La humildad desarma a Dios. Son miles los testimonios que podemos encontrar en las Escrituras de personajes que se colocaron ante Dios con la mayor humildad, que aceptaron sus designios sin chistar, que imploraron ante Él algún favor, y, finalmente, de alguna manera, lograron que Dios se colocara "a su favor", pues le cerraban, con esa humildad, cualquier otra salida. Por el contrario, son también muchos los casos en los que los hombres, soberbios y engreídos, pusieron a Dios al margen de sus vidas, o quisieron "dominarlo" y lo único que lograron fue atraer la desgracia a sus vidas.
Prácticamente desde el inicio de la historia de la salvación podemos encontrar testimonios que sustentan lo que decimos. La soberbia de Adán y Eva, queriendo "ser como dioses", atrajo la peor de las desgracias para toda la humanidad. Dañaron la relación de ellos con Dios, y fueron más allá con su perjuicio, pues desde ese momento dañaron la relación de toda la humanidad con Dios. Nos marcaron a todos con su soberbia. Desde la rebeldía de Adán y Eva, la semilla de la soberbia se quedó incrustada en nuestra naturaleza. Por eso resalta tanto el que algún hombre o mujer pueda colocarse ante Dios en una actitud absolutamente contraria, con la humildad, que es la única llave que abre la puerta para entrar en la relación filial y amorosa con nuestro Dios.
Así, podemos encontrar a un Abraham que, sin mayores noticias previas de Dios, escucha su voz con plena aceptación y cumple al pie de la letra aquello que Éste le pide. Nunca consideró Abraham oponerse, ni por conveniencia ni por desconocimiento (totalmente cierto) de Aquél cuya voz escuchaba. Encontramos a un José que es vendido por sus hermanos como esclavo y llega a Egipto desde donde servirá de salvación para su familia que moría de hambre en el desierto... Encontramos a un Moisés, junto a un Aarón, que se dejan llevar por el poder de Dios, a pesar de saberse totalmente limitados, para cumplir la mayor gesta liberadora de Dios en favor del pueblo de Israel en contra del poderoso imperio egipcio. Encontramos a unos profetas que en ningún caso consideraron ajustada la elección de Dios sobre ellos, sino que pusieron ante Él infinidad de excusas para tratar de convencerlo del error que cometía al elegirlos: "Soy apenas un niño", "No sé hablar", "Soy un hombre de labios impuros", "Pertenezco a la familia más despreciada de Israel"... Paradójicamente, la humildad fue la puerta de entrada para la elección de Dios y lo que lo confirmó aún más en la idea de estar en lo correcto...
La Virgen María es el ejemplo más claro de humildad: "Ha mirado la humildad de su sierva", le dice al Ángel Gabriel, y se coloca en las manos de Dios: "Aquí está la esclava del Señor. Que se cumpla en mí según tu palabra". Y eso sirvió para la entrada del mismísimo Dios en el mundo, para iniciar el rescate definitivo de la amistad perdida. Luego, encontramos al Bautista: "Detrás de mí viene uno que es más grande que yo, a quien no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias... Es necesario que Él crezca y que yo disminuya". Y Pedro: "Apártate de mí, que soy un pecador". Y el leproso: "Si quieres, puedes limpiarme"... Y la sirofenicia: "También los perros comen de las migajas que caen de la mesa del amo"... Es la tecla que hace que Dios no tenga otra opción. Jesús le dice a la mujer: "Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija"... Dios queda desarmado con la humildad de sus hijos...
¿Y qué hace falta para llegar a este punto? ¿Cómo estos personajes lograron esta humildad que desarmó a Dios y le arrancó el favor que necesitaban? En primer lugar, estaban convencidos del amor de Dios por ellos. Difícilmente se puede uno confiar en alguien que no sabe que lo ama. Para ellos estaba claro que Dios sólo busca el bien del hombre, y que si pide algo jamás será para perjuicio del hombre. Dios es amor, y el amor siempre actúa para el bien. Y si pide algo es porque sabe que es lo mejor para el hombre, porque lo ama. En segundo lugar, tenían la firme convicción de que Dios lo puede todo, pues es infinitamente poderoso. Él es la causa de todo lo que existe y nada pasa sin su consentimiento ni sin su acción directa. Quien se acerca a Dios y a Jesús a pedirle un favor, sabe bien que Él puede hacerlo y por eso se lo solicitan. El poder de Dios está claro para ellos. En tercer lugar, mantienen una confianza absoluta en el Dios que lo puede todo. Por eso, no sólo solicitan el favor, sino que se abandonan a su voluntad que lo concederá sólo si sabe que es lo más conveniente para quien lo pide. La clave está en las palabras que dice el leproso: "Si quieres..." No se trata de someter a Dios a una especie de "presión personal" para que se sienta constreñido a conceder lo que se le pide, sino de estar uno mismo sometido a la confianza de que Dios sabe si es lo más conveniente y cuál es el momento ideal para concederlo...
En definitiva, la humildad es la fuerza más poderosa de quien se acerca a Dios. Cuando somos humildes Dios "baja toda la guardia" y abre las puertas de su corazón al hombre, particularmente al más necesitado. Sólo es necesario saberse amados, tener pleno convencimiento de su poder, y saber que Dios actuará sólo si lo considera conveniente y en el momento en que lo crea conveniente...
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