Elías es el prototipo de la institución profética de Israel. Es el Profeta por excelencia, considerado por los israelitas el profeta más grande que ha existido. Curiosamente no escribió ningún libro, como sí lo hicieron Isaías, Jeremías, Ezequiel, Baruc y los profetas menores. No tiene un "tema profético" que lo caracterice, como sí se puede decir que lo tengan los otros profetas, sino que simplemente es admirado por su disponibilidad y su docilidad a Dios, a su Espíritu y a sus inspiraciones... Tan grande es que Dios mismo lo coloca en lugar privilegiado. Recordemos el portento maravilloso de la Transfiguración de Jesús, en el cual aparecen Moisés y Elías junto a Jesús transfigurado y reluciente. Moisés y Elías, podría decirse sin dudarlo, representan el resumen de todo el Antiguo Testamento. Moisés es, por antonomasia, el representante de todos los Patriarcas de Israel, quien recibió la Alianza más destacada, quien llevó a Israel por el desierto luego de la portentosa liberación de la esclavitud en Egipto. Es, de esta manera, el emblema de la Ley, con la cual Dios establece su relación con Israel. Y Elías es el representante de los Profetas. Carga sobre sus hombros la representatividad de todos los profetas del Antiguo Testamento, a través de los cuales Dios quiso comunicarse con su pueblo y con los otros pueblos circundantes a los cuales reveló su preferencia por Israel. Moisés, la Ley. Elías, los Profetas. En ellos está todo el Antiguo Testamento. Al aparecerse con Jesús que se transfigura ante los apóstoles, de alguna manera Dios quiere dejar bien claro que hay una nueva realidad, que Moisés y Elías, resumen de todo el Antiguo Testamento, de la Antigua Alianza, están dando el relevo a Jesús, que es en sí mismo la Nueva Alianza que hace Dios con la humanidad. Están en ese gesto entregando el testigo de la carrera de la salvación de la humanidad a Jesús. Como si dijeran "hasta aquí llegamos nosotros... Ahora te toca a ti..."
Esa figura de Elías es tan significativa que Eliseo, su sucesor, le exige para serlo, parte de su espíritu. Y le es concedido. Cuando los testigos ven las maravillas que hace Eliseo, no pueden hacer más que aclamar diciendo: "¡El espíritu de Elías se ha posado sobre Eliseo!", con lo cual Eliseo pasó a ser respetado y escuchado tanto como Elías, el Profeta por excelencia... Elías le había traspasado, como lo había pedido Eliseo, dos tercios de su espíritu, con lo cual se aseguró Dios de que su voz seguiría siendo escuchada por el legado de Elías... El gesto de Elías es significativo... Deja su espíritu y así establece e instituye a un sucesor... El que había sido elegido por Yahvé, se asegura de que su obra tenga continuidad. Es elección y sucesión. Es haber sido llamado, haber respondido, haber convocado a otro y haber dejado huella... Es la mejor manera de asegurarse de que la obra de Dios será continuada...
Es un llamado a todo el que sea seguidor de Dios en Jesús. La llamada ha sido lanzada a todos los hombres a los que Jesús quiere salvar, rescatándolos y poniéndolos a su servicio. Así como Elías fue llamado y convocado por Dios para ser su Profeta, así cada cristiano es llamado por Jesús para ser también el anunciador de su obra de salvación. Pero igualmente cada uno es invitado, como Elías, a dejar sucesor. A convocar a quienes lo escuchen a ser sus seguidores, para que sean seguidores de Cristo. Es lo que vivió y entendió perfectamente San Pablo al decir a sus discípulos: "Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo". Elías pasa su manto sobre los hombros de Eliseo y le transmite su espíritu. Pablo ha anunciado a Jesús y les ha transmitido a los suyos su salvación, su redención. Cada cristiano debe hacer lo mismo. No es pretenciosa la afirmación de Pablo, pues al fin y al cabo la invitación es a imitar a Jesús: "Como yo lo soy de Cristo..." Cada cristiano debe ser capaz de afirmar lo mismo. Y para ello, debe dejar huella. Elías lo hizo con su manto, Pablo con su palabra. Cada cristiano debe hacerlo con su vida. Hay que dejar "descendencia" que continúe los pasos hacia Jesús. No puede el cristiano pasar por el mundo sin dejar una huella que pueda ser seguida por otros. Sus pasos deben ser anhelados por otros. Los hermanos deben querer seguir el mismo itinerario. Esa es la huella que deben dejar los cristianos, como lo hicieron Elías y Pablo.
Esta será la manera de escuchar realmente la palabra de Cristo, que invita a todos a ser un Sí y un No en su palabra. Un Sí al seguimiento radical de Jesús, a dejarse conquistar por su amor y su salvación, a ser anunciador para todos de esa salvación que Él les alcanzó, a la disposición de dejar huella en los demás para hacerlos seguidores de Jesús y de su amor... Y un No a todo lo que signifique alejarse de Él y despreciar el amor que nos da, a permitir que nuestra vida pase sin resonancia ante los demás, a ser mediocres en el cumplimiento de nuestro ser apostólico... Por ello, como Elías, debemos asumir nuestra condición de elegidos y de enviados por el amor al mundo con toda responsabilidad, a dejar huella en todos, de modo que vean en nosotros a Jesús y se animen a seguirlo y a dejarse amar eternamente por Él...
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