Los hombres nos empeñamos en no ser felices. Es triste, pero es así. Hemos sido creados en el amor, por el amor, para el amor, y preferimos ir contra nuestra propia naturaleza. Sustituimos al amor por sucedáneos menores, que no llenan, que frustran, que siempre dejan un sinsabor, una "resaca" espiritual. Pareciera que vamos en búsqueda del bien mayor, pero nos contentamos con los bienes menores, o con los males, que nos ofrecen con bombos y platillos... Y el mundo, en general, es bueno. Dios nos ha puesto en él para que en él desarrollemos nuestra vida y de él extraigamos todo lo que nos sirva de provecho para avanzar hacia Él. Si no fuera así, no nos hubiera colocado y mantenido en él... Pero no todo en el mundo es bueno. Ya Jesús mismo, cuando oraba al Padre, lo advertía: "No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal". En el mundo hay mal. No hay duda. Y muchas veces, ese mal aparentemente tiene mucha fuerza y vence... Por eso, continuamente la enseñanza de Jesús y de los apóstoles nos anima a luchar contra esas fuerzas del mal en el mundo y a mantenernos fieles en el amor...
Existe, por lo tanto, una lucha continua en el interior del hombre. ¿Qué debo hacer en mi vida para lograr la felicidad mayor? ¿Cuál es el camino para alcanzar la plenitud? ¿Cuáles son los bienes que puedo aprovechar del mundo y cuáles los males de los cuales me debo defender? Las respuestas busca darlas hasta el mismo mal del mundo para lograr adeptos. "Tienes que destacar sobre todos y lograr dominarlos para ser el más privilegiado". "Tienes que luchar por obtener muchas riquezas, pues quien mucho tiene es más respetado y admirado". "Tienes que darte todos los gustos posibles, pues esta vida es una sola y hay que disfrutarla, sin perder un segundo". "Si para descollar sobre los demás necesitas dividir y sembrar intrigas, odios y rencores, hazlo.Lo importante es que tú estés de primero". "Todo lo que te fastidie elimínalo de tu vida. Si un niño por venir será un fastidio, no permitas que nazca. Si un anciano es una carga, elimínalo. Si alguien se opone a tus pretensiones, anúlalo". "Si para obtener las riquezas que necesitas debes dejar de ser honesto, deja de serlo. Es más importante lo que logras que lo que abandonas". "Odia, divide, véndete, pisotea al otro, excluye..., no importa nada más, sino sólo lo que buscas. Tienes que tenerlo por todos los medios"... "Eso sí, tienes que dar la apariencia de bueno, para que no te rechacen. La clave está en eso: en ser admirado, aunque seas una piltrafa humana... Ya sabrás cómo hacerlo"... Y en ese camino vamos muchos... Y por ser un camino que es realmente de frustraciones, lo andamos cada vez con más determinación... "No he encontrado la felicidad que busco por aquí, pero este debe ser el camino... Seguiré con más empeño..." Y nos hundimos más y más. Se necesita que venga alguien a iluminarnos el camino, a decirnos que estamos errados, que andamos una vía que no conduce a la verdadera felicidad...
Se necesita que alguien como Josebá que escondió a Joás, hijo del rey Ocozías, para evitar que Atalía, quien se autoproclamó reina, lo asesinara, nos presente al verdadero rey... Atalía no contaba con eso. El pueblo aceptó a Joás, pues era el verdadero heredero del trono y asesinó a Atalía. E Israel vio restituida la monarquía verdadera... El mundo nos presentará siempre a muchas Atalías, y sin duda, logrará algunas alegrías para nosotros. Mientras Atalía fue reina, aun cuando el pueblo era humillado, también obtuvo algunas cosas buenas. Pero no tenía el bien mayor. Eso mismo logra el mal del mundo. Como sentimos algunas satisfacciones, como sentimos placeres, como nos damos algunos gustos con las riquezas, creemos que estamos bien. Pero al final del día, cuando hacemos el balance, nos percatamos de que sigue existiendo una frustración inexplicable que subyace... Algo falla. Algo no va bien. Algo hace falta... Tiene que venir Josebá, que sabe quién es el verdadero rey, a darnos la solución. Josebá es cualquiera que nos llame al botón y nos diga que el camino es otro, que es el amor el que nos da la plenitud, que es el perdón de Dios el que nos da la felicidad, que es el cielo que se nos promete el que nos dará el verdadero sentido en el camino que avanzamos, que es la fraternidad la que llenará nuestros vacíos más profundos... Que debemos vivir en la fe y en la confianza del Dios que nos ama más que lo que nos amamos nosotros mismos. Basta que sepamos que en las manos de Josebá está el verdadero rey y que ella generosamente nos lo está regalando...
Es necesario que no discernamos siempre como bueno lo que nos da alguna satisfacción. "No todo lo que brilla es oro", dice el adagio popular. No todo lo que se nos presenta se debe convertir en tesoro. Hay tesoros que dañan, que empobrecen, que sólo crean frustración y dejan tal insatisfacción que se busca más y más, dejando una mayor insatisfacción... Por eso Jesús nos dice: "No atesoren tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesoren tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón". Nuestro tesoro es el amor. Ese amor en el que hemos sido creados y para el que hemos sido creados. Fuera de él no hay otra realidad que nos dé la mayor felicidad y nos llene más. Amor a Dios y a los hermanos... He ahí lo que nos dará la plenitud. Nuestra plenitud está en nuestro origen y en nuestra meta. Es el amor. No permitamos que el mundo nos engañe de nuevo, y pongamos el corazón en lo que de verdad vale la pena...
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