Uno de los criterios que se ha ido erigiendo erróneamente en la vida moral de los hombres es el de la estadística. "Cada vez son más los que lo aceptan", "Como todo el mundo lo hace", "Ya nadie lo ve con malos ojos"... Son los dictámenes de muchas conciencias maleadas con este criterio. Según esto, el bien sería mutable, y lo que antes era malo ahora puede ser bueno. Y al contrario, lo que antes era bueno, ahora puede ser malo... Las conciencias serían como una veleta, que se inclinaría hacia donde lo lleve la fuerza del viento... Serían los tiempos y las modas los que dictarían la bondad o la maldad de los actos, y las conciencias que no están muy sólidas se adaptarían, así, a los "nuevos tiempos"...
En esta "dictadura de las épocas" estaríamos cayendo siempre los hombres. No es nada nuevo que esto suceda, por cuanto el criterio de la estadística ha pesado muchísimo en todas las épocas. Pero si este fuera el criterio moral válido, estaríamos en un continuo vaivén moral, dependiendo de los acentos que se pongan en cada momento.A esto se suma la poca importancia que dan los hombres a la formación de la conciencia, pues la prioridad entre los conceptos la tendrían, no la bondad o maldad intrínsecas de los actos, sino la conveniencia, la aceptación global o el placer que producen... Las cosas ya no se consideran buenas o malas, sino placenteras, aceptadas por todos o convenientes...
A este respecto debemos afirmar que, en general, esta afirmación es, cuanto menos, peligrosa. En la vida moral hay cuestiones esenciales, hay cuestiones importantes y hay cuestiones accidentales. Las esenciales son inmutables por definición. Nunca será bueno algo que es intrínsecamente malo, aunque las estadísticas destaquen su aceptación o se generalice porque gusta... Por ejemplo, el respeto y la promoción y defensa de la Vida jamás podrá supeditarse a una conveniencia personal o grupal, a una generalización de la práctica del aborto o de la eutanasia -aunque las leyes humanas lo permitan- o al disfraz de su defensa o promoción cuando en realidad se le está manipulando en la obsesión humana de hacerse como Dios... Los ataques a la Vida, vengan de donde vengan, persigan el fin que persigan, serán siempre moralmente inaceptables. Otra cosa es la valoración de hechos menos esenciales o accidentales, en los que el criterio a tomar en cuenta es la continuidad o al menos no contrariedad con la voluntad divina...
En efecto, muchos hombres de hoy han dejado dormir su conciencia con el soporífero de la multitud o del placer. Las conciencias anestesiadas ha permitido que la dictadura de la inmoralidad o la amoralidad se vaya irguiendo y dominando. Simplemente se pliegan a lo que está de moda, para no dar la impresión de estar "fuera de lugar", de no "descuadrar", en medio de un grupo social en el que desarrollan su vida. Nadie quiere ser un "bicho raro" y lo darían todo por ser aceptados o tolerados en su grupo. Por ello claudican y en ocasiones traicionan su propia conciencia... Es una tentación continua que tenemos los hombres. Al parecer se valora más ser incluidos en un grupo, sin importar a qué precio, que permanecer fieles a la propia conciencia y tener la serenidad que da el saber comportarse y actuar coherentemente con lo que se cree y lo que se valora personalmente...
Israel cayó en esa tentación. A Samuel le pidió que les nombrara un Rey: "Nómbranos un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones". El criterio era sencillamente, "porque todos lo hacen"... "Como se hace en todas las naciones". No importa si es bueno o malo, sino que "lo hace todo el mundo"... Samuel puso sobreaviso, de parte de Dios, al pueblo, respecto a lo que eso implicaría para Israel y sus pobladores: "Estos son los derechos del rey que los regirá: A los hijos de ustedes los llevará para enrolarlos en sus destacamentos de carros y caballería, y para que vayan delante de su carroza; los empleará como jefes y oficiales en su ejército, como aradores de sus campos y segadores de su cosecha, como fabricantes de armamento y de pertrechos para sus carros. A las hijas de ustedes se las llevará como perfumistas, cocineras y reposteras. Sus campos, viñas y los mejores olivares, se los quitará a ustedes para dárselos a sus ministros. De su grano y sus viñas, les exigirá diezmos, para dárselos a sus funcionarios y ministros. A los criados y criadas de ustedes, y a sus mejores burros y bueyes, se los llevará para usarlos en su hacienda. De sus rebaños les exigirá diezmos. ¡Y ustedes mismos serán sus esclavos! Entonces gritarán contra el rey que se eligieron, pero Dios no les responderá"... La situación de opresión a la que será sometido Israel por la figura de un Rey es terrible, según se las presenta Samuel... Israel le respondió a Samuel: "No importa. ¡Queremos un rey! Así seremos nosotros como los demás pueblos"... "Como todo el mundo lo hace..."
Para Israel no importaba que con este gesto estaba prácticamente rechazando a Dios como su único Rey. Así lo reconoce el mismo Yahvé, al sentir el rechazo al que estaba siendo sometido por el pueblo: "Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey". Israel prefirió el yugo de un rey humano, que la mano suave del Rey Yahvé... Es la historia de la humanidad...
¡Cuántos prefieren el yugo de su propio ego, de quien ejerce el poder, de los placeres, de las cosas, por encima de Dios! ¡Cuántos no "venden su primogenitura" por un plato de lentejas! ¡Cuántos hombres, en aras de una supuesta libertad, y para "ser igual que todo el mundo", no expulsan a Dios de su vida, y con Él expulsan al amor, la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la verdad...! ¡Cuántos, al expulsar a Dios, no dejan lugar más que a las cadenas que los oprimirán y los ahogarán hasta dejarlos sin aliento de vida, perdiendo lo más valioso que existe, que es su propia vida de felicidad, de serenidad, de paz! ¡Y todo por un criterio tan banal y tan fútil como el "porque todos los hacen así"!
Tenemos que rescatar nuestra conciencia. Tenemos que rescatarnos a nosotros mismos. Tenemos que salir del secuestro en el que nos hemos metido nosotros mismos, colocando nuestros buenos y sólidos criterios morales en la cuerda floja, sólo por una cuestión de moda, de gustos o de estadística. Vale más la pena ser hombre que ser borrego. Ser del rebaño de Jesús no nos quita nuestra personalidad. Y esa personalidad se sustenta en la posesión de una conciencia que me una más a Él y a su amor. Ser del rebaño de Jesús no es dejar de ser yo mismo. Ser del rebaño de Jesús es ser de tal manera yo mismo, que decido colocarme en las manos de Jesús plenamente para que Él haga de mi vida lo mejor que yo mismo tenga...
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