martes, 1 de diciembre de 2020

Jesús mismo es nuestra utopía

 EVANGELIO DEL DÍA: Lc 10,21-24: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de  la tierra. | Cursillos de Cristiandad - Diócesis de Cartagena - Murcia

Vivir la utopía debería ser natural entre los cristianos. Lamentablemente, la palabra Utopía ha adquirido en alguna ocasión una connotación negativa, sobre todo por la referencia natural que hace hacia lo imposible, lo irrealizable, lo irreal, lo que aun cuando se espera, contiene siempre una cierta reticencia de que llegara a cumplirse. Pero la realidad es que el mismo concepto es muy atractivo, pues refiere a lo que ciertamente se puede esperar en el futuro, no sin las dificultades naturales de la misma labor humana en favor de que se logre. La utopía, en todo caso, se convierte no en una espera infructuosa, sino en algo que llama a comprometerse. La Palabra de Dios nos invita a vivir esa utopía. Y a vivirla en una actitud vehemente de espera gozosa, en la que no se pierda una expectativa positiva que le dé un acento nuevo y haga que en general todo tenga esa luz nueva de la presencia del amor de Dios. A esto no puede negarse quien busca que haya un mundo nuevo, en el que la ley sea la del amor, la norma sea la justicia, la base de todo sea la verdad, la línea de vida sea la de la fraternidad. Para los cristianos esa utopía tiene una realidad muy concreta. La Utopía es Jesús. Él es quien está al final del camino y es quien hará ya una realidad definitiva todas las promesas maravillosas que han sido hechas desde el inicio.

La figura tan entrañable de aquel retoño que nace: "Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago", que evidentemente es la figura de Jesús, nos presenta la perspectiva de todas las maravillas que se harán realidad en el futuro glorioso que nos espera. La forma de presentarlo puede parecernos incluso infantil, pero no significa que no sean las reales. Aquel futuro idílico no es otra cosa sino signo de lo que realmente vendrá. Con la irrupción de Jesús como la gran utopía del cristiano, irrumpe todo lo que de maravilloso podemos esperar. No quedará nunca corto Dios cuando de demostrar su amor a los hombres se trata: "Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada". La utopía es real, pues Dios nunca falla a sus promesas. Más aún cuando esa promesa tiene que ver con aquello a lo cual se ha comprometido al haber puesto al hombre en medio de todo lo creado, comprometiéndose a regalarle una vida de felicidad plena. Si algo tenemos seguro todos es que estamos convocados y comprometidos a avanzar en ese camino de avance hacia el logro de esa utopía que es nuestra. Ya el Señor nos la prometió y su empeño será por siempre el que llegue a cumplirse.

Y de nuevo surge entonces el sentido de ese compromiso que debe ser asumido por cada uno. Dios también manifiesta su amor eterno por nosotros poniendo en nuestras manos una responsabilidad concreta, que es la de la apertura del corazón esperanzado hacia lo que viene. No somos pasivos. De ninguna manera. El mantenerse pasivos en la procura de que se llegue a alcanzar la utopía, significaría la muerte de las esperanzas. Sería haber despreciado la verdad del amor de Dios que quiere siempre lo mejor para nosotros y añora que nosotros mismos nos alineemos para alcanzarlo. Cuando esto se comprende así, incluso llegamos a producir en Jesús el gozo natural porque lo hemos entendido: "Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien". Es en este sentido que es necesario que nuestro corazón se vuelva pequeño, humilde, sencillo. Será la aceptación de aquella utopía que puede parecer engañosa o exagerada, pero que permitiendo que se desarrolle en un corazón que confía radicalmente en el amor de Dios, llega a tener la certeza de que es una verdad que se llegará a cumplir irrefutablemente. No puede ser de otra manera, pues es la promesa de Dios. Por ello mismo Jesús nos invita a todos a agradecer  por esa espera activa que tendremos que ir haciendo nuestra: "¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron". Por eso, debemos asumir que aquello que vivieron los apóstoles en su momento, será totalmente superado por lo que vendrá en la utopía de la llegada del tiempo futuro. Solo que tendremos que disponer el corazón para vivirlo con la máxima intensidad.

3 comentarios:

  1. Para vivir la utopía con Dios Señor nuestro, hay que convertirse y vivir el evangelio de Jesucristo nuestro Señor. Amén 🙏.

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  2. Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Es la expresión máxima de la revelación de Dios.Señor, ayudanos a ver lo que tú revelas!

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  3. Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Es la expresión máxima de la revelación de Dios.Señor, ayudanos a ver lo que tú revelas!

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