En la literatura bíblica, quienes se han encargado de ella para estudiarla en profundidad, para escudriñar en ella la Verdad revelada, para ir descubriendo, hasta donde han podido llegar, quién es Dios, su esencia, su preexistencia, hasta que han debido reconocer que han llegado hasta donde ese mismo Dios lo ha permitido, pues Él mismo tiene como prerrogativa divina permanecer en su misterio oculto, hasta que determine que ha llegado el momento en que los hombres seamos capaces de ver "cara a cara", tal como somos vistos por Él. Y esto que han hecho los sabios escrituristas lo han hecho desde que la Iglesia abrió la posibilidad de escudriñar en la Biblia, cosa que no estaba permitido anteriormente. La ciencia bíblica ha dado pasos agigantados y nos ha ayudado a una comprensión y a una vivencia más consciente de nuestra fe. Además, dentro de estos estudios, tarea importante ha sido también la clasificación por categorías de los distintos libros que componen la Biblia. Por ello, hoy podemos hablar de Pentateuco, Libros Históricos, Libros Poéticos, Libros Sapienciales, Libros Proféticos (profetas mayores y profetas menores), Evangelios, Cartas apostólicas, Cartas pastorales, Apocalipsis. Esta clasificación nos ayuda a saber ubicarnos bien en el momento en que queremos entrar de lleno en la Palabra, para hacerla nuestra, para conocer mejor a nuestro Dios de amor, para entrar en un contacto más vivo y vivificador con Él, y para luego dar mejor fruto de nuestra entrega y fidelidad en medio de nuestra comunidad. Un conocimiento mejor de Dios, de su amor y de su fidelidad por amor a nosotros, redunda en el mejor beneficio que podemos obtener nosotros mismos y que podemos aportar a los nuestros.
En este itinerario de profundización de conocimiento que podemos ir avanzando, nos encontramos con uno de esos libros sorprendentes que incluso podríamos llegar a pensar que no tiene cabida en una literatura de estilo bíblico. El Cantar de los Cantares es una novela de amor que narra los amores platónicos, y a veces más que platónicos de dos jovencitos enamorados que se añoran uno al otro y suspiran por encontrarse. Son tan dulces y tan descarnadas las expresiones que no se puede menos que sentirse identificados con ellos, deseosos de que ese encuentro se dé y que puedan dar rienda suelta a su donación mutua. Siendo como es, literatura bíblica, debemos entenderla como una extensa parábola utilizada por su autor para hacer comprender al pueblo de Israel la calidad del amor de Dios por su pueblo y la calidad del amor con el que el pueblo debe responderle y que demuestra con los gestos de ese joven enamorado: "¡La voz de mi amado! Véanlo, aquí llega, saltando por los montes, brincando por las colinas. Es mi amado un gamo, parece un cervatillo. Véanlo parado tras la cerca, mirando por la ventana, atisbando por la celosía. Habla mi amado y me dice: 'Levántate, amada mía, hermosa mía y ven. Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron, se han ido. Brotan las flores en el campo, llega la estación de la poda, el arrullo de la tórtola se oye en nuestra tierra. En la higuera despuntan las yemas, las viñas en flor exhalan su perfume. Levántate, amada mía, hermosa mía, y vente. Paloma mía, en las oquedades de la roca, en el escondrijo escarpado, déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz: es muy dulce tu voz y fascinante tu figura." Es la voz de quien ama y quiere tener consigo a su amada. Es la voz del Dios enamorado del Pueblo, de los suyos, del mundo que ha surgido de su mano, y que suspira por mantener ese encuentro continuo con su amor. Dios añora la respuesta enamorada de su pueblo.
Y surge victoriosa la figura de la Mujer más amada por Dios, Nuestra Madre María. Ella es la representante perfecta de aquella jovencita a la que Dios buscó con tanta insistencia, desde que anunció que sería la puerta de entrada del Mesías Redentor, sobre el que recaería la tarea de hacer definitivamente presente ese amor salvador del hombre. María es esa Paloma del amado que se ha puesto a la disposición total del Amor, sin resguardar nada para sí y donándose toda Ella al amor del Amado. Para Ella todo amor posible queda supeditado al amor que Dios ha derramado sobre Ella y al que Ella ha respondido sin dejarse nada para sí. Por eso es Madre de Dios y Madre nuestra. Sabe que su amor a los hombres que son sus hijos es una exigencia del amor por el que vive en Jesús, su Hijo: "En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó: '¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá". Por ello tenemos a una Madre que nunca nos fallará. Desde que Jesús nos la dejó como su regalo entrañable de amor en la Cruz de amor, y desde que en San Juan cada uno de nosotros la aceptó como Madre amorosa, asumió su rol de Madre y será para siempre Aquella mujer que nos recuerda ese amor materno de Dios y nos enseña que en ese amor debemos ser solidarios con todos, como lo fue Ella con su prima Isabel, gestante en su ancianidad. Nos enseña la caridad y a no desentendernos de nadie. María es nuestra Madre y nuestra Maestra. También nosotros debemos ser solidarios y estar atentos a las necesidades de los hermanos. Solo así demostraremos ser hijos de la Mujer más bella de la historia, de la que habremos aprendido sus rasgos característicos: la humildad, la disponibilidad, la entrega, la prontitud al auxilio de los más necesitados, el amor materno que no niega a nadie. De Ella recibimos no solo al Redentor del mundo, sino el mejor modelo que podremos tener nunca del ser humano más perfecto de todos.
Concédenos Señor, valor como el de Maria, también desicion, para compartirte con los demás😌
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