lunes, 29 de junio de 2020

Tú eres Pedro, piedra de la Iglesia. El poder del infierno no vencerá

Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: San Pedro ...

La elección de Jesús sobre los apóstoles Pedro y Pablo trae para todos los cristianos pautas de reflexión interesantes y profundas. Pueden aclarar muy bien el fundamento del Papado como institución formal, pero más allá, además de su elección, también la inspiración de Dios particularmente presente y clara en su persona y en el ejercicio de su misión eclesial en el mundo y la necesidad del apoyo que debe dar la Iglesia, conformada por todos y cada uno de nosotros. En la elección de ambos, Jesús hace gala de los acontecimientos grandiosos que los rodean. Pedro, convocado desde el principio para ser miembro y jefe del grupo de los doce, es confirmado en su preeminencia sobre el grupo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", "- Pedro, ¿me amas más que éstos? -Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo. -Apacienta a mis ovejas", "Confirma a tus hermanos en la fe". Son indicaciones más que claras para entender la misión de Pedro en la Iglesia que, evidentemente, no podía acabar con su muerte, por lo que la institución no es solo sobre la persona, sino que trasciende el tiempo como algo estable que debe perdurar en la historia. Pablo, pasando de perseguidor de Cristo y de los cristianos a ser su anunciador y perseguido por su nombre, se convierte en el apóstol de los gentiles, los que estaban más lejos de ni siquiera pensar en una salvación eterna por Jesús: "Pablo, ¿por qué me persigues? -¿Quién eres, Señor? -Soy Jesús, a quien tú persigues". "Resérvenme a Pablo". En ambos, la Gracia divina actúa portentosamente, como dando a entender que serán el sustento de la obra grandiosa que, llevará la Iglesia adelante en el futuro. Pedro es el primer Papa de la Iglesia. Ambos rinden sus vidas en Roma, la Iglesia que "preside en la fe", según San Agustín, por lo cual Roma pasa a ser la sede papal. Sobre la figura del Papa, por la misión esencial que cumplirá en la Iglesia, está la continua inspiración divina, tal como ocurrió con Pedro y fue alabado por Jesús: "¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". En efecto, la fe nos dice muy claramente que en sus cuestiones siempre estará de por medio la inspiración directa de Dios sobre el Papa, pues es Él mismo el que lo ha elegido y lo ha colocado donde está.

Está claro que el Papa no es un aparato con control remoto desde el cielo. Es un hombre que ha sido elegido anteriormente para ser Sacerdote de Cristo y ha ido perfilando su fidelidad, su responsabilidad, su caridad, su sentido de servicio al mundo y a la Iglesia, su unión plena con Dios y con sus intereses. Y todo lo ha hecho manteniendo su propia personalidad, su identidad individual. Todo lo ha puesto al servicio de la unidad y de la vivencia sólida de la fe del pueblo que en las diversas tareas pastorales el mismo Jesús le ha ido confiando. Es un hombre que desde sus características propias ha sabido conjugar lo propio con lo de Cristo y lo de su Iglesia, y que ha sabido en su momento colocar por encima de lo que son los propios intereses, los intereses de Dios, de Jesús, de los hombres y de la Iglesia. Por eso, en algún momento, se le consideró digno y capaz de asumir la tarea de dirigir la nave de la Iglesia desde el Papado. Dios se compromete con la Iglesia que elige al sucesor de Pedro. Es una realidad de fe que debemos aceptar, por cuanto es una institución querida por Él dentro de la Iglesia, sostenida en toda la historia, y a la que Jesús mismo le prometió: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". El Papado es la clave por la cual podemos comprender la solidez de la misma Iglesia. Aunque ella es mucho más que el Papado, éste le da solidez. Una institución del Papado sólida, da como resultado una Iglesia sólida. Cuando entendemos que el Papado se refiere al cuidado que debe sentir siempre la Iglesia por su parte, en el cumplimiento de la misión que le encomendó Jesús, debemos entender también que la solidez debemos sentirla siempre en ese campo de la fe. Y no siempre en otros campos que no corresponden a su tarea y que pudieran ser siempre opinables, aun cuando sea sin duda una opinión, la del Papa, siempre atendible por su conocimiento y experiencia humana y pastoral. Es decir, su campo propio, estando en el mundo, es el de la fe, el de la caridad, el de la fraternidad, el de la unidad. No se le pueden exigir, por lo tanto, actuaciones en las cosas que no le corresponden, aunque desde la fe pueda iluminarlas. Lo que sí le podemos exigir siempre es fidelidad a su tarea. Tal como lo entendió San Pablo al final de sus días que, haciendo retrospectiva de lo que había hecho en el cumplimiento de su misión, delante de Dios reconoce: "Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe". Es el esfuerzo que debe cumplir todo el que es puesto al frente de la Iglesia como Papa.

Y esto nos hace entrar en un campo mucho más propio, que es el de la responsabilidad de la Iglesia, de todos y cada uno de sus fieles, en el sostenimiento del Papa y de su misión en la Iglesia y en el mundo. No pueden los fieles cristianos desentenderse de esa responsabilidad. Así como se le exige a cada uno de los que elige Dios para ponerlos al frente de la barca de la Iglesia, así mismo también lanza su mirada sobre todos los fieles. La mirada de Jesús no es una mirada que se queda solo en la contemplación, sino que apunta a la asunción de compromisos. Aquella Iglesia que daba sus primeros pasos experimentó la persecución cruda, la violencia contra ella, incluso la muerte. Los apóstoles fueron los primeros que llegaron a sufrir de estos momentos de dolor en los cuales debían mantener su confesión de fe. Pero los cristianos, además de que también sufrían persecución y muerte, habían entendido que la suerte de los apóstoles los afectaba más que ninguna otra suerte, por lo cual se sintieron particularmente comprometidos a sostenerlos con su oración y su apoyo espiritual. Nunca como en esos momentos de persecución estuvo tan clara para ellos esta exigencia. Nunca para la Iglesia estuvo tan claro que la suerte de los apóstoles era la suerte de todos, pues eran los que estaban al frente. Y no dudaron un ápice en asumirlo como tarea propia. Cuando Pedro es hecho preso por Herodes, entusiasmado éste por la satisfacción que sintieron los judíos cuando asesinó a Santiago, para hacerlo correr la misma suerte y seguir complaciéndolos, la Iglesia entera entendió que no podían dejar de hacer su parte: "Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él". Esta oración humilde, dolorosa y confiada delante de Dios hizo su efecto. Cuando es liberado por el ángel de Dios, Pedro "salió y lo seguía, sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo ante ellos. Salieron y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo: 'Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos'". Es la oración de la Iglesia la que logra que Dios realice el portento. Ese es nuestro compromiso como Iglesia. Jamás debemos dejar solo al Papa. Está en nuestras manos pues es nuestro guía, puesto allí por Dios para nosotros. Él lo ha elegido, lo inspira en la fe para que nos ilumine a nosotros, y nos lo da como compromiso. Nuestra oración por él lo hará mejor guía para nosotros y lo liberará de las cadenas del mal que pretendan encarcelar su espíritu. Nos podrá gustar más o menos cada uno de ellos, pero es el que Dios ha querido para cada momento de la historia del mundo y de la Iglesia, y que nos ha puesto en las manos como compromiso.

2 comentarios:

  1. El señor nos elije para ser su pueblo., y el nuestro Dios con responsabilida hasta su regreso

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  2. Así como los apóstoles fueron los primeros que debían mantener su confesión de fe, nosotros los cristianos debemos decir como San Pablo "si no tengo amor nada soy"y como San Pedro" Si, Señor tú sabes que te amo". Seremos bendecidos siguiendo nuestro compromiso junto al Papa. Amen

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