Los preferidos de Jesús son los desplazados del mundo. La creación, en sí misma es la maravilla que surgió de esas manos amorosas y creadoras. Y la constatación que hace el mismo autor del relato de la creación es: "Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno". Y es que Dios se sintió "orgulloso" de su obra. Podríamos suponer que esa bondad de lo creado era como una especie de decreto que lanzaba Dios sobre todo, para que esa bondad fuera inamovible y no cambiara jamás. Pero no nos podemos quedar solo en esa parte divina. El "orgullo" de Dios no se queda solo lo que creó, sino que a eso añade uno mayor, que es por quién lo creó todo y la motivación última que tuvo su amor. Todo es bueno, y fue puesto en las manos de los hombres para que éste lo hiciera todo mejor. Por lo tanto el "orgullo" no es solo haber creado, sino haber creado por amor al hombre. Y se da así un paso más. El hombre no es una criatura más. Es la criatura por excelencia sobre la cual Dios derrama todas las bendiciones que están en su corazón amoroso. Y una de las primeras riquezas es la de su libertad. El hombre libre es el "orgullo" más grande de Dios. Por eso, cualquier atentado contra la libertad del hombre se encontrará frontalmente con ese Dios que nos ha creado libres y luchará para que las razones de la esclavitud desaparezcan. Nunca veremos a un Dios que contemple impertérrito el mal que se pueda procurar a su criatura amada.
Desde el inicio hemos recibido el anuncio de aquella presencia en el mundo de la acción que Dios realizará en favor de los suyos. Eso no va a faltar. Dios es el Dios de la promesa y del cumplimento. No nos ha engañado jamás y jamás lo hará. Aquellos anuncios nos llenan de gozo seguro, pues sabemos que el camino, aunque aparezca tortuoso para muchos, siempre tendrá un final de gloria: "Esto dice el Señor: 'Pronto, muy pronto, el Líbano se convertirá en vergel, y el vergel parecerá un bosque. Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos. Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor, y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel; porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico; y serán aniquilados los que traman para hacer el mal: los que condenan a un hombre con su palabra, ponen trampas al juez en el tribunal, y por una nadería violan el derecho del inocente. Por eso, el Señor, que rescató a Abrahán, dice a la casa de Jacob: 'Ya no se avergonzará Jacob, ya no palidecerá su rostro, pues, cuando vean sus hijos mis acciones en medio de ellos, santificarán mi nombre, santificarán al Santo de Jacob y temerán al Dios de Israel'. Los insensatos encontrarán la inteligencia y los que murmuraban aprenderán la enseñanza". Y Dios, celoso de los suyos, saldrá en defensa siempre de aquellos que han sido desplazados por sus propios hermanos. Y aún hará más, pues en el empeño de salvación de todos tenderá la mano también incluso a aquellos que aparecen como opresores y sanguinarios con sus hermanos, ofreciéndoles una conversión a la cual, por amor divino, también tienen derecho.
En este caminar es fundamental que cada uno entienda quién es Jesús, que contemple su ser y se percate de su persona totalmente. No se podrá confiar en Jesús si no se sabe quién es y para qué ha venido. Por eso, la vivencia de la fe debe darse también progresivamente. No basta con pedir favores a Jesús. Lamentablemente muchos hermanos solo se acercan a Jesús para pedir favores. No está mal pedírselos. Él mismo nos invita a hacerlo: "Pidan y se les dará". Lo malo está en quedarnos en una relación instrumental con Jesús en la que estaría solo para hacernos milagritos. Él nos quiere conscientes de lo que Él es. Aquellos ciegos del camino se acercaron a Jesús confiados. Tenían conciencia de quién era: "En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: 'Ten compasión de nosotros, hijo de David'". Solo el nombre con el que lo llaman nos dice que sabían a quién se dirigían. Pero Jesús va más allá: "Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: '¿Creen ustedes que puedo hacerlo?" Jesús pide algo más. No quiere ser solo ese Mesías en quien creer, sino que quiere ser el Dios humanado recibido en el corazón por amor y poder: "Contestaron: 'Sí, Señor'. Entonces les tocó los ojos, diciendo: 'Que les suceda conforme a su fe'. Al final, la última palabra la tiene no solo saber quién es Jesús, sino dejarse arrebatar por ese amor y ese poder que quiere usar en favor de los más necesitados: "Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: '¡Cuidado con que lo sepa alguien!' Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca". La expectativa se muta en gozo. La prohibición de Jesús no hace ningún efecto, pues el hombre amado por Dios solo vive para anunciar ese gozo de amor que vive en su corazón. Y eso nadie se lo puede impedir.
Como nos orienta la escritura, Jesús es la mano de Dios que toca la historia y libera al ser humano de todo lo que lo esclavisa.
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