En el tiempo final se dilucidará todo nuestro futuro. Habiendo tenido los atisbos que Dios mismo ha permitido para el desarrollo de la vida que nos ha regalado, haciendo de nuestra existencia una realidad maravillosa inimaginable pues es surgida de su bondad esencial, permitiendo la experiencia más entrañable que podemos tener, como es la de la certeza de su amor por encima de todo, a lo que hay que añadir toda la cantidad de donaciones de bienestar providenciales para procurar para nosotros la mejor de las vidas, ha hecho que la infinidad de momentos vitales que hayamos tenido se sumen, con conciencia y objetividad, a todo lo bueno que tenemos. No hay duda de que en esa historia ha convivido también el mal, que en muchas ocasiones se ha cebado contra el hombre y contra esa felicidad de base que quiere Dios que vivamos. La voluntad divina es que todos seamos felices y avancemos con cada vez mayor solidez en esa experiencia de amor y felicidad continuas. Pero también es cierto que Dios, habiendo creado al hombre con su propia cualidad de libertad suprema, ha debido ser respetuoso de esa donación suya. Estrictamente hablando nada le hubiera impedido ni le impide a Dios actuar para "imponer" el bien. Él es el Dios que todo lo puede, el todopoderoso, en manos de quien está todo lo que existe. Pero es teológicamente repugnante pensar en ese Dios que habiendo creado al hombre con su misma capacidad divina de ser libre, decida en un momento absurdamente desechar de su mente y de su corazón uno de esos regalos más grandiosos y preciados surgido de su amor paternal. Dios ha asumido perfectamente lo que ha creado y con fidelidad extrema lo sigue llevando adelante según su plan de amor. Y es por ello que la vida de los hombres se presenta tan atractiva. No somos el producto de un acaso fortuito que se le "escapó" a Dios. No. Somos el fruto de un diseño perfectamente pensado y diseñado desde la eternidad. Y no solo eso, sino que somos parte importante de que ese diseño se lleve adelante en los mismos términos del amor, de la fraternidad, de la solidaridad, de la procura de un mundo mejor para nosotros mismos y para todos los demás. Él ha contado con nosotros y jamás dejará de contar con nosotros.
Dentro de todo este proceso de avance de la historia hasta el final, siendo Dios el Señor de ella, ha dejado en manos de los hombres la responsabilidad de "someter el mundo y dominarlo". No entendiendo esta cesión como una especia de renuncia suya a ser lo que es. Él es el Creador, el sustentador, el providente. Su voluntad es inmutable. Nada hay que no esté bajo su mando. Es más bien una manifestación inequívoca de su amor por su criatura, el hombre. Siendo el hombre producto solo de ese movimiento inmenso de amor, lo ha favorecido más de lo imaginable, pues el dueño de todo ha hecho dueño de todo también al hombre, en una clara manifestación de ese amor y también en la demostración del respeto a su criatura y a la propia capacidad que Él le ha regalado. Creó al hombre por amor, lo puso en el centro de todo, le regaló todos los beneficios, lo hizo hermano de todo hombre y mujer de la historia, y a eso añadió la voluntad de respetar con reverencia lo que Él mismo había hecho de ser capaz el hombre. Nunca se ha opuesto ni se opondrá jamás a lo que el hombre decida, pues el respeto a lo que creó está por encima de todo. Es por ello que todos los regalos que recibe del corazón amoroso de Dios, el hombre tiene el derecho absoluto de disfrutarlos, haciéndolos suyos. Y de vivirlos además en una fraternidad que seguramente hace que esos regalos se hagan más sentidos y entrañables para todos: "El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos. Y me dijo: 'Estas son palabras fieles y veraces; el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro". Al final, ese tiempo de armonía total que haya ido logrando el hombre con su acción en las manos de Dios, tendrá su total recompensa.
En el ínterin, la historia seguirá adelante en su curso. La vida seguirá ofreciendo a cada hombre todos los beneficios que querrá seguir derramando. Nada hay que Dios habrá puesto en las manos de todos que no resulte en algo que lo beneficie, aunque se dificulte en algún momento identificarlo justamente. El Dios de bondad no dejará de derramar su amor y su poder favorecedor sobre todos. Podríamos decir que en medio de todo, Dios es también un Dios "lúdico", pues lo dispone todo para la felicidad del hombre. Por ello no es de sorprender que en medio de todas las dificultades y vicisitudes contrarias que puedan sobrevenir a la persona concreta en el desarrollo de su vida cotidiana, se den también con toda naturalidad los momentos de sosiego y de serenidad interior que lo ayudarán a tener una vida cada vez más bella. Dios nos ha dado el derecho no solo a vivir, a ser amados por Él, a ser bendecidos con el amor hacia los demás y con el de ellos hacia nosotros. Nos ha dado también el derecho de aceptar todos esos bienes en lo íntimo de nuestras vidas para que los hagamos lo más nuestro que existe, pues han sido regalos de su amor. No se puede caer en la mojigatería que muchos pretenden obligar, haciendo creer que podría llegar a ser malo, e incluso contraproducente para nuestra experiencia de hijos amados de Dios, y que por ello la vida debe ser una sucesión de rechazos de razones para ser felices. De entre las cosas que Dios más aprecia en nosotros es de que seamos capaces de vivir con gozo y espontaneidad las alegrías que lícitamente quiere Dios que tengamos. Al fin y al cabo son regalos suyos y los ha puesto en nuestras manos para que nos hagan felices, por encima de todo. No existe nada más satisfactorio para la persona humana que saber que cuenta a su alrededor con gente que ha sido puesta en sus manos como responsabilidad. Que entre ellos están sus seres más queridos, a los cuales debe buscar favorecer siempre por encima de todo. Que tiene a su lado hombres y mujeres con los cuales puede convivir, intercambiar, a los cuales puede procurarles los mejores bienes. Un buen grupo de amigos con los cuales vivir ese amor de amistad que es reflejo del amor de Dios y del cual se hace transparencia. Un buen momento de solaz, de baile, de conversación, de disfrute. Otros grupos con los cuales intercambiar sin aspavientos, sino solo con el gozo de estar juntos y pasarla bien. Dios quiere también eso de nosotros. Que tengamos una unión íntima también con los hermanos en los que Él se encuentra y en los que nos confirma que está su propia presencia, más particularmente cuando son hermanos que sufren necesidades y dolores por la falta de esa mano amiga que es la nuestra que se le debe acercar. Todos esos son hechos que describen nuestra vida y no la pueden dejar indiferente. Es por ello que, siempre y por encima de todo debemos valorar el hacer las cosas como deben ser hechas, para no echar por la borda este deseo radical del amor de Dios. Vivir esa alegría, regalo de Dios, no puede hacernos centrar solo en nosotros y en nuestro beneficios egoístas. Jesús nos llama a vivir una actitud de responsabilidad razonable: "Tengan cuidado de ustedes, no sea que se emboten sus corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se les eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estén, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que puedan escapar de todo lo que está por suceder y mantenerse en pie ante el Hijo del hombre". Siendo la vida tan bella, y pudiendo llevarla adelante transidos del amor y de la fraternidad, sería muy triste que al final, toda esa alegría la hayamos podido poner en riesgo.
Jesús nos pide de dististas maneras mantener oraciones permanentes, para que no alejemos nuestras vidas del Dios Padre.
ResponderBorrarQue el Señor nos permita estar en un despertar constante, para permanecer en vigilia siempre esperándolo como el Rey de nuestra existencia, de nuestros corazones.
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