La vida se nos ha dado para vivirla. Una vida que no se vive es muerte, ha desaparecido, no tiene sentido. Cuando Dios nos ha dado nuestra vida es para que la "usemos" a plenitud. Ni siquiera para que la vivamos a medias, sino con toda intensidad. Al colocarnos al frente todo lo creado para que le pusiéramos el nombre, nos declaró propietarios de toda la creación, nos traspasó su titularidad. El hombre pasó a ser administrador de todos los bienes, pero más que eso, su titular... Y Dios nos hizo socios suyos en la creación, para que la mantuviéramos en el nivel de perfección que Él la colocó. Y, de ser posible, más alta: "Ustedes harán cosas aun mayores", nos dijo Jesús... Todo eso requiere exigencia, responsabilidad, compromiso. No vale la pena vivir la vida a medias, por cuanto sería hacerla caer en la mediocridad. Y la mediocridad es una muerte peor que el asesinato. La mediocridad va robando la vida imperceptiblemente, silenciosamente, sigilosamente... La vida se va escapando, y al final, ya no la tenemos. Nos enteramos cuando ya estamos en el ataúd... La vida hay que vivirla intensamente para que de verdad sea vida... Decía el poeta: "La vida que no florece / y es estéril y escondida, / que no es fecunda ni crece, / es vida que no merece / ni el santo nombre de vida..."
Con la vida, Dios nos ha dado infinidad de riquezas, en las cuales se debe cumplir la misma prerrogativa. Con la vida nos han sido dadas todas las funciones biológicas, corporales, físicas. Nuestro ser es un complicado laboratorio que debe funcionar correctamente para que nuestra condición física y nuestra salud estén a tope. Si nos ponemos a pensar, es impresionante la cantidad de procesos biológicos que se dan en nuestro cuerpo. Los que se están dando en este mismo momento. Mientras escribo, estoy respirando, mi corazón está bombeando la sangre a todo mi cuerpo, estoy parpadeando, mis riñones y mi hígado están purificando los líquidos, mi vejiga se está llenando, mi estómago está produciendo la digestión, mis músculos están en movimiento, mis ojos se están dirigiendo de la pantalla al teclado y desde el teclado a la pantalla, mis oídos están escuchando el rumor que sube de la calle... Todo en el proceso perfectamente diseñado por Dios para que mi vida biológica sea plena... Si yo fuera capaz de frenar alguno de esos procesos, mi vida sería un desastre, no sería la vida que Dios quiere en mí... Sería enfermedad, o incluso, hasta muerte... Esto se complementa con lo que Dos ha puesto en la creación para que sirva a llevar adelante todos los procesos... Dios me ha regalado la luz para ver, el aire para respirar, el agua para beber, los animales y las plantas para alimentarme... Todo lo ha procurado para que esos procesos que se dan en mí tengan los insumos necesarios para poder desarrollarse... Sería absurdo que yo pensara que no necesito de alguno de ellos para vivir. Que yo decidiera en algún momento que no quiero más aire, más agua, más luz, más alimentos... Sería mi muerte. Me estaría suicidando...
Pues bien, así como Dios ha procurado una vida biológica que en su funcionamiento es perfecta, y que va a mayores cada vez, así mismo ha procurado lo que necesito en mi vida espiritual, para que también ella sea perfecta... Dios me ha llenado de su amor para que viva plenamente el amor. Dios me ha dado la compasión para que la use perfectamente. Dios me ha dado la fraternidad para que la viva a plenitud. Dios me ha dado un sentido de justicia para que sea perfectamente justo. Dios me ha dotado de valores y virtudes para que los desarrolle en mi vida social. Dios me ha dado la santidad para que la viva en medio del mundo. Dios me ha dado la verdad para que la conozca completamente. Dios me ha dado la paz interior para que la manifieste en todo lo que hago... No tiene sentido que hayamos recibido todo esto para mantenerlo escondido. Más aún, su manifestación externa milagrosamente hace que la vivamos con mayor intensidad y que crezcan en nosotros. Quien ama, se llena de más amor. Quien es justo, recibe y vive la mayor justicia. Quien es fraterno, se siente aún más hermano de todos... En lo espiritual, los dones de Dios, al ponerlos en funcionamiento, se multiplican, se engrandecen, jamás disminuyen...
La Viuda de Sarepta, cuando dio a Elías todo lo que le quedaba, siendo caritativa con el Profeta, multiplicó lo poco que le quedaba. Y ya nunca más tuvo necesidad de más trigo y de más aceite para el pan de ella y de su hijo... Estaba dispuesta a morir, pero su generosidad le arrebató a Dios una providencia milagrosa. Recibió mucho más de lo que dio... Lo dijo Jesús: "El ciento por uno"... Y es que en nuestras vidas debemos entender que para ser más sólidos en todo debemos salir de nosotros y lanzarnos a los demás, debemos proyectarnos en el amor y en todas las virtudes para alcanzar cotas más altas. La plenitud la alcanzaremos sólo si invertimos nuestros bienes espirituales. No es ocultándolos como lo lograremos. Así sólo lograremos matarlos. Nos convertiremos en el cementerio del amor, de la paz, de la justicia, de la fraternidad, de la verdad... No es eso lo que Dios quiere para nosotros...
Por eso Jesús insiste: "Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo de un celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así la luz de ustedes a los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en el cielo". No hay porqué ocultar la luz ni impedir que la sal dé sabor. Si se nos ha dado amor es para que seamos emisarios del amor para todos. Si se nos ha dado la verdad es para que la proclamemos. Si se nos ha dado justicia, es para que sembremos de justicia nuestro mundo... No dejemos de hacerlo. Haciéndolo, recibiremos una medida mayor en todo. Seremos ricos en toda vivencia espiritual. Estaremos en el cielo anticipadamente...
Super interesante!!!! Dios lo bendiga
ResponderBorrar¡Gracias Fátima! Me alegra que te sirva. Saludos a César. Un besote. Dios te bendiga
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