La llegada a la tierra prometida exige antes avanzar por el desierto que desemboca en ella. No hay caminos raudos ni expeditos para alcanzar esa tierra que mana leche y miel. La liberación de la esclavitud en Egipto, a través de los portentos y las maravillas que realizó Yahvé en medio del pueblo contra el Faraón y su nación, fue el inicio del periplo que debía comenzar a recorrer Israel para llegar a esa situación idílica de la posesión de esa tierra de bendición. La conquista de esa nueva tierra paradisíaca le tenía que costar a Israel el esfuerzo de los años en los que debía recorrer ese desierto cruel y duro. El Dios todopoderoso y amoroso había demostrado su poder con los hechos de la liberación de Egipto. Y lo seguía demostrando en la peregrinación del pueblo por el desierto, facilitándole el alimento y el agua que necesitaban para sobrevivir. Realizaba el milagro cotidiano del maná, de la carne de las aves y del agua que manaba de la roca. Israel había dejado atrás la condición de esclavitud y había recuperado el tesoro de su libertad. Él mismo se gestionaba su futuro, con el gozo de saber que al final de ese peregrinaje estaba la tierra del idilio que había prometido Dios. No tenían el acento puesto en el esfuerzo que debían realizar para avanzar, sino en la meta de lo que les esperaba como compensación mayor. Pero el mal, siempre en su acechanza, hace nacer en el corazón de los israelitas la rebeldía por esa situación de dolor y sufrimiento que les toca vivir antes de disfrutar del premio. Llegan incluso a quejarse del milagro cotidiano del maná, despreciando la maravilla que hace Dios a su favor todos los días. Y lo hace en el colmo del absurdo, pues es el regalo que Dios ha previsto para ellos de modo que no murieran de hambre ni de sed en el desierto mientras se encaminan al tesoro mayor. Dios pide, en todo caso, ese único esfuerzo, pero Israel se declara rebelde ante ese Dios de amor y de poder.
Impresiona mucho ver cómo los hombres nos empeñamos en repetir la historia. Habiendo sido testigos de la inmensa cantidad de maravillas que Dios realiza a nuestro favor cotidianamente, nos empeñamos en poner los acentos en lo negativo, despreciando esos beneficios con los que Dios nos bendice cada día. El criterio humano, natural en nosotros y legítimo, pues ha sido el mismo Dios el que lo ha establecido así, dejamos que se desboque y pretendemos que sea el único válido, colocándolo por encima del de Dios. No terminamos de entender que muchas de las cosas que nos exige la vida, que muchas de las cosas que nos toca asumir como parte de nuestra vida diaria, son la parte que nos toca colocar como esfuerzo personal para avanzar en nuestro propio camino a esa tierra prometida que es nuestra eternidad feliz junto al Padre. Y que si las asumimos desde ya como parte de la peregrinación, se transforman en verdaderas bendiciones que nos facilitan el vivir el gozo de la esperanza futura. Y a pesar de nuestra rebeldía, Dios, infinito en misericordia, se hace la vista gorda ante nuestro corazón rebelde y sigue mandándonos bendiciones, dándonos su apoyo y su alivio, y tomándonos de su mano suave y amorosa para procurar que retomemos el camino de la aceptación de su voluntad. Por ello, vale la pena que hagamos el esfuerzo de entrar en la comprensión de esa voluntad divina, que solo y siempre quiere nuestro bien, y sigamos esforzándonos en avanzar triunfantes hacia el tesoro de la eternidad feliz junto a Él: "Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: 'Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla'. Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida". Dios ama a su criatura y no la deja jamás a su arbitrio. Insiste en demostrar su amor en todas las circunstancias.
Esta comprensión de la diversidad de criterios fue la que procuró Jesús que tuvieran todos sus seguidores. No es un desprecio a lo humano, pues sería absurdo que el que nos creó con esas capacidades, Él mismo las llegara a pisotear para imponer las suyas. Es el esfuerzo por la aceptación de lo que es mejor. Jesús no quiere imponer, sino convencer y conquistar. Es la necesidad de que el hombre en la búsqueda de su felicidad se convenza de que, en medio de todos los caminos posibles para alcanzarla, existe el que propone Dios, y que éste es el único que dará la auténtica felicidad, la plenitud de la experiencia del amor. Otros caminos podrán dar satisfacciones, pero jamás serán los de la plenitud. Algunos incluso producirán solo frustración, tristeza y oscuridad. Seguir a Jesús, aceptarlo como el Redentor, saber que es quien nos rescata de la muerte y del dolor, es la verdadera felicidad. No nos la damos nosotros mismos con nuestro egoísmo o nuestra vanidad. No es aislándonos de Dios y de los hermanos que alcanzaremos la auténtica felicidad. Es la asunción de nuestra vida, iluminada por la luz de Dios, de su amor y de su verdad, y llevada en una verdadera fraternidad desde ahora, la que nos dará la plenitud: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de allá arriba: ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón les he dicho que morirán en sus pecados: pues, si no creen que Yo soy, morirán en sus pecados'. Ellos le decían: '¿Quién eres tú?' Jesús les contestó: 'Lo que les estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en ustedes; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de Él. Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: 'Cuando levanten en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada'. Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él". Jesús es Dios. Jesús es de Dios, y quiere que todos seamos de Dios. Por eso su insistencia en que dejemos a un lado los criterios solo humanos, para que nos llenemos de los suyos, los de la verdad y del amor, para que podamos obtener esa riqueza de la mejor comprensión, y abandonarnos en sus brazos en el camino de peregrinación hacia nuestra tierra prometida, que es la eternidad junto a Él viviendo en el amor.
Padre, danos el Don de comprender nuestra vida bajo la mirada de tus dulces ojos. Abramos la puerta para que entre Jesús☺️
ResponderBorrarSeñor, ayúdame a ser siempre fiel a ti más allá de las consecuencias...🙏🛐
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