El pueblo de Israel es un pueblo que se debate continuamente entre la fidelidad al Dios que lo ha convocado y lo ha hecho suyo, y el deseo de liberarse de un supuesto "yugo" bajo el que estaría sometido a ese Dios Creador y Todopoderoso. A pesar de que en su experiencia histórica ha tenido las demostraciones más claras del amor de Dios por ellos, de las maravillas que ha realizado, de los portentos más grandiosos que se puedan imaginar, aún así tiene el atrevimiento de querer "liberarse" de Dios y emanciparse radicalmente de Él para dictarse a sí mismo las leyes y mandatos que satisfagan ese egoísmo exacerbado. En general, los hombres actuamos básicamente todos de igual manera. En muchas ocasiones luchamos por ser absolutamente autónomos, queriendo deshacernos de todo lo que se acerque a dominio, a yugo. Por haber sido creados en la libertad absoluta, que es un atributo naturalmente divino, y que poseemos por concesión amorosa de nuestro Padre, la marca de la rebeldía rondará siempre nuestra mente. De ahí se explica los grandes movimientos emancipadores que se han dado en la historia, algunos con resultados positivos, cuando la motivación ha sido justa y necesaria, y se ha logrado un fin bueno, pero igualmente de ahí surgen otros movimientos promotores de la anarquía, que buscan simplemente la satisfacción de ansias de poder, de fama, de dominio, de control de los hermanos, de irrespeto a los derechos de todos, con los gravísimos daños que sabemos se han producido a lo largo de toda la historia. Sin duda, la historia de Israel es en cierto modo un retrato de lo que ha sido la historia de la humanidad.
El profeta Sofonías, convertido en la voz del Señor, sale al paso de ese pueblo que comete infidelidad. Le echa en cara haber olvidado al Dios que ha hecho maravillas en medio de ellos. Para el mismo Dios es sorprendente que ese pueblo que ha sido testigo y beneficiario directo de tantas bondades como las que Él mismo les ha regalado, no sea capaz de rendirse a sus pies, reconociendo como la más grande bendición que cada una de esas acciones en favor de su pueblo surgen de un corazón que lo ama más de lo que jamás podrá imaginarse ninguno de ellos: "Aquel día, ya no te avergonzarás de las acciones con que me ofendiste, pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia, y dejarás de engreírte en mi santa montaña". Ante esa actitud de Israel, a Dios no le queda más remedio que poner escarmiento. Por ello anuncia un tiempo de purificación, en el que el pueblo tendrá que asumir su pecado de rebeldía y asumir que con humildad debe reemprender un camino distinto. Y se nos presenta la imagen del "Resto de Israel", que será ese núcleo mínimo que asumirá con fidelidad ese camino de renovación: "Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor. El resto de Israel no hará más el mal, ni mentirá ni habrá engaño en su boca. Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete". Ese resto tendrá sobre sus hombros la tarea de ser testimonio ante todos de las bondades del Señor que sin duda seguirá presente en medio de ellos. Su importancia radica no solo en que serán los bendecidos de Dios por su fidelidad, sino que serán para los demás el reclamo de Dios para que se unan a ellos y se atrevan a caminar también por los caminos que llevarán a todos a la felicidad plena que está prometida por el amor. La salvación no es solo para disfrutarla individualmente. La salvación, así lo quiere Dios, es para cada uno en particular con la condición de que se asuma que tiene sentido solo si se logra en la fraternidad y en la solidaridad mutua. Y a eso está llamado a contribuir ese amado resto de Israel.
De igual manera, Jesús mismo nos invita a transformar nuestra conducta de manera radical para poder ser testigos de salvación para nuestros hermanos. En nuestro mundo, en el que se quiere hacer reinar la apariencia para agradar, en el que todos nos preocupamos por "quedar bien", en el que la imagen pesa más que el ser, en el que los disfraces de hombres son tan frecuentes, Jesús nos pide transparencia. Si el cristiano es el hombre que debe dar testimonio de fidelidad al amor de Dios en su vida, si debe llevar en sí la marca del amor de Cristo, si asume la conciencia clara de que ha sido hecho verdaderamente hombre nuevo por la obra inmensa de Redención que ha realizado Jesús, y si además ha asumido que su presencia en el mundo no es como la de una "cosa" que simplemente pasa, sino que debe dejar siempre huella, en sí mismo, en el mundo, pero sobre todo en los hermanos, no puede dejar de asumir su responsabilidad de dar testimonio de amor y obediencia al Dios del amor: "¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: 'Hijo, ve hoy a trabajar en la viña'. Él le contestó: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: 'Voy, señor'. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?' Contestaron: 'El primero'. Jesús les dijo: 'En verdad les digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de ustedes en el reino de Dios. Porque vino Juan a ustedes enseñándoles el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, ustedes no se arrepintieron ni le creyeron". Esos, sin duda, somos nosotros. Por un lado, porque tenemos que asumir con amor la voluntad de Dios sobre nosotros, que siempre será infinitamente mejor que lo mejor que podamos planificar nosotros mismos, y por el otro, y más importante, porque tenemos que asumir el ser testigos del amor de Dios para atraer cada vez más hermanos hacia el Señor y hacia la salvación plena. No podemos vivir de la apariencia ni de las propias conveniencias y ser buenos cristianos. Nuestra meta, con ser la más alta y feliz de todas, como lo es nuestra salvación para estar eternamente viviendo en el amor y la felicidad, nunca estará bien cumplida si no hacemos también nuestra obligación el que todos los hermanos lleguen a vivir esa misma felicidad y ese amor. Para eso también nosotros hemos sido hechos ese "Resto de Israel" que dé siempre testimonio del amor preferente de Dios por todos.
Señor Jesús, danos la fuerza para nunca negarte nada y cumplir tu voluntad en nuestra vida, agradecerte y demostrarte nuestro amor en obras☺️
ResponderBorrarBuenas tardes:
ResponderBorrarTenemos libre albedrío, no obstante a la libertad que tenemos de actuar y que lo hacemos con muchas tentaciones y que igualmente caemos en sus garras, Dios siempre nos tiende la mano como nuestro padre eterno que es y que nos rescata cuando nos arrepentimos de corazón.
Dios es amor....!!!
Jesús en ésta parábola desenmascara la supuesta justicia y la hipocresía de los dirigentes religiosos, que dicen y no hacen. Hace enfasis en ¡Clama el humilde y el Señor lo escucha!
ResponderBorrarJesús en ésta parábola desenmascara la supuesta justicia y la hipocresía de los dirigentes religiosos, que dicen y no hacen. Hace enfasis en ¡Clama el humilde y el Señor lo escucha!
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