En Jesús el sentido de la amistad estaba muy arraigado. Él ha entendido su misión como la acción a favor de restablecer la amistad del hombre con Dios. Una amistad que tiene su origen en la filiación del hombre que ha sido creado por Dios y ha sido colocado en el centro como criatura principal para que dominara todo lo creado. En este sentido, podemos entender la amistad como ese compartir bienes desde el amor, en cuyo caso se convierte, vista la relación de Dios con el hombre, en compartir sus bienes mayores, como lo son su capacidad de amar, su libertad, su inteligencia, su voluntad. Dios, de esta manera, sería ya no solo el Creador y Sustentador, sino que se convertiría en el mejor amigo del hombre dado que le ha proporcionado todos los beneficios posibles. Y más allá, la amistad para ser tal requiere de reciprocidad. La otra parte debe estar también siempre dispuesta a compensar con su esfuerzo todos los beneficios que recibe. Por ello, Dios pide al hombre que responda con su entrega, con su humildad, con el acatamiento de su voluntad de bien, con su fidelidad. No cumplir su parte sería una deslealtad y una traición a la amistad. Y eso fue el pecado de la humanidad: no haber acatado las reglas de la vivencia de la amistad e incumplir la parte que le correspondía. Quedaban entonces dos opciones: o ser subyugado por el que tiene el poder, o ponerse de tal manera en contra de esa amistad ofrecida y llegar a hacerse enemigo declarado. Lamentablemente, el hombre, en su historia personal, decidió mayormente el camino de la enemistad, viendo a Dios casi como un adversario en vez de verlo como su mejor compañero de camino. Con la pretensión de una autodeterminación en la que quedaba con las manos vacías pues buscaba darse a sí mismo los bienes que recibía de Dios, que era su único origen, solo logró, y aún sucede así, tener un futuro de desolación y de frustración, pues jamás logrará tener la compensación añorada. La amistad rota es la debacle para el hombre. Aún así, a pesar de tener a la vista la traición a la amistad del hombre, Dios está siempre dispuesto a tender la mano para seguir ofreciendo la dulzura de ser amigo suyo.
La obra de Jesús es la del enviado para recuperar y restaurar la amistad que ha sido rota por el pecado. Cada una de las palabras y las obras de Jesús van en la línea de convencer al hombre de que la mayor ganancia para él es el restablecimiento de la amistad con Dios. Por eso, después de un cierto tiempo con los apóstoles, en el que fue dándose a conocer como el Mesías Redentor, el enviado del Padre para lograr el rescate del hombre perdido por el pecado, es capaz de decirles su nueva condición: "Ahora ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; ahora los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre". Ese es el legado de la amistad que ofrece Jesús a los suyos: conocer todo lo que el Padre le ha enviado a decir y a transmitir, con el añadido de que lo hará en la mayor demostración de amistad que se puede hacer, que es la entrega incluso de la propia vida en favor de aquellos que son considerados sus amigos. Esta es la razón última de la amistad espiritual de Jesús con el hombre, que busca la restauración de la amistad con el Padre Dios. Y que tiene su concreción en aquellos hombres y mujeres con los que se encontró y con los que vivió relaciones intensas, de mayor intimidad que la que vivía con otras personas con las cuales los encuentros eran menos intensos. Es el caso de los hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María, con los cuales Jesús vivía una verdadera y sólida amistad. Era tan sólida que en los días previos a su pasión decide visitarlos, viajando desde Jerusalén hasta Betania. Así Jesús honraba esa amistad de años: "Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa". Este encuentro de los amigos se nos ocurre fresco, distendido, informal. Era el encuentro de los amigos que se aman. Pero crea resquemores entre algunos. Judas se queja del perfume que es derramado por María sobre los pies de Jesús y los enemigos de Jesús se molestan porque Lázaro, resucitado por Jesús es un imán para creer en el Salvador, y por eso deciden asesinarlo también a él, además de a Jesús. La amistad tendrá siempre también sus opositores.
Pero Jesús tiene muy clara su misión. Él ha sido enviado a sanar la herida del hombre por el pecado. Sabe muy bien que su labor va en función de recuperar al hombre para Dios, de ponerse del lado de los oprimidos, como ya estaba incluso profetizado por Isaías y es retomado por Jesús en su primera intervención en la sinagoga: "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos". Jesús ofrece restañar la amistad con todos los hombres, pues no excluye a nadie, pero lo hará principalmente con aquellos que han sufrido más, pues han sido perjudicados por las autoridades religiosas, por los poderosos, los enemigos de Dios. Para ellos el concepto de amistad con Dios no existe. Su dios son ellos mismos y los ídolos del poder, del placer y del tener ante los cuales se han rendido. Su amistad la han pactado con lo que ellos consideran son sus mayores beneficios. La verdad es que se convierten así en los más desdichados por cuanto el servicio a esos dioses que desaparecen termina siempre en la oscuridad y en la tragedia de una vida personal para toda la eternidad. La amistad de Jesús con los hermanos de Betania es el ideal de lo que Dios quiere que vivamos con Él. Una cercanía fresca, ágil, natural, con nuestro Padre Dios. Asumiendo su superioridad sobre cada uno de nosotros, poner todo nuestro ser en sus manos, como lo ha hecho Él, para compensar la riqueza de ser sus amigos: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas. Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella: 'Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas'". Esa es la obra de Jesús: lograr que cada hombre de la historia viva esa amistad absolutamente compensadora con Dios, viviendo en su amor y en su esperanza.
Esta visto que en las palabras de Jesús, Dios su padre , quería entablar una amistad con los hombres de su reíno al decir " ahora ya no los llamó siervos,por que el siervo no sabe lo que hace su señor; ahora los llamo amigos porque les le dicho todo lo que he oído de mi padre" lo que hizo fue restablecer una amistad del hombre con el creador...
ResponderBorrarEsta visto que en las palabras de Jesús, Dios su padre , quería entablar una amistad con los hombres de su reíno al decir " ahora ya no los llamó siervos,por que el siervo no sabe lo que hace su señor; ahora los llamo amigos porque les le dicho todo lo que he oído de mi padre" lo que hizo fue restablecer una amistad del hombre con el creador...
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