¡Qué fácil debería resultar ser justo! La Justicia es una virtud moral que nos invita siempre a dar a cada quien lo que le corresponda. Es una virtud que asegura la vida en equilibrio, en armonía. Con ella, no deberíamos tener absolutamente ningún conflicto, ni social, ni económico, ni político, pues la regla que ella promueve aseguraría la felicidad de todos, al recibir todos lo que es de cada uno...
Pero, lamentablemente, se mete de por medio nuestro egoísmo, nuestra sed de retaliación, nuestra suspicacia. Dejamos de pensar justamente para pensar egoístamente. Y al dejarnos llevar por esos pensamientos abandonamos la actitud justa y nos apegamos a intereses personales o grupales. Empezamos a dejar pesar más nuestras propias conveniencias que las del otro o las de la sociedad. Y nuestras acciones apuntan a favorecernos a nosotros mismos o a favorecer a unos sobre otros, sin importar a veces que eso sea para algunos su destrucción, su humillación, su exclusión, su indigencia, su aniquilamiento...
Jesús nos relata la Parábola de los Talentos como una enseñanza de lo que hemos recibido para ponerlo a funcionar con el fin de multiplicarlo, de modo que podamos hacer un mayor bien con esos dones. Pensemos, en primer lugar, que son regalos de Dios. No serían, en última instancia, propiedades privadas que habrían surgido de nosotros mismos por nuestro propio esfuerzo. Son cualidades que nos han sido dadas, con las cuales hemos sido enriquecidos. Las hemos recibido para que sean riquezas, no para el disfrute individual, sino para ponerlas al servicio de todos. Ese es la misteriosa esencia de los dones divinos. Los regalos de Dios apuntan siempre a lo comunitario, a lo social. Jamás a lo individual, a lo egoísta. No compartir esas riquezas sería, por lo tanto, convertirlas en monstruosas pobrezas...
Además, constatemos que el disfrute de los dones de Dios sólo será pleno en la medida en que los pongamos a la disposición de los demás. Nos equivocamos cuando pensamos que disfrutamos más en la soledad de nuestra satisfacción egoísta. Cuando los compartimos, cuando los ponemos a funcionar para los demás, cuando hacemos que otros se vean beneficiados con los dones que hemos recibido, esos mismos dones, maravillosamente, se multiplican en nosotros. Cuando damos amor, el amor se engrandece en nosotros. Cuando sembramos esperanza, nuestra esperanza se ve engrandecida. Cuando compartimos nuestra fe, nos fortalecemos y vivimos más sólidamente nuestras convicciones. Cuando creamos un clima de alegría a nuestro alrededor, somos más felices. Cuando nos empeñamos en ser solidarios con los más necesitados, la solidaridad de los otros para con nosotros aumenta... Quizá a esto se refería Jesús cuando dijo que quienes pusieron a trabajar los Talentos, los multiplicaron...
Nuestra sociedad necesita de la justicia de los que han recibido tantos Talentos. Y todos los hemos recibido. Una sociedad triste existe porque los que han recibido como don la alegría, no lo han compartido con los otros. Una sociedad egoísta existe porque los que han recibido el don de la solidaridad no lo han puesto a funcionar. Una sociedad deshonesta existe porque los que han recibido el don de la honestidad no lo han sembrado en sus acciones. Una sociedad que no cumple sus compromisos existe porque los que han recibido el don del compromiso no lo han ejercido. Una sociedad en la que la miseria crece existe porque los que han recibido el don de la caridad lo han escondido. Una sociedad que sirve a la mentira y a la manipulación existe porque lo que han recibido el don de la veracidad lo han dejado encerrado en sí mismos...
Huyamos de la posibilidad de ser como el siervo que recibió un solo Talento y lo escondió por miedo al señor. Mejor es, en todo caso, arriesgarse a perderlo (lo cual nuca sucederá), que no ponerlo a la disposición de los demás. No hacerlo es perder la razón de la existencia, pues la vida consiste en eso: en poner a funcionar los Talentos, en desarrollarlos, en hacerlos fructificar para los otros. Lo otro es buscar la muerte por consunción, con la seguridad de encontrarla en el camino propio. Es la pérdida absoluta del sentido de la vida.
Somos los responsables de hacer que los Talentos se multipliquen. Los nuestros y los de los demás. Si damos el primer paso, otros se sentirán acicateados a hacerlo también. Es una cadena de bien que podemos iniciar. Hagamos el bien para que otros se sientan animados a hacerlo. Pongamos a producir nuestros Talentos para que otros, viendo nuestro avance personal, se sientan ilusionados a seguir nuestro camino. No hagamos caso a las voces que nos invitan a vivir en el egoísmo, sólo pendientes de nuestro ombligo, de nuestras conveniencias. No oigamos las voces que invitan a surgir a costa de los demás. No demos cabida a los sueños de progreso personal sin importar lo que suceda a los demás. No nos enfermemos de egoísmo, que ya mucho daño le ha hecho a un mundo que, sin duda, puede ser mejor con nuestro aporte. Lograr un mundo mejor para los demás es lograrlo para uno mismo. No al revés. Es el secreto de la lógica divina. Y dejarse llevar de esa lógica es la clave para la verdadera felicidad. Sin ellos,estaremos siempre añorantes, extrañando algo que nunca llegará si no somos solidarios...
Dios ha sido infinitamente amoroso con nosotros dándonos los Talentos con lo que nos ha enriquecido. Seremos más ricos a medida que los demos a los demás. Así, sólo así, se multiplicarán en nosotros. Y sólo así seremos justos con Dios, con nosotros mismos y con los demás...
Ramón Viloria. Operario Diocesano. Ocupado en el anuncio del Amor de Dios y en la Promoción de la Verdad y la Justicia
sábado, 31 de agosto de 2013
viernes, 30 de agosto de 2013
Lo terrible del inmediatismo
Somos hijos del inmediatismo. Nuestro mundo se ha enfermado de inmediatismo, pues no ha discernido bien cuándo dejarse llevar por él y cuándo dejarlo a un lado para saborear cada momento. En todo lo que hacemos se ha filtrado, contaminándonos a todos e impidiéndonos la riqueza de lo lento, de los estable, de lo que hay que contemplar con "lentitud"...
En la alimentación el éxito de la "comida rápida" es tremendo. Se multiplican en todos los ámbitos y en todas las naciones, aun en aquellas que se cierran a "lo que viene del capitalismo". Casi se ha perdido la ocasión de degustar sabrosamente, con una buena compañía y una atractiva sobremesa, del momento en la mesa. En las comunicaciones, la inmediatez es el signo que más caracteriza. Una noticia se difunde instantáneamente, al punto de que unas horas después, ya es noticia vieja. "¿Cómo? ¿Y tú no te has enterado?", preguntamos mirando con extrañeza a quien está tan "aislado", que no se ha enterado de un acontecimiento sucedido hace unos minutos en cualquier parte del mundo... En el transporte hay que procurar siempre recortar tiempos de traslado, inventando el tren superrápido, el avión que va a la velocidad de la luz, el metro que tiene menos estaciones, el autobús que va por el canal preferencial para evitar los atascos, el carro que alcanza más velocidad en menos tiempo... Las metas que se colocan las empresas, y que exigen a sus empleados, son inmediatas. Si no las alcanzan, los tildamos de irresponsables, de dejarse llevar por la flojera y la pereza, de no asumir con seriedad su trabajo... En las relaciones humanas, el inmediatismo marca los encuentros. La persona debe demostrar inmediatamente quién es, si es "atractiva" o "detestable". Los novios deben dar muestras inmediatamente de su "amor". Sacamos conclusiones inmediatas, sin dar tiempo al conocimiento profundo, para tener a la mano más herramientas para hacerlo...
Es un actitud que se ha extendido y que ha creado una manera de pensar y de actuar, impregnando todo el quehacer humano. Quien no actúa inmediatamente, no sería hijo de esta época... No es malo el inmediatismo en sí mismo, sino en cuanto condiciona absolutamente toda nuestra vida. Lo atractivo de la vida no está en lo inmediato, sino en lo que puedo degustar, saborear, asimilar, dando tiempo a la posibilidad del discernimiento. Con la fiebre de lo inmediato se ha perdido la posibilidad de profundizar y nos hemos quedado en lo que es superficial, en lo que "aparece", en lo externo. Y eso nos ha hecho mucho daño. Tenemos que darnos tiempo para ir a lo profundo, al verdadero conocimiento de las cosas y de las personas. De esa manera asumiremos con mayor seriedad los compromisos con aquello que conocemos más. Si nos contentamos con lo superficial, el compromiso siempre será superficial y se romperá con cualquier "tontería". Y eso, en general, le ha restado seriedad a nuestra vida...
También nuestra fe se ha visto "contaminada" con la fiebre del inmediatismo. Nos contentamos con la impresión inmediata. Juzgamos si la vivencia de la fe es buena o mala, según la impresión primera que me ha causado. Si la homilía del cura que escuché hoy ha sido aburrida, el cristianismo es aburrido. Si la charla que dio el catequista fue muy buena, me siento entusiasmado a seguir adelante... Hasta la próxima charla en la que me sienta aburrido... No nos hemos preocupado por profundizar, pues la exigencia es fugaz. Todo lo que implique un compromiso a largo plazo es rehuido... Nos alejamos de todo lo que implique "atarnos" a algo. Mucho menos, a un grupo parroquial, a un compromiso apostólico, a un estudio detallado de nuestra fe...
En todos los ámbitos se las han tenido que ingeniar para ofrecer lo "inmediato": Libros cortos, libros hablados (para evitar el "esfuerzo" de leer), charlas cortas, noticias inmediatas y cortas, resúmenes y esquemas... Hay que poner en la mano de todos, las cosas lo más simpliflicadamente posible...
Por supuesto, al no haber tenido el tiempo para madurar lentamente, nuestra generación tiene grandes carencias. Es una generación "adolescente". No ha habido tiempo de sopesar las diversas opciones, sino que se ha escogido la primera que se presentó, porque llegó primero...
¿Qué hacer ante esto? Pues hay que sabe decir al hombre de hoy lo sabroso de reconquistar la lentitud, cuando hay que reconquistarla. Lo sabroso de sustentar firmemente las ideas para que no se conviertan en estrellas fugaces que desaparezcan y sean siempre sustituidas por lo nuevo, no por lo mejor. Lo sabroso de fundamentarse mejor en lo estable, y no estar siempre en lo sísmico de los cambios continuos. Lo sabroso de "disfrutar cada momento" sacándole el jugo completo, sin dejar lo mejor, que generalmente está en fondo del vaso...
Y saber decir a la gente que nosotros no queremos perdernos lo bello de nuestra vida, porque está pasando fugazmente delante de nosotros. Sino que, aprovechando todos los avances que nos ofrece nuestro tiempo, queremos saborear el instante, dejar que entre en nosotros y nos impregne de su bondad, dejarlo dentro cuando sentimos que nos enriquece, sembrar futuro cuidando bien de nuestro terreno para tener una excelente cosecha... Mirar nuestro futuro con esperanza porque sabemos que lo que estamos haciendo hoy está bien sustentado y es sólido...
Ser como las vírgenes prudentes que, sabiendo que el esposo llegaba sin anunciarse, tenían bien surtidas sus lámparas para el momento menos esperado. No como las vírgenes necias, que, enfermas de inmediatismo, perdieron la posibilidad de entrar en las bodas de la eternidad, por no haberse preparado bien para recibir con solidez a quien venía para ser su felicidad. Queremos vivir la esperanza. Pero queremos sembrarla. Esa esperanza se cumplirá sólo en la medida en que nos demos tiempo de sembrar hoy. Sólo será realidad cumpliendo las diversas "esperanzas" de hoy. Y eso se logrará únicamente dando tiempo al tiempo...
En la alimentación el éxito de la "comida rápida" es tremendo. Se multiplican en todos los ámbitos y en todas las naciones, aun en aquellas que se cierran a "lo que viene del capitalismo". Casi se ha perdido la ocasión de degustar sabrosamente, con una buena compañía y una atractiva sobremesa, del momento en la mesa. En las comunicaciones, la inmediatez es el signo que más caracteriza. Una noticia se difunde instantáneamente, al punto de que unas horas después, ya es noticia vieja. "¿Cómo? ¿Y tú no te has enterado?", preguntamos mirando con extrañeza a quien está tan "aislado", que no se ha enterado de un acontecimiento sucedido hace unos minutos en cualquier parte del mundo... En el transporte hay que procurar siempre recortar tiempos de traslado, inventando el tren superrápido, el avión que va a la velocidad de la luz, el metro que tiene menos estaciones, el autobús que va por el canal preferencial para evitar los atascos, el carro que alcanza más velocidad en menos tiempo... Las metas que se colocan las empresas, y que exigen a sus empleados, son inmediatas. Si no las alcanzan, los tildamos de irresponsables, de dejarse llevar por la flojera y la pereza, de no asumir con seriedad su trabajo... En las relaciones humanas, el inmediatismo marca los encuentros. La persona debe demostrar inmediatamente quién es, si es "atractiva" o "detestable". Los novios deben dar muestras inmediatamente de su "amor". Sacamos conclusiones inmediatas, sin dar tiempo al conocimiento profundo, para tener a la mano más herramientas para hacerlo...
Es un actitud que se ha extendido y que ha creado una manera de pensar y de actuar, impregnando todo el quehacer humano. Quien no actúa inmediatamente, no sería hijo de esta época... No es malo el inmediatismo en sí mismo, sino en cuanto condiciona absolutamente toda nuestra vida. Lo atractivo de la vida no está en lo inmediato, sino en lo que puedo degustar, saborear, asimilar, dando tiempo a la posibilidad del discernimiento. Con la fiebre de lo inmediato se ha perdido la posibilidad de profundizar y nos hemos quedado en lo que es superficial, en lo que "aparece", en lo externo. Y eso nos ha hecho mucho daño. Tenemos que darnos tiempo para ir a lo profundo, al verdadero conocimiento de las cosas y de las personas. De esa manera asumiremos con mayor seriedad los compromisos con aquello que conocemos más. Si nos contentamos con lo superficial, el compromiso siempre será superficial y se romperá con cualquier "tontería". Y eso, en general, le ha restado seriedad a nuestra vida...
También nuestra fe se ha visto "contaminada" con la fiebre del inmediatismo. Nos contentamos con la impresión inmediata. Juzgamos si la vivencia de la fe es buena o mala, según la impresión primera que me ha causado. Si la homilía del cura que escuché hoy ha sido aburrida, el cristianismo es aburrido. Si la charla que dio el catequista fue muy buena, me siento entusiasmado a seguir adelante... Hasta la próxima charla en la que me sienta aburrido... No nos hemos preocupado por profundizar, pues la exigencia es fugaz. Todo lo que implique un compromiso a largo plazo es rehuido... Nos alejamos de todo lo que implique "atarnos" a algo. Mucho menos, a un grupo parroquial, a un compromiso apostólico, a un estudio detallado de nuestra fe...
En todos los ámbitos se las han tenido que ingeniar para ofrecer lo "inmediato": Libros cortos, libros hablados (para evitar el "esfuerzo" de leer), charlas cortas, noticias inmediatas y cortas, resúmenes y esquemas... Hay que poner en la mano de todos, las cosas lo más simpliflicadamente posible...
Por supuesto, al no haber tenido el tiempo para madurar lentamente, nuestra generación tiene grandes carencias. Es una generación "adolescente". No ha habido tiempo de sopesar las diversas opciones, sino que se ha escogido la primera que se presentó, porque llegó primero...
¿Qué hacer ante esto? Pues hay que sabe decir al hombre de hoy lo sabroso de reconquistar la lentitud, cuando hay que reconquistarla. Lo sabroso de sustentar firmemente las ideas para que no se conviertan en estrellas fugaces que desaparezcan y sean siempre sustituidas por lo nuevo, no por lo mejor. Lo sabroso de fundamentarse mejor en lo estable, y no estar siempre en lo sísmico de los cambios continuos. Lo sabroso de "disfrutar cada momento" sacándole el jugo completo, sin dejar lo mejor, que generalmente está en fondo del vaso...
Y saber decir a la gente que nosotros no queremos perdernos lo bello de nuestra vida, porque está pasando fugazmente delante de nosotros. Sino que, aprovechando todos los avances que nos ofrece nuestro tiempo, queremos saborear el instante, dejar que entre en nosotros y nos impregne de su bondad, dejarlo dentro cuando sentimos que nos enriquece, sembrar futuro cuidando bien de nuestro terreno para tener una excelente cosecha... Mirar nuestro futuro con esperanza porque sabemos que lo que estamos haciendo hoy está bien sustentado y es sólido...
Ser como las vírgenes prudentes que, sabiendo que el esposo llegaba sin anunciarse, tenían bien surtidas sus lámparas para el momento menos esperado. No como las vírgenes necias, que, enfermas de inmediatismo, perdieron la posibilidad de entrar en las bodas de la eternidad, por no haberse preparado bien para recibir con solidez a quien venía para ser su felicidad. Queremos vivir la esperanza. Pero queremos sembrarla. Esa esperanza se cumplirá sólo en la medida en que nos demos tiempo de sembrar hoy. Sólo será realidad cumpliendo las diversas "esperanzas" de hoy. Y eso se logrará únicamente dando tiempo al tiempo...
jueves, 29 de agosto de 2013
La Verdad es incómoda
Juan Bautista nos pone ante la exigencia del testimonio heroico por servir a la Verdad. Ser servidor de ella para él representó el derramamiento de su sangre. La Verdad para él estuvo por encima de su propia vida, al extremo deque, por defenderla y por dar testimonio de ella, entregó su vida.
Juan Bautista fue el Precursor de Jesús, tanto en su nacimiento como en su muerte. Nació para abrirle el paso a quien venía a salvar el mundo. Y murió como preludio de la muerte del Salvador por servir a la humanidad llevándola a la Verdad del amor de Dios y redimiéndola en él. Su itinerario no fue el que él se marcó a sí mismo, sino el que le marcó Dios, en su servicio como "Voz que clama en el desierto", invitando a la conversión de los corazones para recibir al Redentor.
Durante toda su vida sirvió a la Verdad. La dijo sin ningún empacho a todo el que la requería, sin importar si incomodaba o no. A todos le dijo la Verdad, que era la que lo motivaba en su vida. No era Juan Bautista un "acusador" empedernido. Era un buscador del Bien para todos. No fue más que un sembrador del Bien y de la Verdad. Porque comprendió cuál era su papel, asumió perfectamente su misión, entendiendo que consistía en disponer los corazones para la aceptación de la Verdad que venía de la mano del Redentor. Podemos entender que era el Amor el que lo motivaba. Y como era el Amor, era el deseo de que el Bien llegara a todos, que lo aceptaran y lo vivieran. Por eso, no se puede entender su tarea sólo como denuncia, sino de invitación. Juan Bautista quería el Bien para los que lo oían y por eso les presentaba claramente cuál era la Verdad para que la recibieran con agrado.
Esto, a muchos no les gustaba. Era duro oír lo que les ponía en evidencia. Era duro percibirse malo, impuro, irresponsable. Era duro tener que aceptar que ante la presentación de la Verdad, había que cambiar y tomar rutas más constructivas. Y por eso, Juan Bautista se hizo incómodo. Lo malo es que los escuchas sabían que tenía razón, pero era mucho más cómodo esconder la cabeza como el avestruz. Era necesario quitar de en medio a aquél que me desnudaba.
Herodes sabía que Juan Bautista servía a la Verdad. Pero él era el Rey, y no podía aceptar que un subordinado lo dejara desnudo ante todos. La autoridad no podía ser mancillada por nadie, aunque la denuncia fuera verdadera. Mejor quitarlo de en medio. Por eso lo puso preso. Y por eso, en cumplimiento de una promesa absolutamente injusta y fuera de toda lógica, lo decapita para regalar su cabeza a la hija de Herodías... El odio, la mentira, la desvergüenza, la ruindad, aparentemente tuvieron su victoria, eliminando a quien decía la Verdad...
Es absurda la conducta de la mentira, de la maldad. Creen que vencen eliminando a la Verdad y al Bien. Creen que la Verdad y el Bien dejan de existir cuando se elimina a quien las grita a los cuatro vientos. La lógica del pensamiento del malo es: "Como dejaron de gritar la Verdad, ya no vivo en la mentira". O: "Para que nadie diga que lo estoy haciendo mal, elimino a quienes lo dicen. Así, como nadie me lo dirá, dejo de ser malo"...
El acontecimiento del Martirio de Juan Bautista nos enseña dos cosas... La primera, la necesidad urgente de servir a la Verdad. Hoy se necesitan muchos Juan Bautistas. Las voces de la Verdad no pueden callar. Ante un mundo que se regodea en lo malo, que hasta se pavonea de hacerlo, enarbolando banderas de una supuesta libertad, de la supuesta defensa de los derechos humanos, de la supuesta búsqueda de una mejor calidad de vida... O ante las evidentes heridas a la sociedad por autoridades que dicen servirle, pero que en realidad se sirven de ella, con una corrupción galopante, con un deterioro continuo de las condiciones de vida, con la inseguridad, con la escasez de productos, con el encarecimiento de la vida... Con autoridades que favorecen el delito, o que lo apoyan, o al menos se hacen la vista gorda ante él... Con autoridades que promueven la dependencia de la población del "papá estado", empobreciéndola y amarrándola más a las limosnas, disfrazándolas de servicios sociales, sin promover a esa misma población a surgir y dejar la miseria... No es posible que no surjan voces que, como la de Juan Bautista, denuncien a quienes así se comportan. El servicio a la Verdad requiere de valentía, de solidez. No puede reposar en la propia conveniencia, en el parapetarse en la propia comodidad, en el "a mí no me toca", "a mí no me afecta", "que lo hagan otros", "que nadie venga a molestarme"... Si así hubiera pensado Juan Bautista, hubiera sido el más grande traidor de la historia, pues para ello no fue elegido. Todos estamos llamados a ser adalides de la Verdad. El amor cristiano nos llama a ello. No tanto para ser simples denunciadores de oficio, sino para apuntar a la búsqueda de los caminos de solución, los que llevan a la promoción y la búsqueda del Bien para todos...
La segunda, la necesidad de que las autoridades sean humildes en el reconocimiento de las denuncias y en la búsqueda de caminos distintos, cuando están en contra de los de la Verdad, del Bien y de la Justicia. Ya basta de que las autoridades consideren a todo el que hace denuncias como enemigos. Ya basta de eliminar a los mensajeros de la Verdad, de la Justicia, del Bien. Acallar las voces que lo hacen no hace a la autoridad buena. La hace impune. La única manera de mejorar es aceptando las correcciones, las críticas. Si no hay quien diga objetivamente la Verdad, y dónde están los errores, nunca se sabrá lo que se está haciendo mal y cuáles son las opciones para mejorar. Lo que se debe perseguir es el bien social. Lo que se debe procurar es el mayor bien para todos. Hacer que las voces disidentes enmudezcan no es servir con honestidad y lealtad a la población. Es esclavizarla, someterla, tiranizarla...
Juan Bautista sigue siendo "la Voz que clama en el desierto". Sigue siendo incómodo aún hoy, pues nos lanza a asumir la responsabilidad que nos toca. Nos llama ser incómodos, si esa es la consecuencia de decir la Verdad. Aunque el riesgo sea el que nos quieran quitar de en medio. No callar es ser auténticos. Asumir los riesgos de decir la Verdad es ser coherentes. Y no podemos ser traidores. Sería nuestra destrucción. Sería negar nuestra identidad de cristianos...
Juan Bautista fue el Precursor de Jesús, tanto en su nacimiento como en su muerte. Nació para abrirle el paso a quien venía a salvar el mundo. Y murió como preludio de la muerte del Salvador por servir a la humanidad llevándola a la Verdad del amor de Dios y redimiéndola en él. Su itinerario no fue el que él se marcó a sí mismo, sino el que le marcó Dios, en su servicio como "Voz que clama en el desierto", invitando a la conversión de los corazones para recibir al Redentor.
Durante toda su vida sirvió a la Verdad. La dijo sin ningún empacho a todo el que la requería, sin importar si incomodaba o no. A todos le dijo la Verdad, que era la que lo motivaba en su vida. No era Juan Bautista un "acusador" empedernido. Era un buscador del Bien para todos. No fue más que un sembrador del Bien y de la Verdad. Porque comprendió cuál era su papel, asumió perfectamente su misión, entendiendo que consistía en disponer los corazones para la aceptación de la Verdad que venía de la mano del Redentor. Podemos entender que era el Amor el que lo motivaba. Y como era el Amor, era el deseo de que el Bien llegara a todos, que lo aceptaran y lo vivieran. Por eso, no se puede entender su tarea sólo como denuncia, sino de invitación. Juan Bautista quería el Bien para los que lo oían y por eso les presentaba claramente cuál era la Verdad para que la recibieran con agrado.
Esto, a muchos no les gustaba. Era duro oír lo que les ponía en evidencia. Era duro percibirse malo, impuro, irresponsable. Era duro tener que aceptar que ante la presentación de la Verdad, había que cambiar y tomar rutas más constructivas. Y por eso, Juan Bautista se hizo incómodo. Lo malo es que los escuchas sabían que tenía razón, pero era mucho más cómodo esconder la cabeza como el avestruz. Era necesario quitar de en medio a aquél que me desnudaba.
Herodes sabía que Juan Bautista servía a la Verdad. Pero él era el Rey, y no podía aceptar que un subordinado lo dejara desnudo ante todos. La autoridad no podía ser mancillada por nadie, aunque la denuncia fuera verdadera. Mejor quitarlo de en medio. Por eso lo puso preso. Y por eso, en cumplimiento de una promesa absolutamente injusta y fuera de toda lógica, lo decapita para regalar su cabeza a la hija de Herodías... El odio, la mentira, la desvergüenza, la ruindad, aparentemente tuvieron su victoria, eliminando a quien decía la Verdad...
Es absurda la conducta de la mentira, de la maldad. Creen que vencen eliminando a la Verdad y al Bien. Creen que la Verdad y el Bien dejan de existir cuando se elimina a quien las grita a los cuatro vientos. La lógica del pensamiento del malo es: "Como dejaron de gritar la Verdad, ya no vivo en la mentira". O: "Para que nadie diga que lo estoy haciendo mal, elimino a quienes lo dicen. Así, como nadie me lo dirá, dejo de ser malo"...
El acontecimiento del Martirio de Juan Bautista nos enseña dos cosas... La primera, la necesidad urgente de servir a la Verdad. Hoy se necesitan muchos Juan Bautistas. Las voces de la Verdad no pueden callar. Ante un mundo que se regodea en lo malo, que hasta se pavonea de hacerlo, enarbolando banderas de una supuesta libertad, de la supuesta defensa de los derechos humanos, de la supuesta búsqueda de una mejor calidad de vida... O ante las evidentes heridas a la sociedad por autoridades que dicen servirle, pero que en realidad se sirven de ella, con una corrupción galopante, con un deterioro continuo de las condiciones de vida, con la inseguridad, con la escasez de productos, con el encarecimiento de la vida... Con autoridades que favorecen el delito, o que lo apoyan, o al menos se hacen la vista gorda ante él... Con autoridades que promueven la dependencia de la población del "papá estado", empobreciéndola y amarrándola más a las limosnas, disfrazándolas de servicios sociales, sin promover a esa misma población a surgir y dejar la miseria... No es posible que no surjan voces que, como la de Juan Bautista, denuncien a quienes así se comportan. El servicio a la Verdad requiere de valentía, de solidez. No puede reposar en la propia conveniencia, en el parapetarse en la propia comodidad, en el "a mí no me toca", "a mí no me afecta", "que lo hagan otros", "que nadie venga a molestarme"... Si así hubiera pensado Juan Bautista, hubiera sido el más grande traidor de la historia, pues para ello no fue elegido. Todos estamos llamados a ser adalides de la Verdad. El amor cristiano nos llama a ello. No tanto para ser simples denunciadores de oficio, sino para apuntar a la búsqueda de los caminos de solución, los que llevan a la promoción y la búsqueda del Bien para todos...
La segunda, la necesidad de que las autoridades sean humildes en el reconocimiento de las denuncias y en la búsqueda de caminos distintos, cuando están en contra de los de la Verdad, del Bien y de la Justicia. Ya basta de que las autoridades consideren a todo el que hace denuncias como enemigos. Ya basta de eliminar a los mensajeros de la Verdad, de la Justicia, del Bien. Acallar las voces que lo hacen no hace a la autoridad buena. La hace impune. La única manera de mejorar es aceptando las correcciones, las críticas. Si no hay quien diga objetivamente la Verdad, y dónde están los errores, nunca se sabrá lo que se está haciendo mal y cuáles son las opciones para mejorar. Lo que se debe perseguir es el bien social. Lo que se debe procurar es el mayor bien para todos. Hacer que las voces disidentes enmudezcan no es servir con honestidad y lealtad a la población. Es esclavizarla, someterla, tiranizarla...
Juan Bautista sigue siendo "la Voz que clama en el desierto". Sigue siendo incómodo aún hoy, pues nos lanza a asumir la responsabilidad que nos toca. Nos llama ser incómodos, si esa es la consecuencia de decir la Verdad. Aunque el riesgo sea el que nos quieran quitar de en medio. No callar es ser auténticos. Asumir los riesgos de decir la Verdad es ser coherentes. Y no podemos ser traidores. Sería nuestra destrucción. Sería negar nuestra identidad de cristianos...
miércoles, 28 de agosto de 2013
En el día de San Agustín
En este día de este gran santo, quiero hacerles llegar a todos algunas frases suyas que nos invitan a meditar. Vale la pena hacerlas vida en nosotros...
Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti
Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.
Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti.
La medida del amor es amar sin medida.
Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.
Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error.
No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.
La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.
Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.
Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos, es Dios quien habla con nosotros.
Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan.
Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.
Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean.
Dios, que te creó a ti sin ti, no te salvará sin ti.
No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos.
En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad.
Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo.
La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre.
Equivocarse es humano, perseverar voluntariamente en el error es diabólico.
Donde no hay caridad no puede haber justicia.
Quien toma bienes de los pobres es un asesino de la caridad. Quien a ellos ayuda, es un virtuoso de la justicia.
En el jardín de la Iglesia se cultivan: Las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas.
En el Cielo dicen Aleluya, porque en la Tierra han dicho Amén.
¡Señor, dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras!
Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia
Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista.
El que es bueno, es libre aún cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey.
Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti
Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.
Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas.
Reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti.
La medida del amor es amar sin medida.
Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta.
Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error.
No vayas fuera, vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad.
La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano.
Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.
Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos, es Dios quien habla con nosotros.
Obedeced más a los que enseñan que a los que mandan.
Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.
Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean.
Dios, que te creó a ti sin ti, no te salvará sin ti.
No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos.
En las cosas necesarias, la unidad; en las dudosas, la libertad; y en todas, la caridad.
Cuanto mejor es el bueno, tanto más molesto es para el malo.
La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre.
Equivocarse es humano, perseverar voluntariamente en el error es diabólico.
Donde no hay caridad no puede haber justicia.
Quien toma bienes de los pobres es un asesino de la caridad. Quien a ellos ayuda, es un virtuoso de la justicia.
En el jardín de la Iglesia se cultivan: Las rosas de los mártires, los lirios de las vírgenes, las yedras de los casados, las violetas de las viudas.
En el Cielo dicen Aleluya, porque en la Tierra han dicho Amén.
¡Señor, dame lo que me pides, y pídeme lo que quieras!
Amad a esta Iglesia, permaneced en esta Iglesia, sed vosotros esta Iglesia
Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista.
El que es bueno, es libre aún cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey.
¿Una humanidad hipócrita?
Muy pocas veces Jesús es tan inusitadamente fuerte con su palabra. Al dirigirse a los escribas y fariseos los coloca delante de sí mismos... Los descubre y los desnuda totalmente. Los escribas eran grandes conocedores de la ley. Eran estudiosos acuciosos de ella, y de ella extraían las exigencias para poder ser buen judío. Los fariseos eran los "santos", los "puros". Eso significa la palabra en arameo. Habían nacido como una especie de reforma del judaísmo, para retomar las sendas de la pureza religiosa, las exigencias del judaísmo primitivo y originario. Pero ambos grupos, con el correr del tiempo, se habían corrompido, habían adulterado su esencia, y se habían erigido en una especie de círculo de censura absoluta a quienes no pertenecieran a ellos. Y más grave aún, se habían sentido "autorizados" a no cumplir aquello que ellos mismos exigían a los demás.Aparentaban lo que no eran y exigían a los demás ser lo que ellos aparentaban ser pero no eran...
Y a Jesús no hay cosa que lo contraríe más que la falsedad de vida, la hipocresía, la incoherencia, la falta de transparencia. Es el aparentar ser buenos cuando se es, en lo más profundo, malo, ruin, impuro. Y eso eran los escribas y los fariseos. Jesús los llama "sepulcros blanqueados", pues son hermosos exteriormente pero podridos interiormente... ¡Qué terribles estas palabras salidas de la misma boca del que es la pureza por esencia! Estas palabras salen de quien ve al hombre no sólo en lo que es exteriormente, sino que descubre perfectamente el interior y sabe leer el corazón, la conciencia y las intenciones más profundas del hombre. No hay posibilidad de engañarlo...
Y así estamos todos delante de Jesús. Ante Él nos presentamos como lo que realmente somos. No podemos "barnizar" nuestro ser para pretender presentarle algo que no somos. Él nos descubre integralmente y sabe cuáles son nuestro amores, nuestras intenciones, nuestras pretensiones. Sabe qué es lo que nos mueve más profundamente, lo que se erige en nuestro tesoro y en nuestra motivación, lo que se ha convertido en nuestro ideal de vida. Por eso es absurdo pretender engañarle, como, lamentablemente, sí logramos hacerlo muchas veces con los que tenemos a nuestro alrededor...
¡Cuántos son los que creen que somos lo que realmente no somos! ¡Cuántos creen que somos mejores de lo que somos en realidad! ¡A cuántos hemos vendido una imagen que no es la nuestra, sino de alguien que hemos construido, como un "collage" de cosas buenas que no poseemos realmente! Estamos en un mundo en el que quizás lo más cotizado son los disfraces de carnaval, fuera del carnaval.
En todos los ámbitos encontramos gente que no son en realidad como los vemos. ¡Y cuánto daño hacen esos! Hacen que construyamos un mundo sobre bases endebles, sobre arena movediza, sobre espejismos inexistentes...
En la Iglesia conseguimos a quien "se da golpes de pecho", pero luego en su vida personal es un desastre. Su relación matrimonial va por sendas siempre tortuosas, es tirano en su familia, es infiel, se despreocupa de la formación de sus hijos, utiliza el tiempo que debe ser de su familia en diversiones, en juegos y en atracciones absurdas, es irresponsable en su trabajo, no deja pasar la ocasión de "aprovecharse" de alguna "cosita" a la que nadie echará en falta, ofende y humilla a quien está su cargo, vende su honestidad por unos cuantos céntimos... Tendrían mucha razón quienes dicen: "¿Yo ser como Fulano o Fulana, que se la da de cristiano y va a misa a darse golpes de pecho y luego es un desastre en su vida personal? ¡Qué va!"... Hacen mucho daño a lo que debe ser verdaderamente el testimonio de coherencia y de transparencia que logre arrastrar a otros a Jesús. Gracias a Dios, hay quienes sí quieren construir su vida en la solidez de la autenticidad, y dan un testimonio valiente, contra corriente, tenaz... Son mayoría. Pero la voz de la minoría hace más ruido, es más escandalosa...
Y en nuestra sociedad, lamentablemente, también conseguimos muchísimos que destruyen la confianza de tantos. Hombres y mujeres que han asumido un rol público, en el que deben dar lo mejor de sí para lograr una mejor sociedad, un mundo mejor, una mejor convivencia, pero que aparentando hacer lo mejor, realmente lo que hacen es aprovecharse de su rol para sacar buenas tajadas, para aumentar las cuotas de poder, para engordar sus bolsillos, para favorecer a los propios, para llenarse de glorias vanas y superficiales... Una sociedad que progresivamente se va deteriorando cada vez más, no lo hace por inercia. Lo hace porque algunos la van destruyendo. Y son aquellos que más influencia tienen en ella. La destruyen y nos arrastran a todos. ¡Cuántos profesionales pudieran lograr un cambio favorable en su campo, si cumplieran honestamente su labor! ¡Cuántos políticos podrían hacer que el bien fuera superior para todos, con sólo cumplir lo que la misma ciudadanía les ha encomendado, dejando a un lado sus apetencias personales! ¡Cuántas familias serían verdaderos bastiones de valores si sus miembros vivieran esa solidez en su interior! Es lamentable que cuando escuchamos discursos hermosos de quienes deberían construir una sociedad mejor, ya debemos hacer la traducción, pues tenemos que entender exactamente lo contrario... Hay quienes luchan por que las cosas cambien. Hay quienes quieren ser auténticos servidores y constructores de un mundo mejor... Son voces que gritan y que ocasionalmente se oyen y nos entusiasman de veras. A pesar de que las otras voces, las destructoras, pretendan acallarlas y en ocasiones las ahoguen totalmente...
Hoy Jesús no limitaría su reproche a los escribas y fariseos... O quizás nos incluiría en esa categoría a muchos de nosotros. Hoy Jesús gritaría a la humanidad "¡Hipócrita!". Y cuando lo hace no es simplemente para que nos demos cuenta y nos avergoncemos de lo que somos, sino para que, dándonos cuenta, pongamos el remedio. Jesús les llamó la atención a los escribas y fariseos, no para hundirlos en su maldad, sino para tenderles una mano y sacarlos de ella.
Si la humanidad hoy vive en la hipocresía, tiene también el remedio para salir de ella. Es urgente que se viva la coherencia en la fe y en los valores... Es urgente que oigamos a Jesús diciéndonos lo que somos y lo que podemos ser. Es urgente que hagamos de nuestro mundo un mundo de valientes que se decidan a arrastrar con su testimonio. Es urgente que detengamos la caída con la fuerza que nos da nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza. Lo menos que podemos vivir los cristianos es el pesimismo. Si nos dejáramos llevar por él, sólo lloraríamos por Jesús muerto en la Cruz. Pero porque vivimos en la esperanza, podemos vivir la alegría plena al lado del Resucitado, que alcanzó la gloria pasando por la Cruz. Después de la Cruz, vino la Gloria. Eso mismo debemos procurar hacer todos. Nuestro mundo está en nuestras manos. Hagámoslo pasar del deterioro a la gloria, de la hipocresía a la coherencia, de la maldad a la bondad... Podemos hacerlo, pues tenemos la fuerza del Resucitado que nos prometió estar con nosotros hasta el fin...
Y a Jesús no hay cosa que lo contraríe más que la falsedad de vida, la hipocresía, la incoherencia, la falta de transparencia. Es el aparentar ser buenos cuando se es, en lo más profundo, malo, ruin, impuro. Y eso eran los escribas y los fariseos. Jesús los llama "sepulcros blanqueados", pues son hermosos exteriormente pero podridos interiormente... ¡Qué terribles estas palabras salidas de la misma boca del que es la pureza por esencia! Estas palabras salen de quien ve al hombre no sólo en lo que es exteriormente, sino que descubre perfectamente el interior y sabe leer el corazón, la conciencia y las intenciones más profundas del hombre. No hay posibilidad de engañarlo...
Y así estamos todos delante de Jesús. Ante Él nos presentamos como lo que realmente somos. No podemos "barnizar" nuestro ser para pretender presentarle algo que no somos. Él nos descubre integralmente y sabe cuáles son nuestro amores, nuestras intenciones, nuestras pretensiones. Sabe qué es lo que nos mueve más profundamente, lo que se erige en nuestro tesoro y en nuestra motivación, lo que se ha convertido en nuestro ideal de vida. Por eso es absurdo pretender engañarle, como, lamentablemente, sí logramos hacerlo muchas veces con los que tenemos a nuestro alrededor...
¡Cuántos son los que creen que somos lo que realmente no somos! ¡Cuántos creen que somos mejores de lo que somos en realidad! ¡A cuántos hemos vendido una imagen que no es la nuestra, sino de alguien que hemos construido, como un "collage" de cosas buenas que no poseemos realmente! Estamos en un mundo en el que quizás lo más cotizado son los disfraces de carnaval, fuera del carnaval.
En todos los ámbitos encontramos gente que no son en realidad como los vemos. ¡Y cuánto daño hacen esos! Hacen que construyamos un mundo sobre bases endebles, sobre arena movediza, sobre espejismos inexistentes...
En la Iglesia conseguimos a quien "se da golpes de pecho", pero luego en su vida personal es un desastre. Su relación matrimonial va por sendas siempre tortuosas, es tirano en su familia, es infiel, se despreocupa de la formación de sus hijos, utiliza el tiempo que debe ser de su familia en diversiones, en juegos y en atracciones absurdas, es irresponsable en su trabajo, no deja pasar la ocasión de "aprovecharse" de alguna "cosita" a la que nadie echará en falta, ofende y humilla a quien está su cargo, vende su honestidad por unos cuantos céntimos... Tendrían mucha razón quienes dicen: "¿Yo ser como Fulano o Fulana, que se la da de cristiano y va a misa a darse golpes de pecho y luego es un desastre en su vida personal? ¡Qué va!"... Hacen mucho daño a lo que debe ser verdaderamente el testimonio de coherencia y de transparencia que logre arrastrar a otros a Jesús. Gracias a Dios, hay quienes sí quieren construir su vida en la solidez de la autenticidad, y dan un testimonio valiente, contra corriente, tenaz... Son mayoría. Pero la voz de la minoría hace más ruido, es más escandalosa...
Y en nuestra sociedad, lamentablemente, también conseguimos muchísimos que destruyen la confianza de tantos. Hombres y mujeres que han asumido un rol público, en el que deben dar lo mejor de sí para lograr una mejor sociedad, un mundo mejor, una mejor convivencia, pero que aparentando hacer lo mejor, realmente lo que hacen es aprovecharse de su rol para sacar buenas tajadas, para aumentar las cuotas de poder, para engordar sus bolsillos, para favorecer a los propios, para llenarse de glorias vanas y superficiales... Una sociedad que progresivamente se va deteriorando cada vez más, no lo hace por inercia. Lo hace porque algunos la van destruyendo. Y son aquellos que más influencia tienen en ella. La destruyen y nos arrastran a todos. ¡Cuántos profesionales pudieran lograr un cambio favorable en su campo, si cumplieran honestamente su labor! ¡Cuántos políticos podrían hacer que el bien fuera superior para todos, con sólo cumplir lo que la misma ciudadanía les ha encomendado, dejando a un lado sus apetencias personales! ¡Cuántas familias serían verdaderos bastiones de valores si sus miembros vivieran esa solidez en su interior! Es lamentable que cuando escuchamos discursos hermosos de quienes deberían construir una sociedad mejor, ya debemos hacer la traducción, pues tenemos que entender exactamente lo contrario... Hay quienes luchan por que las cosas cambien. Hay quienes quieren ser auténticos servidores y constructores de un mundo mejor... Son voces que gritan y que ocasionalmente se oyen y nos entusiasman de veras. A pesar de que las otras voces, las destructoras, pretendan acallarlas y en ocasiones las ahoguen totalmente...
Hoy Jesús no limitaría su reproche a los escribas y fariseos... O quizás nos incluiría en esa categoría a muchos de nosotros. Hoy Jesús gritaría a la humanidad "¡Hipócrita!". Y cuando lo hace no es simplemente para que nos demos cuenta y nos avergoncemos de lo que somos, sino para que, dándonos cuenta, pongamos el remedio. Jesús les llamó la atención a los escribas y fariseos, no para hundirlos en su maldad, sino para tenderles una mano y sacarlos de ella.
Si la humanidad hoy vive en la hipocresía, tiene también el remedio para salir de ella. Es urgente que se viva la coherencia en la fe y en los valores... Es urgente que oigamos a Jesús diciéndonos lo que somos y lo que podemos ser. Es urgente que hagamos de nuestro mundo un mundo de valientes que se decidan a arrastrar con su testimonio. Es urgente que detengamos la caída con la fuerza que nos da nuestra fe, nuestro amor y nuestra esperanza. Lo menos que podemos vivir los cristianos es el pesimismo. Si nos dejáramos llevar por él, sólo lloraríamos por Jesús muerto en la Cruz. Pero porque vivimos en la esperanza, podemos vivir la alegría plena al lado del Resucitado, que alcanzó la gloria pasando por la Cruz. Después de la Cruz, vino la Gloria. Eso mismo debemos procurar hacer todos. Nuestro mundo está en nuestras manos. Hagámoslo pasar del deterioro a la gloria, de la hipocresía a la coherencia, de la maldad a la bondad... Podemos hacerlo, pues tenemos la fuerza del Resucitado que nos prometió estar con nosotros hasta el fin...
martes, 27 de agosto de 2013
¿Y qué hacer con los hijos?
Mónica nos pone en evidencia... Su oración continua, sus lágrimas, sus desvelos para lograr la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín, nos explotan en la cara... No se puede ser padres "impunemente". Su vida de fe, así lo entendió ella, la llamaba a responder en toda circunstancia, pero aún más intensamente en su vida familiar. Por eso tomó sobre sus hombros, como tarea insoslayable, llevar a toda su familia al encuentro con Dios, con todo lo que ello conlleva... Fue, en primer lugar, modelo ejemplar para ellos. Al punto de que su esposo llegaba hasta a burlarse porque era muy buena. Pero jamás se atrevió él a oponerse a lo que ella hacía. Un marido maltratador que nunca se atrevió contra ella. Su convicción personal y la solidez de su ejemplaridad se imponían. Bastaba verla para respetarla... Días antes de su muerte Patricio "sucumbe" y pide el bautismo. Mónica, con sus oraciones, sus lágrimas y su testimonio, logró que su marido llegara a los brazos de Jesús...
Pero a Mónica le quedaba el "hueso duro" de Agustín. Huérfano de padre a los 17 años, se consideró dueño del mundo. ¿Qué podía enseñarle y exigirle la madre a un hombre hecho y derecho? Agustín, inteligente como ninguno, empezó a hacer su vida. Y su madre continuó a sufrir... Seguramente con la mejor de las intenciones Agustín buscaba afanosamente la verdad. Ávido, iba por cualquier camino en el que atisbara una luz para seguirla. En esa época en que la humanidad quería saber más de sí misma, era fácil encontrar mil caminos distintos y atractivos... Y Agustín se perdió en ellos. Desdeñó el que le abría su madre, simplemente porque venía de ella, "poco instruida".
Pero Mónica nunca se amilanó. Continuó orando, siguió viviendo su convicción, siguió dando testimonio de lo que creía, siguió derramando lágrimas por Agustín. Un señor Obispo llegó a decirle: "Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Mónica regaba su oración y su testimonio con el agua viva de sus lágrimas...
Hasta que llegó su triunfo. Y Agustín, puesto en evidencia por el amor, ante su soberbia y su orgullo, a los 33 años, cayó delante de Cristo. La oración, el testimonio y las lágrimas de Mónica vencieron. No se perdió el hijo de tantas lágrimas... La constancia, la conciencia de ser responsable de su familia, hicieron de Mónica una mujer incansable ante el reto de llevar a su familia por los caminos buenos, los de Dios, los de los valores, los de la bondad, los de la construcción de un mundo mejor...
Es esto lo que nos explota en la cara. ¿Cuántas Mónicas necesitamos hoy? En un mundo en el que se ha exaltado la absoluta autonomía, en el que la asunción de responsabilidades es cada vez más extraño, en el que la familia parece carecer de referentes éticos, Mónica es un grito a cada uno de los padres. Nos dice que se necesitan padres formadores, que asuman su tarea con responsabilidad, que no descarguen su responsabilidad en la televisión, o en la escuela, o en los "amigotes", o en quién sabe sobre quién...
Nuestro futuro, en manos de unos jóvenes carentes de la formación que les puedan dar sus padres, se nos sugiere muy frágil... Si hoy estamos teniendo problemas de convivencia, de egoísmo exacerbado, de suspicacias mutuas, de conflictos en aumento... ¿qué pasará mañana? En las manos de los padres de hoy está cada uno de los constructores del futuro. ¿Qué van a hacer?
Necesitamos muchas Mónicas. Muchas... Mónicas madres y padres, que con su oración, con su testimonio ejemplar, con sus desvelos y sus lágrimas, moldeen nuestro futuro y nos den una esperanza cierta de un mundo mejor, construido sobre el amor, sobre los valores, sobre el bien. Un mundo que camine hacia Dios...
lunes, 26 de agosto de 2013
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes y los recordamos en nuestras oraciones.... (1Ts 1,2)
Pablo daba gracias a Dios por los tesalonicenses que habían escuchado la Palabra de Dios, la habían aceptado y la vivían con intensidad... Debe ser muy compensador saber que tu misión ha producido algún fruto, a pesar de que la misma Palabra de Dios nos dice que no debemos esperar ver los frutos. Nos toca sembrar. Otros cosecharán... Pero Dios, que es infinitamente misericordioso y que no se deja ganar en generosidad, le permite de vez en cuando al evangelizador disfrutar de los efectos de conversión que produce su predicación. Dios, realmente, nos malcría...
Pero el evangelizador, además de saberse en las manos de Dios y un simple instrumento en ellas, por lo cual no debe nunca envanecerse por la obra que logra Dios a través de él, carga sobre sus espaldas una tremenda responsabilidad. No se trata sólo de predicar. Se trata de asumir el compromiso de sostener en la fe a aquellos a los que predica. Por eso, Pablo dice "los recordamos en nuestras oraciones..." Es, sin duda, la conciencia clara de quien debe sostener a los que le han sido encomendados.
La evangelización no es sólo llevar la palabra de amor y de salvación de Dios a los hermanos. Es ser constante en esa misma predicación, es ser coherente con lo que se ha predicado, es asumir la vida como ese evangelio que no es ya proclamado, sino vivido, para que otros lo lean. El mejor evangelio no es el que está escrito, ni el que es predicado. Es el que es vivido, el que los demás leen en la vida del evangelizador. Ese será el que arrastre, el que convenza, el que conquiste. Si Jesús hubiera hablado de amor y no hubiera amado, su palabra hubiera sido vana. Si hubiera hablado de entrega y no hubiera muerto en la Cruz, en el culmen de la entrega, se habría quedado en lo bello de la palabra pronunciada. Nada más...
Hoy yo también quiero dar gracias a Dios. Quiero dar gracias por ustedes, fieles de Dios, que en el día a día asumen su responsabilidad de ser evangelio fresco predicado desde sus vidas en lo cotidiano que les toca. Gracias por el evangelio que me predica la mamá que se levanta temprano para hacer las arepas para su esposo y sus hijos, apuradita porque debe salir pronto a cumplir con sus responsabilidades en la oficina. Gracias por el evangelio que me predica el esposo que sale a la lucha cotidiana, en medio del fragor del tráfico, de las malas caras de los demás, de las llamadas de atención en el trabajo, pero que ofrece su saludo cariñoso a todos, que cumple responsablemente con su horario, que rechaza el facilismo de algo que le ofrecen para "ayudarse alguito". Gracias por el evangelio que me predica el hijo que vence las ganas de quedarse en la cama, que va con ánimo a las clases para aprender, sabiendo que está sembrando para el futuro, que no se contenta con estudiar "para pasar", con el "10 es 10 y lo demás es lujo", que se está preparando con conciencia pues está claro en que el futuro es suyo y la sociedad estará sobre sus hombros... Gracias por el evangelio que me predica el político que sabe que su acción debe buscar el mayor bien posible para la mayor cantidad de gente posible, que quiere ser honesto y lucha con denuedo para lograrlo, evitando colocarse "en el candelero", que no quiere ser "uno más del montón", que no se contenta con el "todo el mundo lo hace", o con el "no seas el más pendejo"... Gracias por el evangelio que me predica el obrero, el empleado, el estudiante, el albañil, el oficinista, el ama de casa, el ejecutivo, el criado, el desempleado..., cuando asume, cada uno de ellos, que Dios lo ha colocado en el mundo para que sea presencia suya. Y saluda, tiende la mano, es simpático, sonríe, se sobrepone a las tristezas y las dificultades, los dolores y las enfermedades, comparte sus alegrías y sus logros... Gracias por el evangelio que me predican todos ustedes, los que viven en el amor; que saben que si no lo hacen, no habrá amor en el mundo, y por eso asumen la parte que les corresponde. Y así hacen el mundo un poquito mejor para todos, incluso para ustedes mismos, pues así reciben mucho más amor...
Me comprometo a orar mucho por ustedes. A ponerlos siempre delante de Dios y de su Hijo, Jesús. Le pediré a Dios que los trate siempre muy bien, como se lo merecen, pues sus vidas son el libro en el cual Él está escribiendo al mundo su Palabra. En ellas, en sus vidas, Dios le está gritando al mundo, a cada uno de los hombres, que los sigue amando...
¡Gracias! ¡Mil gracias! Los encomiendo en mis oraciones
domingo, 25 de agosto de 2013
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio
Jesús no nos da opción. Al ascender al cielo y dejar el mundo en nuestras manos, nos dejó también un mandato. Debemos anunciar la buena nueva del amor y la salvación a todos los hombres.
Es la labor sublime que Él mismo vino a hacer al mundo. Y por eso es aún más sublime para nosotros. Nos encomienda hacer lo mismo que Él hizo. Pone en nuestras manos lo que fue su razón de vida. Jesús se hizo hombre para rescatar a los hombres de la muerte, de la oscuridad, del abismo en el cual él mismo se había sumido. Y lleva a cabo su tarea mediante la entrega plena de su vida. El inocente se entrega por los culpables. Eso quiere que hagamos también nosotros...
Pero Jesús se entregó desde su inocencia. Fue capaz de rescatar porque estaba en la rivera de la pureza y de la pulcritud, fuera del mal, del odio, de la oscuridad. Jesús fue la inocencia que rescató de la malicia, fue la luz que rescató de la oscuridad, fue la vida que rescató de la muerte, fue la santidad que rescató del pecado. De no haber sido así no hubiera podido realizar la redención.
Cuando, por tanto, Jesús pone en nuestras manos la colaboración en su obra de redención, es natural que pida que lo hagamos desde una condición similar a la suya. Que seamos inocentes, puros, santos... De lo contrario, no tendremos la capacidad de colaboración idónea.
Nuestra vida debe estar en continuo perfeccionamiento, debe dejarse guiar en el amor, debe dejarse corregir por la bondad de Dios. Él nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Y nos quiere mejores cada vez. Es, en consecuencia, un beneficio en primer lugar para nosotros mismos. Al corregirnos, Dios nos llena de sus beneficios y de su amor.
Y es, en segundo lugar, un beneficio para aquellos a los que somos enviados, al mundo que debemos evangelizar. Esa bondad debemos derramarla sobre los demás. Desde nuestra bondad, alcanzada con la guía y la corrección del amor de Dios, es que llevaremos adelante la obra de anuncio del Evangelio.
El cumplimiento de la tarea, de la misión encomendada, nos hará reconocibles a nuestro Dios. Desde nuestra autenticidad, desde nuestra transparencia, desde nuestra convicción y vivencia profundas, habiendo cumplido con alegría nuestra tarea, podremos hallar la puerta de entrada abierta para disfrutar del banquete celestial...
El objetivo es que atraigamos más y más hermanos a la fiesta de Dios. Que seamos más los que entremos a formar parte de la familia divina, de la Iglesia. Que se integren de todo el mundo aquellos a los que Jesús, con la entrega de su vida, quiere añadir al número de los hijos de Dios. Y nosotros podemos ayudarlo a hacerlo...
sábado, 24 de agosto de 2013
San Bartolomé, Apóstol
Una fiesta de un Apóstol siempre tiene sabor a elección y a envío. Con la Fiesta de San Bartolomé no es distinto. Uno de los Doce, elegido directa y misteriosamente por Jesús. El relato de su elección no nos resulta muy agradable en su inicio, pero se nos transforma en algo maravilloso cuando Bartolomé avanza en la experiencia de Jesús. Basta con que Jesús le demuestra quién es para que vaya deponiendo su actitud y suavizando sus formas, hasta caer rendido ante el Dios hecho hombre, haciendo el reconocimiento, quizás el más temprano, de la identidad profunda de Cristo. Para Bartolomé, desde ese encuentro íntimo con el Salvador, Jesús es el Rabí (Maestro), el Hijo de Dios (el Mesías), el Rey de Israel... Mejor descripción de la figura de Cristo, imposible. Menos aún cuando aún ni siquiera ha iniciado sus maravillas ante los hombres. Si Bartolomé quedó prendado por Jesús apenas porque le dijo que lo había visto anticipadamente a la sombra del árbol, podemos suponer cómo cayó definitivamente rendido ante el Jesús poderoso, que hacía portentos y maravillas ante todos, por amor.
Bartolomé, como los otros diez (menos Juan), huyó temeroso ante el prendimiento de Cristo . Seguramente Jesús contaba con esto, pues para Él, como Dios, todo es un eterno presente. Pero en el mismo momento en que lo vio huyendo, lo vio también dando testimonio de su amor y de su salvación ante muchos. en Cristo, Bartolomé dejó atrás su arrogancia y se entregó totalmente ilusionado al anuncio del Evangelio. Tanta ilusión le causó anunciar a Jesús a los demás, que dio el mejor testimonio de la salvación, entregando su vida, como lo hizo Cristo, por amor. La tradición lo presenta en el martirio siendo degollado vivo. Terrible sufrimiento asumido con la fortaleza que da la convicción de seguir a quien es la Verdad y de hacer entrega plena de la propia vida por servir al Amor.
Bartolomé, con toda seguridad es el mismo Natanael que narra el Evangelio de Juan. Ambos se identifican al ser descritos como amigos de Felipe. Bartolomé es, probablemente, el sobrenombre de Natanael, que significa "Regalo de Dios". Natanael es un regalo que Dios nos hace a los hombres para decirnos que vale la pena amar al Amor, que no hay razón mejor para vivir que haciéndolo en el amor, al extremo de ilusionarse con llegar a la plenitud de la Vida donando la propia en la seguridad de ganarla plenificada. Natanael, como regalo de Dios, nos dice que vale la pena ser enviado para anunciar al Amor, pues ese mismo Amor será el que nos convoque, al final de la misión, para vivir eternamente en Él.
Su sobrenombre, Bartolomé, significa "El hijo del que lleva agua". Bartolomé se hizo perfectamente hijo de Dios, la fuente de la vida, el agua viva. Y siguiendo a su Padre, se hizo surtidor de agua para todos los que lo admiramos en su entrega.
Natanael Bartolomé, sé para nosotros modelo y animación. Ilusiónanos con Jesús, como te ilusionaste tú debajo del árbol y lo seguiste incondicionalmente. Que nos hagamos, como tú, regalo de Dios para los hermanos y fuente del agua de la Vida que refresque siempre sus vidas.
Bartolomé, como los otros diez (menos Juan), huyó temeroso ante el prendimiento de Cristo . Seguramente Jesús contaba con esto, pues para Él, como Dios, todo es un eterno presente. Pero en el mismo momento en que lo vio huyendo, lo vio también dando testimonio de su amor y de su salvación ante muchos. en Cristo, Bartolomé dejó atrás su arrogancia y se entregó totalmente ilusionado al anuncio del Evangelio. Tanta ilusión le causó anunciar a Jesús a los demás, que dio el mejor testimonio de la salvación, entregando su vida, como lo hizo Cristo, por amor. La tradición lo presenta en el martirio siendo degollado vivo. Terrible sufrimiento asumido con la fortaleza que da la convicción de seguir a quien es la Verdad y de hacer entrega plena de la propia vida por servir al Amor.
Bartolomé, con toda seguridad es el mismo Natanael que narra el Evangelio de Juan. Ambos se identifican al ser descritos como amigos de Felipe. Bartolomé es, probablemente, el sobrenombre de Natanael, que significa "Regalo de Dios". Natanael es un regalo que Dios nos hace a los hombres para decirnos que vale la pena amar al Amor, que no hay razón mejor para vivir que haciéndolo en el amor, al extremo de ilusionarse con llegar a la plenitud de la Vida donando la propia en la seguridad de ganarla plenificada. Natanael, como regalo de Dios, nos dice que vale la pena ser enviado para anunciar al Amor, pues ese mismo Amor será el que nos convoque, al final de la misión, para vivir eternamente en Él.
Su sobrenombre, Bartolomé, significa "El hijo del que lleva agua". Bartolomé se hizo perfectamente hijo de Dios, la fuente de la vida, el agua viva. Y siguiendo a su Padre, se hizo surtidor de agua para todos los que lo admiramos en su entrega.
Natanael Bartolomé, sé para nosotros modelo y animación. Ilusiónanos con Jesús, como te ilusionaste tú debajo del árbol y lo seguiste incondicionalmente. Que nos hagamos, como tú, regalo de Dios para los hermanos y fuente del agua de la Vida que refresque siempre sus vidas.
viernes, 23 de agosto de 2013
Santa Rosa de Lima. Primera Santa de América y Patrona
Eres Rosa, y vas dejando tu fragancia,
en la América toda, cual ganancia,
que no es más que el decir tus locas ansias
de vivir en el amor eterna estancia.
El primer fruto en tierras tan descalzas,
extasiada en Jesús y en su prestancia,
te diste entera, con el alma mansa,
haciéndote del Amor su dulce casa.
Dime, Rosa de Lima, cómo alcanzas,
esas cotas tan extremas, así altas.
Dime cómo sigue, aun si se cansa,
el hombre esas rutas con constancia.
Gracias, Rosa, por tu vida en Gracia,
Gracias, por animarnos en tu andanza,
Gracias, porque al ser tú así tan santa
nos dices que esas alturas sí se alcanzan...
jueves, 22 de agosto de 2013
Día de la Asunción de María a los cielos
Queridos hermanos: La Asunción de nuestra Madre María al cielo es su triunfo junto a su Hijo Jesús. Es el final razonable para quien sólo vivió para Dios. Aquélla que fue preservada del pecado original en atención a los méritos futuros de su Hijo, también fue preservada de los efectos del pecado. Fue preservada de la corrupción de la carne. Ahora está disfrutando de los efectos definitivos de la Redención, en la felicidad eterna junto al Padre, en cuerpo y alma. Ella nos abre el camino. Ese mismo camino lo recorreremos todos en el momento en que nos corresponda, pues es don de Dios para todos. En María nos contemplamos a nosotros mismos. Demos gracias a Dios por ese futuro que nos tiene reservado a todos porque nos ama infinitamente. Sigamos el ejemplo de fidelidad, de disponibilidad y de humildad de María, para que podamos seguir sus pasos a la felicidad y al amor eternos en el cielo junto a Dios. Pongámonos en las manos de María para alcanzarlo. Que Dios nos bendiga a todos
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