Dios es un ser capaz de entrar en relación con cada uno de nosotros. Nuestra capacidad de entrar en relación con Él se basa precisamente en eso. Porque Dios es Trinidad, confesamos que esa intimidad trinitaria se da por la capacidad que tiene cada una de sus Personas de entrar en relación mutua. Esa relación mutua en la intimidad divina es una relación de amor inmutable. Dios se ama a sí mismo eterna e infinitamente. Las tres personas de la Santa Trinidad viven en una relación de amor que nunca se acaba, y que está personalizada perfectamente en la Persona del Espíritu Santo, que es el amor divino. Cuando Dios, en su infinitamente libre voluntad, decide salir de sí y realizar la creación de todo cuanto existe, llega a la cima de la creación en el mismo momento en que decide crear al hombre, que es la criatura que da la lógica plena a esa voluntad divina. Todo lo creado es colocado en las manos del hombre para que él fuera su propietario y su administrador. La existencia del hombre es la que da sentido a la existencia de todos los demás seres de la creación. El hombre es el culmen de la creación y todo existe para ser instrumento que lo ayude en su caminar hacia el Padre creador. El hombre sale de las manos de Dios, con el objetivo de volver, al finalizar su itinerario, a esas mismas manos de las cuales ha surgido. Ha surgido de Dios para volver a Él.
En ese momento culminante de la creación, Dios determina que ese hombre exista "a su imagen y semejanza". Es decir, con cualidades que Él tiene. Lo hace libre, inteligente, pleno de voluntad, capaz de amar. Y lo hace, como Él, capaz de entrar en relación con otros seres semejantes. Esta capacidad de relacionarse es lo que hace al hombre persona. Dios en sí mismo son tres personas porque son capaces de relacionarse entre ellas. De la misma manera, el hombre es persona porque es capaz de entrar en relación con otros hombres. Si el hombre no tuviera la capacidad de relacionarse con otros, no podría ser persona. La condición de persona la da esa capacidad de entrar en relación con sus semejantes. Un hombre que jamás hubiera tenido contacto con otros hombres, no sería persona humana, aun cuando sea hombre. Es decir, el ser persona no está asegurado por el ser hombre, sino por la capacidad de entrar en relación con otros hombres. Esa capacidad la tenemos por haber sido creados a imagen de Dios, que en su intimidad son tres personas que entran en relación entre ellas mismas. Evidentemente, la finalidad de esta voluntad divina es la de favorecer en el hombre su enriquecimiento personal, para que, con el apoyo de otras personas, pueda avanzar cada vez más firmemente hacia la meta de la plenitud que debe alcanzar al final de su itinerario. Por eso, cuando Dios crea al hombre, afirma: "No es bueno que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda adecuada". Es el avance que se debe asegurar hacia la perfección a la que invita Jesús a todos: "Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto".
Sin embargo, Dios no se ha contentado con enriquecer al hombre con esta capacidad de relacionarse con los otros hombres y así hacerse persona, sino que ha dado a esa riqueza una cualidad superior. Ha hecho al hombre capaz de relacionarse con Él, lo cual es un paso agigantado en su condición. El hombre no es sólo capaz de entrar en relación con otros hombres, sino que Dios lo ha hecho capaz de relacionarse con Él mismo. La relación ya no es sólo una relación humana, sino que se eleva a una relación divina. Dios mismo entra en contacto con el hombre, abajándose a sí mismo. Ya Dios no quiere reducir su relación a su intimidad divina, sino que se abre a la relación con su criatura. Y lo hace estableciendo la ruta del diálogo, en el cual el hombre puede escucharlo y hablarle. Escucha y habla son las vías de la comunicación del hombre con Dios. Es el regalo amoroso del Dios que no solo ha creado al hombre, llamándolo a una existencia desde la nada, sino dándole esa capacidad de elevarse en su ruta terrena a la relación con Él, que le da una plenitud insuperable. Creado por amor y para el amor, tiene la capacidad de vivir sus días en el amor, en una relación inquebrantable que posibilita el mismo Dios al abrir el cauce de la comunicación con Él. No es posible otra comunicación con Dios, sino solo desde el amor mutuo. El Dios que ama infinitamente al hombre entra en diálogo de amor con el hombre que lo ama a Él también infinitamente.
Hemos sido creados por Dios desde el amor, para volver hacia el amor y para vivir en el amor. Y hemos sido enriquecidos por el mismo Dios no solo con la creación, dejados a nuestra suerte, sino que ha puesto en nuestras manos la capacidad de relacionarnos entre nosotros para servir de ayuda adecuada unos a otros, y más aún, la capacidad de relacionarnos con Él mismo, elevándonos a la posibilidad de entrar en una relación no solo humana sino divina con Él. Y nos ha dado los instrumentos necesarios para que esa relación con Él sea lo más fluida posible: Las Sagradas Escrituras y la Oración. Sin duda, Dios es el Padre amoroso que nos tiende la mano no solo habiéndonos creado, sino poniendo en nuestras manos todos los medios que necesitamos para ser más hombres, más personas, mejores hijos suyos, mejores hermanos entre nosotros. Tenemos todos los medios que necesitamos. No podemos dejar de responder dignamente a lo que Dios quiere de nosotros. Su mismo amor por nosotros lo hace posible.
Gracias monseñor...Cómo hace falta la relación con Dios en estos momentos....
ResponderBorrarSuper interesante. Gracias por gastarte en pro nuestro. Dios y Maria te bendigan.
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