La división nos hace ser derrotados. La unidad nos hace vencer. Un cuerpo bien estructurado, que mantiene su conjunto bien acoplado, que se rige por unas normas que apuntan a un mismo objetivo, que sigue unas ideas más o menos unificadas en medio de la diversidad, que llega a acuerdos que hacen unir los esfuerzos, que avanza hacia la misma meta aunque sea por caminos y métodos diversos, mantiene su unidad y se hace invencible. Si un hombre que tiene las ideas claras y sabe bien hacia dónde va es indetenible en su avance, ¡cuánto más un cuerpo sólido que se mantiene unido para alcanzar una meta única! Por el contrario, cuando el cuerpo se debilita por estira y encoges de cada uno, cuando no hay posibilidad de acuerdo sobre las metas, los métodos o las ideas, cuando "cada uno tira para su lado", cuando se preocupan sólo de sus intereses particulares sin importar el bien común, cuando se apunta al sólo bienestar individual sin apuntar a la búsqueda del bienestar de todos, se hace sumamente débil y cualquiera puede llegar a vencerlo. Basta tener una mínima fortaleza para vencer al que está debilitado al extremo por su falta de unidad...
La sentencia de Jesús es absolutamente cierta: "Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá". Lo decía en referencia a la acusación de los fariseos que afirmaban que Jesús expulsaba demonios por el poder de Beelzebú. Ni siquiera Satanás se atrevería a dividirse pues sabe bien que esa sería su derrota. Por el contrario, como él sabe dónde está la debilidad y cuál es el secreto para vencer a la humanidad y colocarla a su servicio, se empeña en dividir para controlar mejor... El demonio es el padre de la mentira y la causa de la división final de los hombres... La misma forma de llamarlo es la descripción perfecta de su esencia. La palabra "diablo" significa "el que divide", "el que separa". La mejor victoria de todas las que ha tenido el demonio no ha sido ni siquiera su supuesta victoria sobre Jesús en la Cruz. Esa, por el contrario, fue su mayor derrota, por cuanto con la muerte de Cristo murió también el pecado, el poder del demonio, la misma muerte... La mayor victoria que ha tenido, no por él mismo, sino por el poder que los mismos hombres hemos colocado en sus manos, es el de permitirle dividirnos por razones religiosas, ideológicas, materiales, sociales.. La mayor estupidez de los hombres es pensar que divididos vivimos mejor... Si nos pusiéramos de acuerdo en lo más trascendente que nos corresponde vivir, otra sería la realidad del mundo. Pero la verdad es que nuestros pensamientos basados en privilegios personalistas y egoístas, nos lo hacen imposible. Esa es la mayor victoria del diablo, de "el que divide"...
Quien quiere vencer, debe dividir. Es un axioma insoslayable. Por eso Pablo, haciendo gala de su extraordinaria inteligencia, cuando es juzgado por anunciar a Jesús, muerto y resucitado, Redentor de los hombres, hace de la astucia su arma mejor. Él hace caso de la invitación de Jesús: "Sean mansos como las palomas, pero astutos como las serpientes". Los Hechos de los Apóstoles nos describen la táctica de Pablo para enfrentar a los fariseos y los saduceos: "Pablo sabía que una parte del Sanedrín eran fariseos y otra saduceos y gritó: ?Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos'. Apenas dijo esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos admiten todo esto)". Esto produjo un altercado entre ellos que se decidió posponer la sentencia... Pablo había dividido a quienes querían juzgarlo y logró una gran victoria. Uno solo venció a todo aquel grupo innumerable que quería sentenciarlo a muerte... La astucia de Pablo lo hizo llegar a la victoria, aunque fuera temporalmente, pues el mismo Señor luego le vaticina su sufrimiento extremo y su muerte: "La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: '¡Ánimo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma'"...
Pero al final, debemos apuntar a ser todos uno en la fe y en el amor, como lo pide Jesús en la oración al Padre: "Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". La unidad se debe basar en el amor mutuo que deben vivir los cristianos. El "que todos sean uno" de Jesús, se puede traducir en "que todos sientan tu amor en sus corazones, y sabiéndose amados infinitamente, se amen mutuamente como se saben amados por ti y por mí". El mandamiento del amor de Cristo: "Ámense los unos a los otros como yo los he amado" es el fundamento más sólido que se puede pensar jamás para lograr la unidad de los cristianos. Y es tan cierto esto, que será incluso la demostración más fehaciente de la existencia de Dios y del envío de Jesús al mundo: "Para que el mundo crea que tú me has enviado..." Las primeras comunidades cristianas atrajeron a muchísimos nuevos discípulos por su estilo de vida en la unidad, basados en el amor. La constatación de los que los contemplaban era contundente: "Miren cómo se aman", decían... Y por eso miles de hermanos nuevos se sumaban a la comunidad de los salvados... La unidad que vivían, basados en el amor mutuo, era el signo más claro de que Jesús es el Salvador enviado por el Padre para rescatar al mundo... Por eso no podemos permitir más el escándalo de la división de los salvados por Jesús. Debemos luchar por romper la división y lograr la unidad añorada para ser buenos testimonios del amor de Dios en el mundo...
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