Los estudiosos de las Sagradas Escrituras afirman que el final del Evangelio de San Juan es un añadido que no pertenece al original escrito por el Evangelista. La misma forma de redacción parece confirmarlo. Aun cuando Juan siempre se presenta a sí mismo en todo el Evangelio en tercera persona, la referencia que haría de sí mismo en el párrafo final -"Este es el discípulo que da testimonio"-, es extraña a su manera de expresarse normalmente -"El discípulo que Jesús amaba"-... Entre otras cosas, por eso, aparentemente es cierto lo que afirman los entendidos. Pero el hecho de que sea un apéndice extraño al autor original, no significa que deba ser desechado como palabra inspirada. La Iglesia, en su infinita sabiduría, respaldada por la presencia en Ella del Espíritu Santo, que, según la promesa de Cristo, nos mantendrá en la Verdad plena, ha incluido la totalidad del Evangelio de San Juan, incluido este apéndice, en la lista de libros inspirados, conformando el canon de la Biblia...
La afirmación de este final del Evangelio es impresionante: "Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo". En primer lugar, utiliza el argumento del múltiple testimonio para afirmar que todo lo escrito es verdadero. El testigo no ha sido, por lo tanto, únicamente San Juan, sino una multitud de personas que dan fe de que lo que en el Evangelio se dice es verdadero. En la cultura hebrea, el hecho de que haya al menos dos testigos que confirmen la veracidad de la afirmación hecha es suficiente para confiar en que lo dicho es verdadero. No hay razón alguna para poner en duda que todo lo que ha relatado San Juan en su Evangelio sea falso o al menos poco ajustado a la realidad de los hechos. No se miente ni se exagera. Se dice la verdad. Quienes han sido testigos de ello lo verifican. No se debe pensar que ni siquiera un exceso de entusiasmo haya servido para exagerar o hacer desproporcionado el testimonio... Por otro lado, el testigo principal ha hablado de su propia experiencia. Aquello que ha relatado no lo ha escrito porque se lo haya contado nadie, sino porque él mismo lo ha vivido. Es la misma experiencia que han tenido los paisanos de la mujer samaritana que se encuentra Jesús en el Pozo de Jacob: "Ahora creemos, no por lo que nos has dicho, sino porque nosotros mismos lo hemos visto y oído"... La experiencia es personal, no recibida de otros. Y es eso lo que pone por escrito. Juan es testigo de primera línea. Y ha entendido que aquello que ha vivido lo debe poner por escrito para que otros crean. Su testimonio se basa en su compromiso de dar a conocer lo que él ha vivido para que otros crean. Ha entendido que la noticia de la salvación, que los hechos y las palabras de Jesús, no son para consumo personal o individual, sino que son para que otros conozcan a Jesús y se acerquen a Él amándolo y siguiéndolo...
Ha entendido, por lo tanto, perfectamente la esencia del cristiano: Ser salvado para ser instrumento que ayude a salvar a otros dando noticias con la vida y la palabra propias, de lo que Jesús ha hecho en quien anuncia... Es la asunción plena de lo que se debe ser en referencia a los hermanos. El cristiano que no entiende que esa es su esencia no ha entendido bien lo que es ser cristiano... San Pablo nos da una clave excelente para comprender cómo hacerlo: "Nuestras cartas son ustedes, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que ustedes son carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón..." Cada cristiano es una carta que escribe Cristo al mundo, en la cual se debe leer su amor, su mensaje de perdón y de salvación, su llamada a la fraternidad y a la solidaridad, su siembra de justicia y de paz... No es la palabra la que convence, sino la vida de cada cristiano en la que se lea lo que respalda lo que diga sobre Jesús. No basta hablar precioso de Cristo. Hasta el demonio podría hacerlo. Es necesario que en nuestras vidas se lea aquello que pronunciamos, que cada momento de nuestras vidas sea un anuncio del amor de Jesús, de su perdón y de su salvación.
En esa tarea de anuncio con la propia vida, el cristiano sabe que debe asumir toda consecuencia. San Pablo es llevado a Roma precisamente por haber sido fiel al extremo en el anuncio de la salvación de Cristo: "Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres; en Jerusalén me entregaron a los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, tuve que apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo he querido verlos y hablar con ustedes; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas". No bastó la persecución ni cualquier acusación para dejar de mostrar con su vida lo que Jesús había logrado en él. Y por eso entendió que debía hacerlo transparente para todos, incluso para aquellos que lo perseguían... Su convicción era tan profunda, que no cejó un solo instante en hacer aquello que, en su compromiso de fe, entendía que debía hacer: "Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos..." El Espíritu, que lo llevó a esa situación, se encargaba de darle la confianza, la valentía y la ilusión de seguir haciendo lo que debía hacer... Excelente testimonio que debemos percibir y asumir los que queremos ser buenos cristianos...
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