El mundo está envejeciendo. La antigüedad de las actitudes y de los sentimientos vividos lo están aniquilando poco a poco. Los hombres estamos demasiado acostumbrados a los sentimientos del hombre viejo. La separación de Dios pretendida por el hombre de hoy, para ser supuestamente libre, autónomo, independiente, lo ha ido encerrando en sí mismo, lo ha ido haciendo egoísta, injusto, violento, odioso. La situación del mundo no mejora porque el hombre no mejora. Le hemos dejado la responsabilidad del progreso de la humanidad al progreso de las tecnologías, lo que nos ha despersonalizado inmensamente. Las tecnologías sirven a la tecnología, no al hombre. Lo despersonalizan cada vez más. Lo deshumanizan cada vez más. Preferimos intercambiar con un celular, con una computadora, que con una persona. Y si lo hacemos con alguien en concreto, lo hacemos a través de la mampara de la tecnología, evitando el contacto vivo y directo que nos humanizaría más. Se ha perdido el gusto del contacto personal, del apretón de manos, del abrazo sentido, del beso afectuoso. Nos acarician las teclas de los aparatos que usamos para comunicarnos.
El hombre, así, se ha ido encerrando en sí mismo, y tiene pocas miras hacia fuera. Se contenta con sentirse "feliz", creyendo que el mundo es eso. Va perdiendo la experiencia de ser feliz con otros, y cree que la felicidad se agota en esa vida centrada solo en sí mismo. Va teniendo la experiencia de frustración pues al fin y al cabo, el hombre ha sido creado para vivir en sociedad, junto a los otros, creciendo con ellos, intercambiando y enriqueciéndose de lo que los otros aportan a su vida. Va despeñándose en el abismo del egocentrismo, de la vanidad, del hedonismo, de la competencia feroz, de la búsqueda de pleitesías, Así, los demás se van convirtiendo en estorbos para mi camino hacia la cima de la soberbia, por lo cual, debo tratar de dejarlos cada vez más abajo. Y para lograr el objetivo no importan los medios. Lo que importa es el fin. Si se les tiene en cuenta es para usarlos como instrumentos de los cuales servirse para alcanzar la meta. De ahí, los sentimientos antiguos que afloran. De ahí el odio, la venganza, la envidia, la violencia, la ira, la manipulación, la mentira...
Es urgente que entendamos que debemos dejarnos renovar. Tenemos que dejar que Jesús nos haga hombres nuevos. Él nos puede hacer odres nuevos que contengan el vino nuevo. Es el vino del amor, de la unión con Dios, del cumplimiento de su voluntad amorosa, de la solidaridad, de la fraternidad, del descentrarse de sí mismo y centrarse en Dios y en los hermanos. Esa es la verdadera felicidad, la plenitud de nuestro gozo. Con solo experimentar algo de esto, zambulléndonos en el océano del amor divino, nos convenceremos que el único camino para la verdadera felicidad, para el verdadero progreso, para la verdadera realización personal está en la vivencia del amor. No existe otro camino.
"Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres y entonces el vino se tira y los odres se echan a perder". El amor es ese nuevo orden que hará que todo sea nuevo, que hará que los odres sean nuevos. El amor es lo que logra que el mundo deje de envejecer, deje de vivir esas actitudes antiguas que encierran al hombre cada vez más en sí mismo y lo destruyen, que deje de ponerse al servicio de las tecnologías que lo meten más en una burbuja y las utilice más bien para acercarse afectivamente al hermano. El amor es lo que hace que el mundo se vea como el lugar para ser hermanos, para construir juntos una mejor sociedad en la que todos podemos dar nuestro aporte. El amor es lo que hace que vivir en Dios y en fraternidad sea lo mejor que nos puede pasar, pues sentimos el gozo de ver que nuestros hermanos son mejores, pues nosotros mismos les inyectamos la experiencia del amor que los hace más hombres, mejores personas, mejores hijos de Dios, mejores humanos...
Muy cierto, muchísimas gracia por las reflexiones Padre Ramón
ResponderBorrarLa deshumanización del hombre es más frecuente, los vecinos nos reuniamos para conversar, compartir, hoy día ni nos vemos, vivimos corriendo, estresados por el tiempo que nos gana, etc.
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