es una compensación temporal, sino que será determinante y esencial para mantenerse luego en la condición de salvados, de resucitados, de nacidos de nuevo en el amor de Dios: "No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad les digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de Él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo". Es la promesa cumplida de nuestro Dios de amor, la de Aquel que es fiel y nunca deja de cumplir su promesa a los hombres.

2 comentarios:

  1. Señor, creemos q por Amor te has qedado con nosotros al darnos pan que nos da la vida, ayúdanos a buscar solamente lo que a ti te agrade😊

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  2. Así es para nosotros como dijo Jesús "Yo soy el pan vivo que bajo del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre"

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