Nuestra fe tiene dos vertientes esenciales y fundamentales, sin cada una de las cuales no puede ser vivida con autenticidad. La imagen perfecta para ejemplificarla es la de la Cruz. Ella tiene un palo vertical y un palo horizontal. La Cruz está conformada por ambos palos. No se puede hablar de Cruz si solo existiera el palo vertical. Tampoco se podría hablar de ella si solo tuviera el palo horizontal. Para ser Cruz necesita tener los dos palos. Así mismo es nuestra fe. Necesita el palo vertical, que es el de la referencia a Dios, a su gloria, a su grandeza, a su trascendencia. Es el de nuestra unión con Dios, que nos asegura la recepción de la Gracia divina, que es la vida divina con la cual Dios mismo nos enriquece. Sin este palo vertical, es decir, sin esta unión con Dios, el cristiano no tiene cómo recibir esa vida con la que Dios lo quiere elevar. También necesita el palo horizontal, que es el de la relación con los hermanos. No se puede tener solo el palo vertical, pues se viviría en una realidad-fuera-de-la-realidad, no se estarían teniendo en cuenta las circunstancias actuales y se estaría desconectado de la cotidianidad.
El palo vertical, el de la necesaria integración de la realidad divina, nos lo explica el autor de la Carta a los Hebreos: "Ustedes, en cambio, se han acercado al Monte Sion y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea general de iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel." Es la Gloria de Dios, que mantiene su absoluta trascendencia, pero que se ha hecho tremendamente cercana por la venida de Jesús a nosotros. Usamos la ruta que el mismo Jesús nos ha abierto, viniendo a nosotros. No tenemos que inventar el camino para llegar a Dios. Cuando lo hacemos, equivocamos el camino, que es lo que pretenden normalmente los brujos, los hechiceros, los espiritistas, por lo cual los vemos andar perdidos en su relación con Dios. El camino nos lo ha abierto Jesús. Así lo dijo el gran San Juan Pablo II: "Nuestra religión cristiana es la única en la que, en vez de ser el hombre el que sale en busca de Dios, es Dios mismo quien sale al encuentro del hombre".
El palo horizontal, el del encuentro con los hermanos, lo explica Jesús de mil maneras diversas. Una de ellas es la de que nos propone en la parábola de la invitación al banquete: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos." Es el encuentro con los demás, principalmente con los más necesitados, el que necesitamos para tener verdaderamente asegurada la existencia del palo horizontal de nuestra Cruz. No podemos, por lo tanto, desentendernos de esta realidad cotidiana en la que nos encontramos con todos, en especial con los desheredados, en los que habita con toda seguridad el mismo Jesús. Nos encontramos con Él en el encuentro con los hermanos. Es la concreción de lo que vivimos al encontrarnos con Dios en los avatares diarios.
Nuestra fe se alimenta de la unión íntima con Dios, el palo vertical. Y se expresa concretamente en la unión afectiva y efectiva con los hermanos, el palo horizontal. No se reduce a uno solo de los dos palos de la Cruz. No hay verdadera fe cristiana cuando solo hay un contacto con Dios que nos desconecta de nuestra realidad, ni cuando hay solo contacto con los hermanos dejando a un lado al Dios que nos infunde el amor por ellos.
Y todo esto hay que vivirlo en la mejor de las virtudes, la humildad. Seamos lo que seamos, debemos tener conciencia de que venimos de la tierra ("humus", de donde viene la palabra "humildad"), y que, como ella, existimos para estar al servicio de los demás. "Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios", nos enseña el Libro del Eclesiástico. Y Jesús, en la parábola de la invitación al banquete, nos enseña lo mismo: "Cuando te inviten a una boda, no vayas a sentarte en el mejor lugar, no sea que otro de los invitados sea más importante que tú, y cuando venga el anfitrión te diga: 'Dale tu lugar a este otro'; porque entonces, con toda vergüenza, tendrás que ir a ocupar el último lugar. Así que, cuando seas invitado, ve más bien a sentarte en el último lugar, para que cuando venga el anfitrión te diga: 'Amigo mío, ven y siéntate más adelante'. Así serás honrado delante de los otros invitados a la mesa. Porque todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido." Palo vertical y palo horizontal unidos esencialmente, y hechos realidad en una vida cristiana llevada adelante con la mejor de las virtudes, la humildad...
El palo vertical, el de la necesaria integración de la realidad divina, nos lo explica el autor de la Carta a los Hebreos: "Ustedes, en cambio, se han acercado al Monte Sion y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea general de iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel." Es la Gloria de Dios, que mantiene su absoluta trascendencia, pero que se ha hecho tremendamente cercana por la venida de Jesús a nosotros. Usamos la ruta que el mismo Jesús nos ha abierto, viniendo a nosotros. No tenemos que inventar el camino para llegar a Dios. Cuando lo hacemos, equivocamos el camino, que es lo que pretenden normalmente los brujos, los hechiceros, los espiritistas, por lo cual los vemos andar perdidos en su relación con Dios. El camino nos lo ha abierto Jesús. Así lo dijo el gran San Juan Pablo II: "Nuestra religión cristiana es la única en la que, en vez de ser el hombre el que sale en busca de Dios, es Dios mismo quien sale al encuentro del hombre".
El palo horizontal, el del encuentro con los hermanos, lo explica Jesús de mil maneras diversas. Una de ellas es la de que nos propone en la parábola de la invitación al banquete: "Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos." Es el encuentro con los demás, principalmente con los más necesitados, el que necesitamos para tener verdaderamente asegurada la existencia del palo horizontal de nuestra Cruz. No podemos, por lo tanto, desentendernos de esta realidad cotidiana en la que nos encontramos con todos, en especial con los desheredados, en los que habita con toda seguridad el mismo Jesús. Nos encontramos con Él en el encuentro con los hermanos. Es la concreción de lo que vivimos al encontrarnos con Dios en los avatares diarios.
Nuestra fe se alimenta de la unión íntima con Dios, el palo vertical. Y se expresa concretamente en la unión afectiva y efectiva con los hermanos, el palo horizontal. No se reduce a uno solo de los dos palos de la Cruz. No hay verdadera fe cristiana cuando solo hay un contacto con Dios que nos desconecta de nuestra realidad, ni cuando hay solo contacto con los hermanos dejando a un lado al Dios que nos infunde el amor por ellos.
Y todo esto hay que vivirlo en la mejor de las virtudes, la humildad. Seamos lo que seamos, debemos tener conciencia de que venimos de la tierra ("humus", de donde viene la palabra "humildad"), y que, como ella, existimos para estar al servicio de los demás. "Hazte pequeño en las grandezas humanas, y alcanzarás el favor de Dios", nos enseña el Libro del Eclesiástico. Y Jesús, en la parábola de la invitación al banquete, nos enseña lo mismo: "Cuando te inviten a una boda, no vayas a sentarte en el mejor lugar, no sea que otro de los invitados sea más importante que tú, y cuando venga el anfitrión te diga: 'Dale tu lugar a este otro'; porque entonces, con toda vergüenza, tendrás que ir a ocupar el último lugar. Así que, cuando seas invitado, ve más bien a sentarte en el último lugar, para que cuando venga el anfitrión te diga: 'Amigo mío, ven y siéntate más adelante'. Así serás honrado delante de los otros invitados a la mesa. Porque todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido." Palo vertical y palo horizontal unidos esencialmente, y hechos realidad en una vida cristiana llevada adelante con la mejor de las virtudes, la humildad...
El Señor nuestro Dios nos muestra el camino y nos encarga ser humildes ante su presencia y solo se sabe que el nos dará nuestro lugar, amén!!!
ResponderBorrarMonseñor, Que hermoso es saberme buscada por Dios, a pesar de mis pecados.
ResponderBorrarEl camino nos lo ha abierto Jesús. Así lo dijo el gran San Juan Pablo II: "Nuestra religión cristiana es la única en la que, en vez de ser el hombre el que sale en busca de Dios, es Dios mismo quien sale al encuentro del hombre".
Monseñor, Que hermoso es saberme buscada por Dios, a pesar de mis pecados.
ResponderBorrarEl camino nos lo ha abierto Jesús. Así lo dijo el gran San Juan Pablo II: "Nuestra religión cristiana es la única en la que, en vez de ser el hombre el que sale en busca de Dios, es Dios mismo quien sale al encuentro del hombre".
Bello
ResponderBorrarMuchas gracias Padre Ramón, por darse el tiempo para entregarnos la reflexión de la cruz, entender el porqué la cruz es el símbolo de redención de todos los cristianos. Como nos dice Cristo: deja todo, toma tu cruz y sígueme.
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