Estos últimos tiempos de la Iglesia no han sido muy buenos. Desde su mismo seno han surgido situaciones escandalosas que han minado las bases de la credibilidad de muchos fieles. Sin duda, el hecho de que los mismos pastores fallen es muy doloroso por lo que implica de traición a la inocencia del rebaño. Y aún siendo una situación que no es nueva, no deja de ser lamentable que sea desde el mismo seno de la Iglesia, de sus responsables y de los que han asumido las tareas de pastoreo que confía el mismísimo Jesús a los pastores, los que lleguen a ensuciar el lienzo blanco de la Iglesia. Se conocen suficientemente las abominaciones de los ancianos en los tempos del Antiguo Testamento que por querer dar satisfacción a sus placeres y no conseguirlo, condenan a morir a la casta Susana, los casos de los fariseos en los tiempos de Jesús, la negación de Pedro, la traición de Judas, la pretensión de Simón de comprar el poder de hacer milagros... No es extraño que el corazón del hombre, particularmente de los pastores, esconda pretensiones viles... Ciertamente Jesús ha puesto sobre aviso a todos sobre esta posibilidad. Habrá el tiempo de convivencia del trigo con la cizaña y llegará el momento de la criba en el que se separará el grano bueno del malo... También lo dice Pablo al despedirse de la comunidad de Éfeso: "Tengan cuidado de ustedes y del rebaño que el Espíritu Santo les ha encargado guardar, como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé que, cuando los deje, se meterán entre ustedes lobos feroces, que no tendrán piedad del rebaño. Incluso algunos de ustedes deformarán la doctrina y arrastrarán a los discípulos..." Es terrible la "profecía" de Pablo...
Hoy en la Iglesia sufrimos de situaciones terribles. Los escándalos de la pederastia de algunos sacerdotes, los escándalos financieros, las infidelidades al servicio sirviéndose a sí mismos, los lujos de algunos pastores, las fallas en el celibato y en la obediencia a sus superiores... Cada vez surgen situaciones muy lamentables que hieren a la Iglesia en sí misma y que hieren la sensibilidad y llegan a afectar la fe de los miembros del rebaño al que se debe cuidar... Ciertamente son casos contados que no están ni por asomo al mismo nivel de cantidad de los casos de fidelidad a los que no se les da ninguna publicidad. No es noticia el curita de pueblo que todos los días se levanta con la intención de servir con alegría e ilusión a la comunidad que se le ha encomendado y que lo hace con la mayor ternura. Tampoco el caso del acucioso teólogo fiel que se quema las pestañas estudiando los clásicos de grandes Padres de la Iglesia para poder transmitir a sus discípulos lo que ha ido descubriendo. No da réditos promocionar al sacerdote que trabaja con el mayor entusiasmo con los jóvenes, tratando de hacerlos hombres de bien para el futuro... Es mucho más rentable hablar del cura que falló y cayó con una mujer, del que ha estructurado una "teología" que echa por tierra toda una tradición y hasta llega a negar verdades fundamentales de la fe, del que ha caído en el peor de los errores aprovechándose de niños y jóvenes... Y los fieles son muchísimos más que los infieles...
Ante esto, podemos tomar dos actitudes: Huir y dejar a un lado la posibilidad de seguir a Dios a través de la Iglesia por la falla de sus pastores, o tomar con responsabilidad el propio compromiso y profundizar en el conocimiento y la vivencia de la fe, asumiendo que las fallas siempre estarán presentes, pues la Iglesia está conformada por hombres que, por naturaleza, pueden siempre fallar... Recuerdo una vez que dando un charla, se levantó un hombre que me dijo: "Yo dejé de creer por las fallas de los curas. Me alejé de la Iglesia y ya no me confesé más nunca ni fui a misa. Si los principales responsables fallan, ¿qué se podía esperar? ¡Todo es mentira!" Yo me sentí, lo confieso, enardecido, y tratando de dominar mi molestia al máximo, le respondí: "¿Qué dirías tú si yo, en este momento, te digo: 'Yo he visto muchos laicos ser infieles a sus esposas, conozco a muchos deshonestos que han caído en la corrupción, sé de muchísimos que son alcohólicos o drogadictos y han destruido su vida y la de los suyos por su adicción, sé de jóvenes que no cumplen con su obligación de estudiar, conozco casos de militares abusadores y corruptos, conozco a empresarios absolutamente deshonestos y aprovechadores... Por todos esos casos, que me afectan mucho, en este momento decido dejar de ser cura, porque no creo en los laicos...'?" Se me quedó mirando atónito y después de un tiempo en el que no supo qué decir, me respondió: "¡Eso no o puede hacer usted, porque usted es cura!" Yo le dije: "¡Pues entonces lo que tú hiciste, tampoco lo podías hacer, porque eres bautizado! ¿O es que ser cura es más que ser bautizado? ¿Ser cura me hace más cristiano a mí que a ti? ¿Tengo yo un mayor compromiso de ser buen cristiano siendo cura, que tú, siendo bautizado?" No supo qué contestarme... Reconozco que hablé molesto. Pero no me faltaba razón...
Todos debemos asumir nuestra responsabilidad. Asumo que la de los pastores es más delicada, por lo que implica de servir de guías, de modelos, de conductores del rebaño. Pero también es cierto que cada uno debe hacer de su fe su tesoro. Y que debe defenderlo al máximo de los depredadores, vengan de donde vengan. Más aún de los que atacan desde dentro, pues son los ataques más traicioneros y dolorosos. Son más traidores los que desde dentro se aprovechan del rebaño y se hacen un puesto de honor sobre las cenizas de lo que ellos mismos han destruido...
Cristo nos da la clave. Nos invita a orar por quienes deben mantenerse en la fidelidad. Nuestra acción puede hacer mucho. Pero nuestra oración puede hacer descender desde el seno del Padre la Gracia que ellos necesitan para mantenerse en la ruta de la fidelidad: "No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad". Todos somos responsables de la Iglesia, de la fe de nuestros hermanos, de la defensa de ellos ante los lobos que vengan a querer hacerles daño. No debemos sentirnos relevados de esa responsabilidad. Jesús nos invita a la fidelidad y a orar por aquellos a los que les ha dado mayores responsabilidades...
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