Ciertamente los hombres podemos llegar a conocer a Dios. Él mismo nos ha dado la inteligencia y la voluntad para poder emprender el camino de su conocimiento. El mismo San Pablo nos dice que podemos conocerlo a través de la creación. Las criaturas todas son reflejo de los que es Dios. Todas sus cualidades -Dios es Uno, Bueno, Verdadero y Bello, nos dicen los filósofos griegos- han quedado prendidas en todas las cosas creadas, por lo cual sí es posible avanzar en ese conocimiento de lo que es Dios. Pero no podemos pretender que ese conocimiento natural de Dios sea perfecto. No es completo. Y hacerse la ilusión de que nos bastamos nosotros solos para conocerlo, es una muestra de una soberbia infinita. Quienes piensan así, llegan incluso a creer que no solo lo pueden conocer completamente, sino que pueden incluso llegar a dominarlo a través de ese conocimiento natural. De allí la terrible equivocación en la que caen los brujos, los espiritistas, los hechiceros, que creen que pueden "dominar" a Dios con sus fuerzas personales y que, Él estaría "amarrado" a su arbitrio.
El camino para el verdadero conocimiento de Dios empieza en la humildad de reconocerse absolutamente imposibilitado de llegar a abarcar todo el misterio divino. Solo la misma revelación que Dios haga de sí mismo, hará posible un conocimiento real de Él. Es reconocerse nada a sí mismo delante de Él, lo que hará que Dios venga a llenar ese vacío intelectual y vital que tenemos. Esta humildad hará que lo entendamos mejor y que incluso reconozcamos que nuestra propias fuerzas son insuficientes para lograr siquiera pensar en cumplir las terribles exigencias que nos pone Jesús a los cristianos.
El Evangelio es exigente. Jesús es exigente Y las cosas que nos pide en ocasiones las podemos ver como irrealizables, como imposibles, o al menos, como muy difíciles. El camino de la perfección nos queda muy lejos y cuesta arriba. Si confiamos solo en nuestras propias fuerzas, ciertamente son un sueño irrealizable. Pero, siendo humildes, reconoceríamos nuestra propia debilidad, nuestra propia incapacidad para lograra avanzar. No somos perfectos. Por eso, el Señor nos invita a serlo. Pero Él mismo se ofrece de apoyo para lograrlo. "Sin mí no pueden hacer nada". "Quien no me ama por encima de todo y de todos, no puede ser discípulo mío". Lo entendió perfectamente San Pablo cuando afirmó: "Todo lo puedo en Aquel que me da la fuerza". Nosotros no podremos, pero al ser humildes y abrir el corazón a la presencia de Jesús en nuestra vidas, podremos alcanzarlo. Es la fuerza de Jesús la que puede hacer que perdonemos a nuestros enemigos, que demos nuestros bienes a los pobres, que pongamos la otra mejilla... Si dependiera solo de nosotros, pensaríamos exclusivamente en nuestra conveniencia. Buscaríamos venganza, seríamos totalmente egoístas, buscaríamos solo los placeres, tenderíamos solo a la lujuria y al hedonismo, pensaríamos solo en como obtener bienes materiales sin importar los métodos...
Pero Jesús nos ha tendido la mano para que nos agarremos de Él y podamos avanzar. Él mismo nos dio el ejemplo, perdonando a sus asesinos, haciendo el bien y procurando la salud para todos, entregando su vida para la salvación incluso de los peores de la sociedad. Y estando con Él, en nuestros corazones, tendremos sus fuerzas para lograrlo nosotros. No por nosotros mismos, pues sería imposible, sino con las fuerzas de quien está en mi corazón. "Cuando soy débil, soy fuerte", dice Pablo. Y San Agustín nos dio la clave en una oración preciosa: "Señor, dame lo que me pides y pídeme lo que quieras".
Hermoso texto ,para darnos fuerza y voluntad y más que eso Fe de estar en presencia de Dios ,un Dios amoroso y bondadoso con todo sus hijos el señor nos ayude a fortalecer nuestro espíritu ,AMEN !!!
ResponderBorrarDios es todo....¡lo que tengo, lo que no tengo y lo que más quiero
ResponderBorrarSiempre en la luz del espíritu santo
Dios siempre a nuestro lado fortaleciendonos para seguirle siempre,gracias por esta meditacion!!!
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