La Palabra de Dios tiene frases que para muchos sería mejor que no estuvieran. El Apóstol Santiago, apenas iniciada su carta, nos coloca ésta: "Ténganse por muy dichosos cuando se vean asediados por toda clase de pruebas". En una mente absolutamente racionalista esto es el mayor absurdo. La dicha jamás puede estar en pasar por pruebas, pues ellas más bien traen desasosiego, crisis, dolor, tristeza... El colmo de la felicidad no puede estar jamás en pasar por eso, sino más bien, en lo contrario, en nunca tener pruebas que hagan sufrir...Para el común de los mortales la lógica de la felicidad está en no vivir experiencias que traigan sufrimiento...
No está mal encaminado este pensamiento. pero llegar hasta allí es incompleto. Dios quiere que los hombres seamos felices. Y desde el principio de nuestra existencia lo hizo todo para que nuestra vida se encaminara por las rutas que nos llevan a la felicidad. Dios nos creó para ser felices y, en realidad, quiere para nosotros su vivencia absoluta. El caso está en que no la encontraremos en cualquier lado, sino en Él. En nuestra creación Dios nos encaminó hacia la plenitud, la que nos da la plena felicidad, inscribió en nuestros corazones la añoranza de ser felices siempre, y se colocó Él mismo a la mano como la única realidad que nos dará esa felicidad añorada. La condescendencia de Dios es tan extrema que, habiéndonos creado anhelantes de felicidad, se puso Él mismo como la solución a ese anhelo, y su colocó lo más asequible posible para que la alcanzáramos sin mayor esfuerzo... Y, en la plenitud de los tiempos, esa asequibilidad de Dios se hizo extrema, pues "se hizo hombre y habitó entre nosotros". La felicidad no esperó a que la encontráramos, sino que ella misma vino a nuestro encuentro...
Si es así, ¿por qué se nos dificulta tanto ser felices? La razón última está en que la felicidad se basa en el bien y en el amor. Y lamentablemente, muchos queremos lograrla por caminos distintos a los del bien y el amor. Sucedió desde el principio, por lo cual perdimos esa posibilidad de mantenernos en aquella condición de "felicidad natural" en la que fuimos creados. Nuestros ancestros quisieron obtener una felicidad plena lejos de Dios. Y eso es imposible. Dios es el que nos da la plenitud, y no existe ni existirá jamás una ruta distinta a la que Él nos propone, en la que Él mismo se ofrece.
Esas fuerzas del mal estarán siempre pugnando por convencernos para seguirlas, planteándonos un espejismo de felicidad que, por espejismo, es falso. No es que no exista la posibilidad de alguna "felicidad" en caminos diversos, sino que esas "felicidades" serán pasajeras o etéreas o engañosas o frustrantes... En la mayoría de los casos dejarán en el hombre una sensación de resaca, de absurdo, de vacío, que se convierte, entonces, en frustración total... Y aunque no nos decidamos voluntariamente por seguirlas, esas fuerzas insistirán una y otra vez por hacernos desviar nuestra ruta hacia la verdadera felicidad. Y es entonces cuando tiene sentido total lo que nos dice Santiago. Nuestra dicha estará en las pruebas, que no serán otras cosas que el empeño insistente del mal en que nos desviemos del camino correcto, el del bien y el amor. Eso significa dos cosas: Que no nos hemos equivocado y que si vencemos seguiremos siendo dichosos, a pesar de que se nos ataque y se nos ponga a prueba.
No debemos confundir la felicidad con "sentirse bien", con "estar alegres", con "no tener problemas". El hecho de que Dios nos haya creado con inteligencia y voluntad, nos hace responsables de nuestro destino. Y todo lo que logremos será por el esfuerzo personal que nos exigirá a veces el máximo del uso de nuestras propias fuerzas. Así, la felicidad no será la ausencia de esfuerzo, sino que se alcanzará en el logro de los buenos frutos gracias a esos mismos esfuerzos que tenemos que realizar. Y si se trata de la búsqueda del camino hacia la felicidad plena, el esfuerzo será mayor, y de la misma manera lo será la satisfacción al alcanzarla. Es eso lo que da sustento y sentido al esfuerzo: que la meta vale la pena, que la felicidad tiene más precio cuando más nos cuesta, que estaremos más satisfechos pues hemos defendido a capa y espada nuestra propia búsqueda del bien y del amor. Las pruebas serán, así, signo de que vamos por buen camino, pues el mal no se queda de brazos cruzados cuando ve que nos pierde. Serán también signo de que nos vamos fortaleciendo al avanzar firmemente en el camino hacia la felicidad, pues a medida que vencemos en las pruebas, vamos "haciendo músculo" con lo cual nos apertrechamos mejor para las futuras "batallas" contra el mal. Y en cada victoria nos vamos sintiendo más satisfechos. Es lo que dice Santiago: "Al ponerse a prueba la fe de ustedes, les dará constancia. Y si la constancia llega hasta el final, serán perfectos e íntegros, sin falta alguna". No es absurdo tener pruebas ni debe ser una experiencia dolorosa. Al contrario, debemos agradecerlas, pues al final las podremos colocar a nuestro favor para avanzar más firmemente...
En todos los órdenes de la vida el ser probados nos ayuda a purificarnos, a fortalecernos, a afirmarnos más en la búsqueda del bien y del amor, de la justicia y de la paz. Encontrar algún obstáculo no es ninguna tragedia. Al contrario, puede convertirse en una bendición, pues nos confirma que vamos por el buen camino y cuando lo vencemos nos fortalece para segur adelante. El que va hacia la felicidad que se quite la idea de que no deberá esforzarse. El ser hombres, dotados de inteligencia y voluntad, lo descarta completamente. Y el ser libres nos dice que ese tesoro de nuestra libertad necesita ser defendido y promovido al máximo. Y todo eso exigirá esfuerzo. Nuestra responsabilidad nos llama a eso y debemos estar comprometidos a hacerlo...
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