Tres jóvenes israelitas fueron secuestrados. Luego los encontraron muertos y quemados. Los autores fueron los radicales de Hamás. Esa fue la chispa que encendió un nuevo conflicto entre israelíes y palestinos, en el que se ha visto envuelta la población civil, inocente de los desmanes de los violentos. Hasta ahora van 76 muertos contabilizados oficialmente y miles de heridos producto del conflicto. No puedo valorar las responsabilidades por cuanto debo reconocer que no conozco en profundidad las razones últimas de los desacuerdos. Deben ser terribles y de mucho peso, pues llegar a estos extremos debe ser motivado por razones muy serias. No sé, realmente -y quizá sea una irresponsable manera de hacerme el desentendido, por lo cual debo confesar mi pecado de omisión- de qué parte está la razón y de qué parte está la culpa. Esto sería esencial para poder tomar parte en las opiniones. Supongo que hay razones históricas, políticas, de fuerza, que lo ayudarían a uno a tomar partido. Pero la verdad es que la ignorancia de estas razones no me quita la posibilidad de discernir lo que está pasando. Y hasta quizá sea una ventaja para no estar "contaminado". Se sabe bien que la historia la escriben los vencedores. Y, normalmente, los vencedores no son fieles a la verdadera historia. La traicionan a conveniencia para exaltar sus victorias como epopeyas portentosas...
El Obispo de Jerusalén afirmó contundentemente: "La venganza sólo perpetúa la violencia". Es una verdad como un castillo. Cuando los hombres queremos tomar la justicia por nuestras manos, la convertimos en venganza. Y esa es una espiral en la que no habrá nunca vencedores. Todos somos vencidos en la venganza. Quizá la victoria contundente con las armas, sometiendo al más débil, sea la meta que se persigue. Pero esa victoria así lograda jamás deja un sabor dulce en la boca. El odio se alimenta así y el alma se muere seca... No sé qué hubiera pasado si los tres jóvenes hubieran sido palestinos asesinados por israelíes. Casi puedo asegurar que la reacción hubiera sido la misma. Violencia, venganza, odio, guerra... Es la reacción humana básica, que se basa más en el instinto que en la razón. Nuestra naturaleza nos dicta que debemos defendernos ante quien nos quiere hacer daño. Es ley natural que cuando hay conflicto de bienes, los hombres debemos optar por la defensa del bien mayor. Y para cualquiera el primer bien, el mayor de todos, es el de la vida propia. Cuando vemos nuestra vida peligrar, tenemos pleno derecho a defenderla ante quien quiere dañarla. Es el fundamento de la "Legítima Defensa" aceptada en cualquier legislación existente...
La cuestión está en lo que mueven los radicales y violentos, que se alimentan de la sangre de los suyos y de los enemigos. El problema está en las motivaciones que están en la base de quienes entran en el conflicto. Normalmente a éstos los mueve el ansia de poder, el interés crematístico en la venta de armas, el establecimiento de una superioridad de raza o de color o de casta, el impulso expansionista o colonizador... Si éstas son las motivaciones, son absolutamente injustas... De nuevo, el hombre se deja conducir solamente por sus intereses personales y grupales. Y en base a ellos establece sus prioridades. Importa lo mío, no lo del otro. Lo del otro debe desaparecer para que lo mío perdure y quede por encima. Mi criterio humano egoísta y soberbio es el único criterio para poder discernir... Y es allí donde cometo el más grave error. De esa manera nunca habrá una verdadera justicia, una verdadera paz. Los hombres, cuando sólo nos dejamos conducir por nuestros criterios humanos, no hacemos más que destruir al mundo, a la sociedad, a nuestras propias vidas. Nos falta mucho por aprender. Y para poder aprender debemos abrirnos a otros criterios, a otras maneras de valorar las situaciones, a otra mentalidad. Y esa mentalidad debe ser mejor que la nuestra para que haga valer la pena dejar la nuestra... La clave de la conducta para poder enfrentar los conflictos y vencer siempre en ellos nos la da el mismo Dios: "No cederé al ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín; que soy Dios, y no hombre; santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta". Dios dice "soy Dios y no hombre". Si fuera hombre, lo lógico es la destrucción de Israel por la inmensa cantidad de infidelidades que comete contra Yahvé. Mejor que no exista. Así no habrá más infidelidades. Pero Él es Dios y no hombre. Su manera de actuar tiene otro criterio... "Cuando lo llamaba, él se alejaba, sacrificaba a los Baales, ofrecía incienso a los ídolos. Yo enseñé a andar a Efraín, lo alzaba en brazos; y él no comprendía que yo lo curaba. Con cuerdas humanas, con correas de amor lo atraía; era para ellos como el que levanta el yugo de la cerviz, me inclinaba y le daba de comer. Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas". ¡Qué hermoso tener a un Padre que, a pesar de que merecemos desaparecer, una y otra vez nos llama, nos acaricia, nos alimenta, nos perdona, nos da nuevas oportunidades! Él es poderoso infinitamente. No hay fuerza que se le pueda equiparar. Si alguien vencerá en cualquier conflicto ese es Dios. Pero no lo quiere hacer así. Su lógica no es la nuestra. Su lógica es la del amor, la del perdón, la de la insistencia en atraer suavemente, amorosamente...
Es la única manera de lograr una victoria que beneficie a todos. Así no habrá ni vencedores ni vencidos. Habrá justicia y paz, por cuanto en el corazón de todos lo que reinará será la paz, el amor, la fraternidad, la unidad... Dios sabrá qué hacer cuando nos pongamos en sus manos y nos dejemos vencer por sus criterios y hagamos vencer su lógica de amor y de perdón. No es venganza. Es justicia. Y así vendrá la paz para todos... "Si quieres la paz, trabaja por la justicia... Si quieres la paz, perdona..." han dicho los Papas en los últimos años... Si no queremos morir todos en el conflicto, dejemos que la lógica de Dios impere... En todo caso, como nos dice Jesús, el juicio pertenece a Dios, al final de los tiempos. "Al entrar en una casa saluden; si la casa se lo merece, la paz que le desean vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a ustedes. Si alguno no los recibe o no los escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudan el polvo de los pies. Les aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo". No queramos hacer nosotros por nuestras manos la justicia, pues, en general, nos equivocaremos, si no nos dejamos llevar por el amor. Dios es el Dios del Amor, de la Paz, de la Justicia. Los hombres, habiendo sido creados a su imagen y semejanza, nos hemos corrompido con el odio, con la violencia, con la injusticia. No somos los mejores jueces. Sólo Dios lo es. Dejemos que sea Él el que nos dé su criterio, vivamos su lógica, y sólo así conseguiremos un mundo en el que se busque de verdad la justicia y la paz, y se anule a quienes quieran hacernos caer en la espiral de violencia en la que perderemos todos...
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