domingo, 7 de marzo de 2021

Dios no nos "debe" nada. Nos ha regalado todo su ser y todo su amor

 Formación Pastoral para Laicos: Jesús expulsa a los mercaderes del Templo

En nosotros los hombres existe siempre una tentación muy fuerte en referencia a la relación con Dios. Creemos que podemos llegar a "dominar" a Dios, al punto que pretendemos manipularlo logrando su favor por algunas acciones buenas que cumplimos, con lo cual llenaríamos la "cuota" que lo satisface, por lo que Él ya no tendría otra opción que concedernos el beneficio de lo que le pedimos. Es una práctica antiquísima, pero no por eso en desuso, pues hoy nos encontramos con miles de cristianos que aún mantienen esta mentalidad de pretensión de dominio sobre la voluntad divina. Las famosas cadenas de oración o de acciones que prometen lograr una meta específica, "arrancándole" a Dios su favor, son una muestra de esto. Son signo de una fe totalmente inmadura, que no ha comprendido la forma de acción de Dios ni de su amor, ni la necesidad de una fidelidad radical a su voluntad, lo que hará que podamos recibir los beneficios, no como "premios" que nos concede Dios por buena conducta, sino como consecuencia natural de la misma fidelidad que mostramos a Dios y a su amor. Por eso Dios ha considerado necesario "regular" nuestra relación con Él y con los hermanos, precisamente para evitar estos equívocos tan frecuentes y tan arraigados en la humanidad. Los Mandamientos que Dios da al pueblo son la demostración del amor del Señor que quiere que el hombre tenga claro cómo debe ser su relación con Él y entre ellos. No son prohibiciones impuestas, sino luces que el Señor pone en el camino de los hombres para iluminar el camino, de manera que la ruta se haga expedita hacia su amor. Son señales que nos van indicando cuál es el itinerario a seguir para ir avanzando hacia la plenitud. No podemos pensar que sean fruto de un Dios caprichoso que quiere confirmar su supremacía sobre todo, en particular sobre el hombre. Son fruto de un Dios que ama y que indica el camino correcto para poder vivir en plenitud los beneficios de ese amor. Después de exigir colocarlo a Él en el primer lugar de todo, indica cómo debe ser la relación entre los hermanos: "Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo". El amor, de esta manera no puede ser expresado solo hacia Dios, sino que deberá ser manifestado también claramente en la relación con los hermanos. No hay confusión posible, entonces, para justificar el equívoco de pretender manipular a Dios.

El ejemplo en este sentido nos lo ha dado el mismo Jesús. La pretensión de dominio sobre Dios parte de la idea de que Dios es manipulable, de que la búsqueda de beneficios personales sin importar el beneficio que se le debe a los demás, no tiene nada que ver con la relación que se pueda tener con Dios. Una cosa no quitaría la otra. Se podría pretender mantener una buena relación con Dios sin importar la relación con los hermanos. Jesús, con su acción, nos dice que esto es totalmente imposible. Siendo Dios, mantuvo una relación de intimidad profunda con el Padre y llevó al culmen esa relación con su entrega en favor de los hombres, por encima de las convenciones que afirmaban que no tenía sentido lo que hacía. La mayor expresión de su fidelidad a la voluntad divina la realizó en la entrega en favor de los hombres, sus hermanos, para rescatarlos del pecado y de la muerte. No permitió que su condición de Dios lo sustrajera de la manifestación del mayor amor por el hombre que venía a rescatar: "Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres". La mayor ignominia sufrida por Jesús, su muerte en cruz, no fue un acto que estuviera fuera de lo que Dios exigía para el rescate de la humanidad. Esa redención hubiera podido haber sido hecha de cualquier otra manera, pero Jesús la asumió de la forma más clara de demostración de amor, negando lo que había en la mentalidad de los "manipuladores" de Dios, que exigían demostraciones de poder o de sabiduría infinitos. La que decidió hacer Jesús fue la de la mayor humildad por amor a la humanidad.

En esa búsqueda de impedir esa mentalidad del hombre que pretende el dominio sobre Dios, manipularlo y manejarlo a su antojo, nos encontramos con el episodio de Jesús enfrentándose con los mercaderes en el templo. Habían convertido a Dios en una mercadería más, de la que podían sacar provecho. El templo era un mercado de compra-venta, en el que se tenía más ventaja si se ofrecía más. Para Dios bastaría una buena oferta para cumplir la voluntad del oferente. En este sentido, se puede entender que Dios fuera un servidor de la moneda, casi un ídolo más al que había que ofrecer el propio sacrificio monetario para lograr su favor. No se diferencia mucho de lo que hoy pretenden tantos "cristianos", que ofrecen a Dios sus "sacrificios" para hacerse de sus favores. Jesús, evidentemente, reacciona ante esta mentalidad. Él no ha venido a rescatar al hombre a cambio de sus dádivas. En todo caso, la única dádiva que exige es la del corazón rendido a su amor. Y por eso se molesta cuando los hombres no terminan de entender esto y se empeñan en seguir un camino que buscaría ventajas o "pagos" generosos de parte de Dios. El amor de Dios es gratuito, máxime cuando lo que pide es que se haga lo que ha sido establecido como su voluntad de donar la plenitud a quien se mantenga a su lado: "'Quiten esto de aquí: no conviertan en un mercado la casa de mi Padre'. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: 'El celo de tu casa me devora'. Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: '¿Qué signos nos muestras para obrar así?' Jesús contestó: 'Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré'. Los judíos replicaron: 'Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?' Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre". Nuestra vida como discípulos no puede estar basada en la pretensión de que Dios nos deba algo y podamos manipularlo para lograr que nos lo conceda. Debe estar basada en el reconocimiento de un amor que no tiene parangón, que nos pide que nos mantengamos junto a Él, y que demostremos el amor que le tenemos, amando a los hermanos que Él mismo ha puesto en nuestras manos para conformar la gran familia de los que aman a Dios.

3 comentarios:

  1. Pasemos unos minutos disfrutando el templo De Dios y su compañía. No seamos descuidados e indiferentes☺️

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  2. El amor de Dios es gratuito y solo nos pide que nos mantengamos junto a él, amando a nuestros hermanos igual como él, nos ama a todos nosotros...

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  3. El amor de Dios es gratuito y solo nos pide que nos mantengamos junto a él, amando a nuestros hermanos igual como él, nos ama a todos nosotros...

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