miércoles, 9 de diciembre de 2020

Con Jesús somos una fortaleza indestructible

 EL PESO DEL AMOR

Entre las sensaciones que podemos vivir los cristianos en el mundo, teniendo la conciencia de que el Señor nos ha creado para ser felices y nos ha puesto en el mundo como sus criaturas predilectas para procurar avanzar en ese camino de felicidad que Él mismo nos señala y en el cual Él es también la meta, está el de vivir en una angustia espiritual y a veces hasta física, de sentirnos abandonados y no saber descubrir esa dicha a la que estamos llamados. Son a veces tantas las experiencias contrarias a la felicidad que llegamos incluso a dudar de la promesa divina de felicidad: "Al Señor no le importa mi destino, mi Dios pasa por alto mis derechos". Es un reclamo que casi hasta legítimamente le hacemos a Dios en ocasiones en las que sentimos que aquella promesa de felicidad está muy lejos de cumplirse. Un mundo que ha sido puesto en nuestras manos para hacer nuestra vida feliz, para hacer las vidas de los hermanos felices, para hacer que en cada estructura que lo conforma se haga todo lo posible por lograr que todos puedan acceder a esa ruta de felicidad, es lo que Dios nos ha encomendado. La tarea de la humanidad entera debería estar centrada en la búsqueda de esas rutas que el Señor ha establecido. Nuestra grandiosidad como criaturas está en que Dios nos ha asociado a Él en esa tarea. No lo ha querido asumir Él solo sobre sus espaldas y nos ha dotado de las suficientes capacidades para avanzar en ello. El gozo de cada uno de nosotros está en unir nuestro hombro al de Dios para hacer que el mundo avance.

No obstante, sabemos también que esta finalidad que ha perseguido Yhavé cuando nos regaló el mundo y puso todas las cosas en nuestras manos, tiene su lado oscuro. La creación, habiendo surgido de las manos amorosas de Dios y siendo radicalmente buena por su origen glorioso en Dios, empezó a albergar la fuerza más destructiva que se podía imaginar. No podemos decir que Dios hubiera sido ignorante de esta posibilidad. Dios es todopoderoso y omnisciente. Para Él todo lo que sucede es sabido y por lo tanto la ingenuidad nunca estará entre sus debilidades. La creación del hombre trajo sus bemoles de amor y de capacitación. Y también trajo aquella libertad que Dios respeta reverencialmente. Por ello, nos encontramos en esa ya larga historia las ocasiones en las que el mal hace su tarea. Y vemos con dolor el empeño del hombre contra el mismo hombre, para dañarlo, irrespetando sus derechos, pisoteando su dignidad, aprovechándose de cualquier circunstancia para adquirir más poder y obtener mayores riquezas personales. Es largo el rosario de los males que el mismo hombre ha ido sumando a esas desgracias. En esta línea de males se encuentran muchos que no ven la luz, pues están agobiados realmente por sus situaciones particulares. Pero son realidades muy concretas que no pueden ser dejadas a un lado.

Y aunque no entendamos aún del todo, pues es el futuro prometido que definitivamente se dará y triunfará ya que es la promesa firme de Dios, nuestra tarea como cristianos es poner el oído atento y el corazón bien dispuesto para nunca dejar morir esa esperanza. Dios es un Dios fiel y jamás dejará una sola de sus promesas sin cumplir. Las promesas del idilio final de Dios con los hombres y con el mundo son un futuro incuestionable. A pesar de los dolores y las angustias que sobrevengan, Él está siempre en medio de todo sosteniendo a cada hombre y a cada mujer en sus avatares. Él está inspirando al hombre a que haga su parte. La fatiga no es una opción para el cristiano. Por eso surge su palabra que anima e impulsa: "El Señor es un Dios eterno que ha creado los confines de la tierra. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia. Fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan". Nunca dejará de estar presente en esa historia que al fin y al cabo es la suya. Y, si acaso se sintiera que fuera poco esta promesa, ha venido Él mismo a tendernos la mano para que tuviéramos el más sólido apoyo en nuestra lucha cotidiana: "En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: 'Venid a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera'". Es la más feliz de las ofertas que podremos recibir jamás. En medio de tantas tribulaciones y dolores que cotidianamente podemos vivir y que seguramente seguiremos viviendo, jamás estaremos solos, pues además de todas las manifestaciones de amor y de poder que nos ha dado Dios en la historia, en este momento de esta historia que escribimos, Jesús se sigue poniendo a la vera del camino con su mano tendida para que nos agarremos a ella y no la soltemos. Nadie conoce mejor de cansancios, agobios y tribulaciones que el Hijo de Dios hecho hombre. Y aún así, sigue siendo el Dios poderoso que sigue a nuestro lado. Con ese auxilio suyo nuestra esperanza se afianza y seremos capaces de vivir el consuelo que en cada segundo de nuestras vidas podremos recibir de ese Dios que nos ama con amor infinito.

2 comentarios:

  1. Dios sostiene y nutre a quienes confían en él, y pide todos los que queremos seguirle que lo Imitemos y demos continuidad a su misión.

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  2. Dios sostiene y nutre a quienes confían en él, y pide todos los que queremos seguirle que lo Imitemos y demos continuidad a su misión.

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