lunes, 9 de noviembre de 2020

El Templo es el lugar de Dios y el lugar de mi encuentro con Él

 Lectio Divina 2014-11-09: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.  | Crismhom

Hablar del Templo de Dios es hablar del sitio por antonomasia para el encuentro con el Señor. Desde el principio el mismo Yahvé quiso tener un sitio para encontrarse con su pueblo. Recordemos la petición que hace Moisés al faraón para que dejara salir al pueblo al desierto para orar a Dios, a lo cual aquél empecinadamente se negó y le acarreó a Egipto todas las desgracias que vinieron sobre la nación. Ciertamente Dios puede encontrarse siempre con sus amados en el lugar en que le plazca, pero sin duda, disfruta con ese encuentro de intimidad que se puede dar en el lugar que Él designa como particularmente propicio para hacerlo. Toda la historia narrada en el Antiguo Testamento supone el empeño de los elegidos de Yahvé por lograr para Dios un sitio digno en el que habitar junto a su pueblo. La lucha de cada uno de esos enviados insistió siempre en dar a Dios ese lugar central, el más importante de los caminos que seguía Israel, en el cual ubicar a Dios, poder tener la seguridad de su presencia. Los reyes de Israel, entre las tareas de dirección que les correspondían, tuvieron como primera de ellas edificar para Yahvé el sitio donde viviera, donde se ubicaba la Palabra que dirigía al pueblo, donde el mismo pueblo tuviera la posibilidad de encontrarse con Él para recibir su amor y poder compartir sus alegrías, sus anhelos y sus preocupaciones. La realidad del Templo es, sin duda, parte de la historia de amor de Dios con su pueblo. Y de eso somos todos deudores, pues la llegada de Jesús y el nacimiento y crecimiento posterior de la Iglesia heredó de Israel la consideración de centralidad que tenía la experiencia del Templo y la aplicó también a la nueva cristiandad. No es lícito, por lo tanto, como en muchas ocasiones de parte de algunos supuestos hombres de fe, el que se haga una especie de desprecio al Templo como lugar de encuentro con Dios, pues toda la historia religiosa, tanto del judaísmo como del cristianismo, dejan claramente establecido este expreso deseo de Dios de tener un sitio propio en el cual encontrarse con su pueblo, a menos que se tenga un interés espurio que persiga malintencionadamente desacreditar a la institución religiosa que propicia la existencia del Templo como sitio central y esencial de la vida de fe. Dios quiere tener su sitio central en la vida del pueblo, donde poder encontrarse con cada uno, donde dirigir su Palabra y manifestar su voluntad, donde derramar su amor, donde recibir una respuesta de alegría y de amor de cada uno de los suyos, donde escuchar su diálogo, su peticiones, sus deseos, sus anhelos, sus dolores y sus alegrías.

Las imágenes del Antiguo Testamento nos ponen en la línea de una correcta comprensión del sentido de ese encuentro con Dios en el Templo, que es vivificante, santificador, gratificante, entusiasmante: "De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho. Me dijo: 'Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente". El agua que Dios derrama hace que todo lo que surja del Templo se llene de vida, por cuanto es un agua que sana y hace surgir nuevos peces y frutos. Todo es hecho de nuevo por el agua vivificante de Dios. Es el signo de la novedad que produce la presencia de Dios, que luego será elevada a la consideración de la novedad de vida no solo material, sino espiritual que se dará en la vida de cada hombre que reciba de esa agua a la que hay que acercarse para disfrutar. Es claro que esa presencia de Dios y esa riqueza que quiere transmitir no se refiere solo a una cuestión de estructuras físicas edificadas materialmente, sino que apunta a la elevación de una vida personal que sea transformada y enriquecida por esa agua vivificante de Dios. Para Dios es muy importante el Templo material y por ello pide y desea que se establezca como sitio suyo, pero Él quiere ir más allá, y hacer de cada hombre, de cada corazón suyo, de cada vida vida vivida, su sitio personal, su Templo particular, en el cual vivir y en el cual establecer su lugar perfecto para el intercambio de amor mutuo. La insistencia de San Pablo al acentuar la importancia de cada uno como Templo, así lo afirma: "Mire cada cual cómo construye. Pues nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo son ustedes". Cada uno de nosotros ha recibido la vida que nos ha dado Jesús. Esa vida es el agua que ha derramado Dios sobre nosotros, que somos su Templo, con lo cual hemos sido saneados, vivificados, llenos de amor y hemos sido salvados. Destruir lo que es el Templo de Jesús, que somos nosotros, equivaldría a destruir conscientemente la obra del mismo Jesús.

El celo de Jesús es claro por lo suyo y por los suyos. Así como quiere que su obra salvadora llegue a todos, y por eso se entrega completamente a su misión, hasta la muerte, así mismo quiere que el Templo, como casa de Dios, sea un lugar de verdadero encuentro con Dios. Se equivocan quienes quieren entender este enfrentamiento de Jesús en el Templo con los mercaderes como un desprecio al Templo. La preocupación de Jesús es precisamente la de conservar al Templo en su pureza como lugar de encuentro don Dios, y por ello enfrenta a quienes quieren darle una connotación rastrera de usufructo malsano. El Templo es lugar de Dios, no de aprovechamiento. Al Templo se va a ese encuentro de intimidad con el Señor, a recibir la dulzura de su amor, a dejarse llenar de esa agua de vida que limpia y purifica, a recibir los frutos y los peces que nos alimentan y nos enriquecen. Y por supuesto, al Templo se va a vivir personalmente la riqueza que el Señor quiere, no solo como un lugar externo del que se sale ya para otras cosas distintas que no tengan nada que ver con la vida que se ha recibido al encontrarse con Dios. No son sitios desconectados, sino íntimamente unidos. En el Templo se recibe la riqueza que se manifestará como vida para todo lo cotidiano. Lo recibido en el Templo es para toda la vida, para todo lo que me corresponda hacer en el día a día: "Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: 'Quiten esto de aquí: no conviertan en un mercado la casa de mi Padre'. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: 'El celo de tu casa me devora'". Jesús es celoso de lo suyo y de los suyos. La casa de Dios es sagrada. Es para el hombre, no para el mercadeo. Y así lo es la vida de cada hombre. En el corazón y en la vida de cada uno, el Templo se convierte en el lugar por preferencia de Dios. El ataque de Jesús no es un ataque al Templo, sino a lo que se pretendía hacer contra el Templo. Es la defensa más clara que hace Jesús del lugar en el que quiere Dios habitar en medio de su pueblo. Es el sitio que quiere tener para encontrarse con su pueblo y con cada hombre. Y es el lugar desde el cual quiere seguir dándose para que cada uno lo siga recibiendo y haciendo presente en su día a día. No se equivocan quienes afirman que a Dios lo podemos encontrar en todas partes y que nos podemos poner en contacto con Él en cualquier lugar. Ciertamente Dios no está preso en el Templo y está en todas partes. Pero sí se equivocan quienes pretenden colocar al Templo como sitio sin importancia, cuando está muy claro que el mismo Dios, desde el principio y luego Jesús en su propia Iglesia ha establecido al Templo como el sitio de preferencia para procurarse su lugar de encuentro íntimo, su lugar de donación ideal por su agua de vida y de alimento, su lugar de diálogo sabroso y amoroso, su lugar de alegrías, de anhelos y de dolores compartidos, por su lugar de vida convivida, fraterna y amorosa con todos los hermanos con los cuales compartimos ese encuentro de amor y de gozo que es signo del encuentro que viviremos todos en ese Templo final que jamás se acabará y del que es signo nuestro Templo hoy.

4 comentarios:

  1. Buenos días:

    Somos templo de Dios en lo íntimo y personal, nuestra casa es templo de Dios y nuestro sitio de congregación también, permitamos que con nuestra presencia se conviertan todos los espacios en templo de Dios. En el nombre de Jesús. Amén 🙏.

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  2. Amado Dios, danos la capacidad de percibir tu voz, siendo siempre fieles a tu palabra😔

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  3. "Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida..." 🙏🙌🛐⛪✝️

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  4. Jesús nos ofrece como a sus discípulos y como nos dice esta reflexion, tres enseñanzas que son: la necesidad de evitar el escándalo,la importancia del perdón y mantenernos firmes en la fe.Son pilares para nuestra vida cristiana, es la llamada libre y amorosa de su proyecto de vida que desea para nosotros.

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