Eres Rosa, y vas dejando tu fragancia,
en la América toda, cual ganancia,
que no es más que el decir tus locas ansias
de vivir en el amor eterna estancia.
El primer fruto en tierras tan descalzas,
extasiada en Jesús y en su prestancia,
te diste entera, con el alma mansa,
haciéndote del Amor su dulce casa.
Dime, Rosa de Lima, cómo alcanzas,
esas cotas tan extremas, así altas.
Dime cómo sigue, aun si se cansa,
el hombre esas rutas con constancia.
Gracias, Rosa, por tu vida en Gracia,
Gracias, por animarnos en tu andanza,
Gracias, porque al ser tú así tan santa
nos dices que esas alturas sí se alcanzan...
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