El Templo, en la tradición religiosa más pura de los hebreos, ha pasado a formar parte de los componentes fundamentales para su práctica de fe. Para el miembro del pueblo de Israel es muy importante poseer un sitio referencial donde no pueda haber duda de la posibilidad de acercarse a Dios y de encontrarse con Él para estar en la intimidad, para poner delante de Él todas las dificultades y vicisitudes por las cuales cada uno puede estar pasando, para compartir también con Él las alegrías y los gozos que haya recibido, para alegrarse por los logros que vaya alcanzando, para hacer una especie de rendición de cuentas de los avances en los planes de hacer un mundo mejor que ha diseñado el mismo Creador. Y entre esas posibilidades existe también algo que evita la posible confusión de una vida de fe vivida en el egoísmo y en las ocupaciones únicamente de las cosas propias. El Templo se convierte así en sitio de encuentro con los hermanos, con los cuales se está conviviendo en todos los aspectos, dentro de los cuales se encuentran los de la fe. Por ello no puede ser simplemente el sitio físico del encuentro con Dios o con los hermanos, sino en el sitio espiritual por antonomasia en el que se da lo que verdaderamente aglutina al pueblo como si fuera un solo cuerpo. Sentir que en ese camino no se está solo, que alrededor hay hermanos que viven los mismos intereses y que además se pueden compartir, que alzan todos la misma voz de alabanza y de glorificación a Dios, que reconocen infidelidades personales e incluso grupales y que ponen delante del Dios de la Misericordia, con la confianza de que una vez más será paciente con ellos, pues nunca ha dejado de serlo. Esa experiencia la vivió con toda intensidad, el gran Rey David, en la inquietud por edificarle a Yhavé una estancia donde morar: "Aquella noche vino esta palabra del Señor a Natán: 'Ve y habla a mi siervo David: 'Así dice el Señor: ¿Tú me vas a construir una casa para morada mía? Yo te tomé del pastizal, de andar tras el rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. He estado a tu lado por donde quiera que has ido, he suprimido a todos tus enemigos ante ti y te he hecho tan famoso como los grandes de la tierra. Dispondré un lugar para mi pueblo Israel y lo plantaré para que resida en él sin que lo inquieten, ni le hagan más daño los malvados, como antaño, cuando nombraba jueces sobre mi pueblo Israel. A ti te he dado reposo de todos tus enemigos. Pues bien, el Señor te anuncia que te va a edificar una casa". Es justo el deseo de David. Y Dios mismo lo toma para sí. Y así, el mismísimo Dios del amor se convierte en el arquitecto.
Y habiéndose convertido en su propio orfebre, sabemos que Dios no permitió a David construir el Templo que añoraba construir, sino que será un hijo suyo quien tendrá ese gran honor, el gran Rey Salomón. Y es sorprendente que Dios haya permitido que fuera él, pues Salomón representaba la infidelidad del Rey David. Era el hijo del adulterio. El hecho de que el Señor permitiera que fuera Salomón quien le edificara el Templo más famoso de todos, el más importante del mundo hebreo, lanza un mensaje muy poderoso: Yhavé no está siempre recordando la infidelidad. Es capaz de hacer pasar su mirada por encima de ello. Y de elevar la mirada hacia quienes en efecto quieren mantenerse fieles a su amor, que quieren manifestar el orgullo de estar bajo su manto de amor, que se sienten felices en el cumplimiento de su voluntad, que buscan tenerlo siempre en medio y nunca perderlo, que quieren vivir esa fe de manera fraterna en la alabanza y la glorificación unísona al Señor. Por eso tiene sentido lo que San Pablo invita a reconocer a los cristianos que ya han experimentado la visión de Jesús, el gran Templo de Dios: "Hermanos: Al que puede consolidarlos según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén." Ante una evidencia tan clara de que al Señor Jesús le ha gustado estar entre los hombres, lo único que queda es reconocer la grande de su amor y de su presencia entre nosotros para salvarnos. No puede el Templo, con la importancia que tiene, detener el avance de la fuerza salvadora de Jesús.
Y nos encontramos finalmente con la culminación de esta historia de amor de Dios con la humanidad. Del diálogo de nuestra Madre de Amor con el Arcángel Gabriel extraemos lo grandioso de la figura de María, la que ya había alcanzado desde los anuncios del Antiguo Testamento en los que se habla de aquella jovencita israelita, humilde y sencilla, de vida escondida, sobre la cual no podía caber ninguna sospecha de grandiosidad, pero que por el contrario pasó a ser la Mujer más importante de todas las mujeres que han vivido y que vivirán nunca. Precisamente fue su humildad la que la hizo grande. Fue haberse puesto totalmente disponible en las manos de Dios, a través del Arcángel Gabriel, la que la hizo grande, Fue su confianza radical en la Palabra de Dios la que la hizo grande. Fue haber asumido todas las consecuencias de su decisión, delante de su amado José y de todo el pueblo, la que la hizo grande. Fue decidirse a ser solo de Dios, y únicamente de Él, la que lo hizo grande. Y porque se hizo grande así, hoy Ella es el mejor Templo de Dios que puede existir sobre la tierra. Ella es la Nueva Arca de la Alianza en la que estaba físicamente presente la Palabra de Dios que acompañaba al pueblo. En Ella está la Palabra de Dios, su propio Hijo Jesús, amor de Dios concreto que entra en el mundo a través de su vientre santo: "En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: 'Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo'. Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: 'No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin'. Y María dijo al ángel: '¿Cómo será eso, pues no conozco varón?'. El ángel le contestó: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible'. María contestó: 'He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra'". La humildad de María, la confianza, la obediencia incluso sin tener certezas sólidas, el abandono radical en el amor de Dios, son la puerta de entrada para que llegara a ser la Madre de Dios. María nos enseña a vivir sus mismas actitudes. Jesús desea los Templos, sí, sin duda. Pero desea nuestros Templos, los templos de nuestros corazones, de nuestro ser. El mejor sitio para Él es nuestro corazón. Por ello, nuestra lucha debe ser siempre tratar de imitar a nuestra Madre en ese amor a Dios que la hizo la Madre de Dios. Que podamos avanzar cada vez más hacia el ser mejores templos donde habite con agrado el Dios que añora tanto que estemos siempre con Él, y Él, estar siempre con nosotros.
Que María nuestra madre nos contagie su humildad, su obediencia, su confianza plena en el amor a Dios 🙏. Amén 🙏🙏🙏🙏
ResponderBorrarDefinitivamente y en conclusión, somos templo del Espíritu Santo. No podemos disponer lo que no nos pertenece y debemos cuidar de él. Amén 🙏.
ResponderBorrarJesús desea nuestros templos, los templos de nuestros corazones de nuestro ser. Como Maria creyó en la fidelidad de Dios y se pone a disposición de su designio, aquí estoy, hagase!!
ResponderBorrarJesús desea nuestros templos, los templos de nuestros corazones de nuestro ser. Como Maria creyó en la fidelidad de Dios y se pone a disposición de su designio, aquí estoy, hagase!!
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