Después de vivir los horrores que le exigieron el asumir todo lo malo del mundo, de sufrir una terrible pasión que lo dejó hecho una piltrafa humana hasta llegar a la muerte más terrible y dolorosa que se pueda imaginar, de haber sido colocado en solitario en la frialdad y oscuridad del sepulcro, de haber bañado al mundo entero con el silencio de la Vida, Jesús resurge triunfante. El sepulcro fue poco para contener al Dios que es la Vida y que da la Vida, al Dios que ya había demostrado su poder infinito cuando resucitó a Lázaro, a Tabita y al hijo de la Viuda de Naím, al Dios que jamás podía ser vencido por la muerte pues Él está infinitamente por encima de ella y la domina completamente, al Dios que venía a hacer que todas las cosas resurgieran desde la oscuridad y desde el abismo. La muerte había sido necesaria, pero no era definitiva. La realidad definitiva era la del amor todopoderoso que venía a rescatar. Jesús "se metió" en la muerte para sacar de ella a todos los hombres. Se sumergió en la realidad de los condenados para lograr por amor su perdón y su resurgimiento. Jesús entró en la oscuridad para vencer todas las sombras con la Luz de su poder y de su amor...
¡Qué alegría la de los apóstoles cuando verificaron que todo lo que había dicho se cumplió a la perfección! "Cuando todo se haya cumplido, vayan a Jerusalén. Allí me verán"... "Destruyan este templo y en tres días será reconstruido"... "El Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos; se burlarán de Él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará"... "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley, que lo maten y que resucite al tercer día"... Esta historia es historia de triunfo, no de derrota; es historia de gloria, no de humillación. Pasa por la aparente derrota y asume la humillación como necesaria, pero no es esa la realidad definitiva. La muerte y la humillación son pasos necesarios pero no definitivos. Lo definitivo es la Vida, la alegría, el triunfo, la derrota del mal, la victoria de Jesús que es victoria de todos...
El anuncio de esa victoria de Jesús es el anuncio de la mayor alegría que podemos vivir todos. Nuestro Dios es un Dios que nos salva. Que pasó por el dolor y la humillación de la muerte, pero que no se quedó en ella. No podía quedarse en ella, pues Él es Dios. Y Dios vence siempre. Jamás el poder del mal será mayor que el poder de Dios, que es el Bien supremo. Jamás el odio podrá tener más poder que el Amor, que viene de Dios. Jesús pasó por todo el sufrimiento sabiendo que el Padre no lo dejaría jamás solo. Que su ocultamiento en el sepulcro era simplemente un paso por el cual había que transitar como preparación a a más contundente realidad de la Redención.
La Resurrección de Jesús es la re-creación de todas las cosas. Del hombre y de todo lo que lo rodea y le sirve. Ya el pecado no es la marca con la cual el hombre había manchado a la creación. Ahora es la Gracia, la Vida de Dios. Jesús la ha sacado de la ignominia en la que la había metido el hombre y la ha colocado en su lugar originario, el cual le había dado Dios desde el principio. Ahora todas las cosas servirán de nuevo para la salvación del hombre. De nuevo son colocadas en las manos del hombre para que las domine y las haga instrumentos para su propia salvación... Y el mismo hombre es colocado en las manos del hombre para que viva como hermano, como redimido, para que sea "ayuda adecuada" para caminar feliz por la vida al encuentro de Dios. Toda la realidad adquiere un matiz de armonía y es ruta por la cual el hombre puede transitar feliz. Es la perfecta alegría de lo que ha sido creado de nuevo...
Por eso vivimos en la esperanza. No esperamos algo que aún no se ha cumplido. Nuestra esperanza está fundada en que lo que ya ha vivido Jesús lo viviremos todos. Y lo podemos empezar a vivir ya, desde ahora, aquí. Jesús resucitó y nos lleva a la resurrección a cada uno de sus hermanos. Jesús abrió ya el camino hacia el Padre. Ese camino es expedito uniéndonos al Resucitado. Todos resucitaremos. Más aún, en Cristo ya hemos resucitado. Falta sólo que ese paso se haga concreto personalmente, y que en él recibamos la plenitud de la Vida que Jesús nos quiere dar... Es el regalo de su amor infinito, el que lo hizo pasar por el dolor y lo llevó a triunfar para hacer de ese triunfo, triunfo nuestro... Somos los grandes vencedores con Jesús...
El sepulcro no tuvo el poder de contener al que es la Vida. La soledad no fue suficiente para dejar allí a quien es el Compañero mejor. La oscuridad no pudo vencer a quien es la Luz del mundo. La muerte no tuvo el poder para detener al Vivificador. Y con Él ninguno de nosotros podrá ser contenido por ningún sepulcro. Nuestro futuro es la Vida, la Gloria, la Felicidad, el Amor en plenitud... Ya lo alcanzó Cristo para nosotros...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario