lunes, 7 de diciembre de 2020

Por encima de todo está el amor de Dios por nosotros

 Evangelio de hoy (Lunes, 10 de diciembre de 2018) - La Luz de Maria

La obra que viene a realizar Jesús para rescatar al hombre de su propio oprobio, procurado por el alejamiento a su amor, jamás dejará de encontrar opositores. Incluso con las evidencias en los ojos de que es una obra que de ninguna manera puede perjudicar, pues surge de las manos de Aquel que solo busca el bien del hombre, y que por lo tanto en ningún momento podría ser interpretada como perjudicial para nadie, el imperio del mal querrá siempre imponerse para atraer adeptos que se alineen con él, pretendiendo con ello ganar una batalla que, a pesar de que al final perderá, intentará lograr una y otra vez. La obstinación del mal es atrevida, y no dejará de intentarlo. Por ello en incontables ocasiones nos encontraremos en el Evangelio con estos desencuentros de Jesús con aquellos que que, fuera como fuera, querían imponer la experiencia de la fe judía solo como una práctica de cumplimientos vacíos, que no tomaban en cuenta al hombre concreto, ni sus necesidades, sino solo su alineamiento o no con el cumplimiento de lo exterior. Poco les importaba a ellos que la gente fuera buena o no, que vivieran la fraternidad o no, que fueran solidarios o no. Apuntaban más bien a sus privilegios y al peligro que corrían de perderlos desde que apareció Jesús para echarles en cara su conducta alejada de la justicia y de la verdad. Lo cierto es que, al final, cuando todo lo anunciado se haga realidad, su conducta quedará en evidencia y tendrán que aceptar que ese tiempo de subyugar a la gente con su poder ha llegado a su fin.

Jesús viene a dar al traste con toda esa parafernalia montada concienzudamente por los poderosos. El plan de ellos es destruir el plan de Dios sobre el hombre. Y en ese encuentro con el paralítico, que tiene todo un relato previo de las maravillas y portentos que va realizando Jesús a su paso por en medio del pueblo, donde se van suscitando las alegrías supremas por la presencia de Aquel que viene a salvar, lo cual además ese pueblo que se sentía abandonado por sus propias autoridades religiosas percibe como el signo de que Dios nunca deja de cumplir su palabra y que por lo tanto es el Dios fiel que los ama eternamente, exige de algún modo una adhesión de fe y una confianza absoluta en el Dios que no deja de cumplir: "Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con Él para realizar curaciones. En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: 'Hombre, tus pecados están perdonados'". Es un encuentro con el Dios de la vida, el que hará absolutamente nueva todas las cosas. El gozo es la reacción natural. Aún así, hay reticencia entre las autoridades ante quienes están presentes. No van al argumento de la curación sino al del perdón. Jesús no solo se ocupa de la situación física del hombre, sino que entra en barrena en lo más profundo: "Tus pecados están perdonados". Para aquellos es un escándalo... "Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: '¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?'". Era un campo vedado. Nadie puede hacerse igual a Dios. "Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: '¿Qué están pensando en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir: 'Tus pecados te son perdonados', o decir: 'Levántate y echa a andar'? Pues, para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: 'A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa'". Jesús muestra su poder divino y su misericordia amorosa. Por ello, al final no resta sino solo reconocer: "Hoy hemos visto maravillas".

Y es que como es natural, en medio de todo el tráfago de la vida, sean situaciones de bien o que podamos percibir dañinas, la presencia de Dios en la vida de los hombres es una realidad que nunca desaparecerá. Habiéndonos creado no nos ha dejado ni nunca nos dejará solos. Necesitamos fundar nuestra esperanza sólidamente, pues es lo que nos queda en el corazón. De lo contrario la vida se nos puede escurrir de las manos como el agua que no almacenamos. Y es eso precisamente lo que Dios quiere que atesoremos, por encima de todo pensamiento que nos pueda venir en contra, cuando la tristeza o el dolor quieran vencer: "Sean fuertes, no teman. ¡He aquí su Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y los salvará.' Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo, y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial. En el lugar donde se echan los chacales habrá hierbas, cañas y juncos. Habrá un camino recto. Lo llamarán 'Vía sacra'. Será por supuesto, la consolidación de todo en el amor. El reinado de ese amor se impondrá y será lo único que existirá e inundará el corazón de todos. En medio de tanta tribulación que haya tocado vivir, real y dolorosa, se dará el cambio radical y el establecimiento definitivo de aquella realidad idílica, que nos es relatada de las maneras más sublimes, para que entendamos que es el amor que siempre vencerá. "Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción". Es el decreto de Dios y eso no dejará de cumplirse.

2 comentarios:

  1. Jesús se opone a una religión que esclaviza al ser humano, lo que desea es curarlo por dentro y por fuera. Sana nuestra vida Señor!

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  2. Jesús se opone a una religión que esclaviza al ser humano, lo que desea es curarlo por dentro y por fuera. Sana nuestra vida Señor!

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