Dios es responsable y fiel cumplidor de su palabra. Nunca deja de cumplir lo que promete, pues su palabra es veraz. Su palabra es verdadera y creadora. Cuando pronuncia, crea, hace existir, trae a la vida. Cuando el hombre y la mujer pecaron, sintió la frustración por la traición de sus seres amados, pero desde ese mismo amor que tenía por ellos, prometió no dejarlos al arbitrio del demonio ni del mal. Con la misma determinación con la que creó todo lo existente y con la que puso en medio al hombre como su criatura predilecta, ofreció el rescate enfrentándose al mal, anunciando su acción futura en la que vencerá al demonio para que triunfara el amor y la vida. Dice al demonio: "Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Un descendiente de Ella te pisará la cabeza, mientras tú lo hieres en el talón". En el desarrollo de la historia humana, se dio siempre el enfrentamiento entre el bien y el mal. Hubo hombres que se alinearon con Dios, siendo fieles a su voluntad, siguiendo su camino, viviendo el bien y procurándolo para sí mismos y para los demás, tratando de lograr un mundo mejor para todos. Pero hubo también quienes se dejaron conquistar por el mal, haciendo lo contrario de lo que quería Dios, haciéndolo ausente de sus vidas y sirviéndose a sí mismos o a los ídolos que se iban construyendo, creando una sociedad de enemigos y adversarios, muy lejos del ideal de fraternidad que estaba diseñado originalmente. Esa historia llegó a su punto culminante cuando arribó al momento del cumplimiento de la promesa: "En la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley". El Dios fiel y veraz vio el tiempo cumplido para llevar adelante su promesa.
En esta historia hermosa que nos acerca los hechos que certifican nuestra salvación, la figura de nuestra Madre María es fundamental. Algunos podrán pretender despreciar la figura de la Virgen, pero nunca podrán negar la centralidad de su papel importante para el periplo que inicia Dios en su búsqueda de rescatar al hombre que se había perdido por su pecado. El Fiat -"Hágase"- de María, es el Fiat de toda la humanidad que añora ser rescatada. Esa sencilla y núbil jovencita, amante de Dios y de la ley, israelita cabal que esperaba la venida del Salvador, recibe la visita del Ángel y le es anunciada su elección como la Madre del Redentor. Su fe, su humildad, su disponibilidad son puestas a tope en función de lo que le pedía el Ángel. No es constreñida a aceptar, sino que es esperada su aprobación para dar el paso más gigantesco que puede vivir la humanidad, al poder recibir a Dios como huésped, haciéndose carne en el vientre más limpio y puro que había sobre el mundo. Ella, naturalmente, sorprendida por la propuesta quiere detalles: "¿Cómo será esto si no conozco varón?" No es una oposición a la propuesta, sino el natural deseo de conocer mejor los hechos que se darán en Ella. Y al confirmar su voluntad de aceptar la propuesta, su "Hágase en mí según tu palabra", abrió las puertas del cielo, permitiendo el baño de gracia, de amor, de paz y de justicia, que se derramaría sobre el hombre y sobre el mundo. Por ello la llamamos con propiedad "Puerta del cielo", pues Ella abre esas puertas para que se derrame el Verbo en el mundo. Y luego, para que por su mediación por nosotros -"Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte"- podamos encontrar esas puertas abiertas para vivir la felicidad absoluta e inmutable en nuestro futuro de eternidad.
La aceptación de María, desde su absoluta disponibilidad ante Dios, habiendo sido elegida desde la eternidad para ser la Madre del Redentor, y habiendo sido también preparada como Nueva Arca de la Alianza, inaugura el tiempo del cumplimiento de la promesa divina. Ella, la Inmaculada Concepción, fue purificada anticipadamente por el poder y el amor de Dios para dar hogar al Verbo que venía a encarnarse. Se ha convertido en el sitio más sagrado sobre el mundo para dar acogida nada más y nada menos que a toda la gloria divina en el Verbo eterno que se hace carne en Ella. El Hijo de Dios toma carne humana de Ella para asumir la naturaleza a la que viene a rescatar. Dios consideró que ese era el camino correcto para realizar su rescate desde dentro mismo de la humanidad que venía a salvar. La ofensa del pecado tenía que ser restañada por uno de la misma naturaleza del que la cometió, y que a su vez tenía el poder de hacerlo. "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Y así lo afirma el autor de la Carta a los Hebreos: "Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre". María da cuerpo al Verbo para que realice su obra de redención. No es posible menospreciar su intervención en nuestra historia de salvación. Ella no la realiza, pero sí la hace posible con su amor a Dios, con su humildad, con su obediencia, con su disponibilidad: "El ángel, entrando en su presencia, dijo: 'Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo'. Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: 'No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin'". La anunciación y la aceptación de María dan paso a la Encarnación del Verbo. Y se da inicio a esa renovación total de la creación que realiza el Hijo de Dios por encargo del Padre. Y María es el instrumento principal del que se vale Dios para empezar esta obra, la más grande que viene a realizar el Hijo, que supera infinitamente a la primera creación. Esta segunda creación, la de la Redención, nos hace elevarnos al máximo en el amor de Dios. Y ha sido posible gracias al Sí de aquella jovencita de Nazaret, humilde y sencilla, que se hizo inmensa a los ojos de Dios y se convierte para todos nosotros en Causa de Nuestra Alegría, pues nos ha hecho posible la presencia del Dios que ha venido a salvarnos.
Señor, permite que sepamos lo que quieres decirnos a través de la oración. Quedémonos en silencio para escuchar nuestro propósito😌
ResponderBorrarSólo un alma que ama infinitamente a la Madre que nos regaló el Señor, puede escribir tan sublime reflexión sobre ese ser maravilloso, humilde, inmaculado, como es María, la Puerta del Cielo, madre del Salvador y madre nuestra. Una vez mas tan dulces palabras nos conmueven sobre la Misericordia de nuestro Señor, al querer enviarnos a su Hijo amado, a través de quien hace posible nuestra salvación, y que es esa muchachita de Nazareth, primer Sagrario en su bendito vientre de Nuestro Salvador que el Señor a través del Angel Gabriel la llamó llena de Gracia.
ResponderBorrarBendito y alabado seas Dios nuestro. Gracias, gracias. Madre de Dios, intercede por nosotros. Llévanos de tu mano a Jesús, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen.
Bonito testimonio de Maria
ResponderBorrarMaría es nuestra Madre del cielo a quien amamos con pasión y ternura y mucho agradecimiento por su FIAT!! El Mejor ejemplo de disponibilidad, abandono a la voluntad del Señor y proactividad en favor de ser el puente a la Gracia De Dios!! Dios nos ha dejado a nuestra Madre tierna y protectora y así lo sentimos en todo momento. Gracias Monseñor por estas sublimes y pedagógicas palabras que incrementan nuestro inmenso Amor a la Virgen y a su Hijo!!
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