"Todo Sacerdote es un hombre tomado de entre los hombres, y puesto en favor de los hombres, en lo que toca al culto de Dios, para ofrecer oraciones y sacrificios por los pecados de los demás y los propios". Así describe, de manera general, el autor de la Carta a los Hebreos la función del Sacerdote. Partiendo de esta descripción podemos hacernos una idea de lo que es el Sacerdocio de Cristo. Aun cuando el camino que recorre Jesús es inverso, por cuanto Él es el origen de todo Sacerdocio... Por Él todos los demás que somos Sacerdotes podemos ejercer nuestro oficio, pues es Él quien le da el sustento y el sentido al ejercicio del ministerio... Cristo es el Sacerdote perfecto, por cuanto es el eslabón ideal que une lo divino con lo humano y lo humano con lo divino... Jesucristo es Dios y hombre, por lo tanto, tiene un pie en la divinidad y el otro en la humanidad, haciendo el puente perfecto entre ambas naturalezas a las que quiere poner en contacto mediante el ejercicio de su Sacerdocio. Por eso es puente, es "Pontífice", el que hace el puente entre las dos realidades a las que quiere unir de nuevo. El Verbo eterno del Padre es en su naturaleza Dios y asume la naturaleza humana en obediencia perfecta a la voluntad del Padre: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". La encarnación del Verbo en el seno de la Virgen María es el cumplimiento perfecto del inicio del ejercicio del Sacerdocio de Cristo...
El Verbo estuvo en la Creación de todo lo que existe. La Palabra pronunciada por el Padre es Palabra creadora, por cuanto al decir, "hágase", "exista", "pulule la tierra", el Verbo del Padre hacía que todo viniera de la nada a la existencia. "Por Él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en Él", nos dice San Juan, lo cual lo coloca en el principio y en la razón de la existencia de todo lo creado. Y "en la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley"... La encarnación del Verbo fue la asunción perfecta de la naturaleza a la que venía a rescatar, mediante el sacrificio póstumo y definitivo de su propia vida humana... El niño Dios, nacido del vientre de María empieza a ser Sacerdote perfecto desde el primer momento de su existencia. Hay quien dice que el llanto del Niño Jesús era ya un llanto redentor... Para el Verbo eterno del Padre, su encarnación es el inicio de su sacrificio, por cuanto representa su abajamiento absoluto, su aniquilación total, pues ha dejado entre paréntesis, escondida, la gloria que le correspondía naturalmente, para hacerse uno más de aquellos a los que viene a rescatar...
El Sacerdote es el que entra en el templo para ofrecer los sacrificios necesarios para aplacar a Dios, para hacer al hombre satisfactorio para Él, para obtener el perdón de los pecados. El Dios hecho hombre entra e el templo sagrado del mundo creado por Dios para hacer de toda su vida terrena el sacrificio que satisfaga por todos los hombres. Al ser el Dios que ha asumido a la humanidad, el sacrificio que ofrece ya no es igual al que ofrecían los Sacerdotes del Antiguo Testamento. Aquellos debían ser repetidos una y otra vez, pues los Sacerdotes no tenían la virtud para satisfacer completamente al Padre. Y lo que ofrecían eran sacrificios de animales que no tenían un precio alto. El sacrificio de Jesús, que se inicia desde su encarnación, es el sacrificio del Dios que se ha hecho hombre, por lo tanto, tiene el valor infinito que sólo el ser Dios puede darle. No es necesario repetirlo una y otra vez como en el Antiguo Testamento, pues el sacrificio de Jesús asume todos los pecados de toda la humanidad -pasada, presente y futura-, y los lleva a la Cruz, que es el cadalso terrible en el que están contenidos todos esos pecados. El peso que cargaba del Verbo hecho carne es infinito. Es inimaginable lo que Jesús llevaba sobre sus hombros. Y no hablamos sólo del peso de la Cruz física, sino del de la Cruz espiritual que estaba conformada por todas las maldades del hombre...
¿Cómo no estar convencidos de que el sacrificio de Jesús es plenamente satisfactorio, cuando es Dios y hombre completamente? Por ser hombre se hizo uno más de nosotros y asumió con alegría todo lo nuestro. Quiso tener todas las experiencias humanas, desde la infancia, pasando por la juventud y llegando a la adultez. Jesús se sintió bien siendo hombre, lo disfrutó. Por eso, en la Cruz quiso redimir a los niños, con los cuales compartió la infancia. Quiso redimir a ese niño que lloraba cuando tenías hambre, que reía cuando veía a los animalitos de la casa, que estiraba los brazos cuando veía que se acercaba su madre... Quiso redimir al joven que soñaba con un futuro grandioso, que se dolía cuando era despreciado por los mayores, que cayó en la desgracia del robo o de la droga o de la bebida... Quiso redimir a ese adulto que luchaba por lograr el sustento para sí y para su familia, que quería ser responsable y honesto en todas sus tareas, y al que se ensució las manos con dinero mal habido, al que fue infiel a su familia y a su matrimonio... Todo eso lo vivió plenamente, fue testigo de primera mano. Y eso fue lo que lo hizo perfectamente Sacerdote para la humanidad. Su pie en la divinidad le mantenía la gloria, el poder, el amor infinitos. Su pie en la humanidad le hizo compartir las alegrías y las tristezas de la humanidad, sus dolores y anhelos, sus virtudes y sus pecados... Y por ser el Sacerdote perfecto, alcanzó la satisfacción plena desde el seno del amor del Padre...
Los hombres sólo debemos hacer que ese sacrificio valga de verdad la pena para cada uno, para mí y para ti. Que ese sacrificio de Jesús no quede infructuoso, no haya sido hecho en vano... Ciertamente no es así, pues el sacrificio de Jesús es válido y ya ha alcanzado del Padre la Redención para todos los hombres. Pero el efecto sí debe procurarse que llegue a todos, que todos abran su corazón para que vivan el amor redentor de Jesús. Y en esa tarea, nosotros ejercemos nuestro Sacerdocio humano... El Sacerdocio de hacer que todos disfruten del amor, de la redención y de la salvación que Jesús les ha alcanzado en el ejercicio perfecto de su Sacerdocio eterno...
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