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jueves, 24 de junio de 2021

Juan Bautista, bisagra entre lo antiguo y lo nuevo

 día 24: Nacimiento de Juan Bautista | Familia Franciscana

Juan Bautista es uno de los personajes bisagra de la nueva historia de la salvación escrita amorosamente por Dios con la Sangre de su Cordero, entregado en sacrificio consolador por la humanidad. De él hace Jesús el mayor reconocimiento que se puede hacer a un ser humano alguno: "No ha nacido nadie mayor de mujer". No se trata de una afirmación de simple entusiasmo, sino de una constatación objetiva, sobre todo por la tarea que le corresponde realizar en el presente y en ese futuro inmediato de su misión. Son varios los personajes que destacan durante la historia turbulenta y gloriosa de Israel, el pueblo elegido por el Señor para ser suyo. Y en algunos, particularmente, la revelación que se va abriendo camino, se acentúan sobre todo las manifestaciones extraordinarias de sus orígenes. No se pueden ocultar los de la descendencia de Abraham, los hijos de Jacob, Sansón, Isaac, y otros más. Sobre todos ellos destaca la figura de Juan Bautista, a quien el favor de Dios hace que centremos el foco en lo extraordinario de lo que está rodeado. Juan Bautista es el último de los Profetas y de los Patriarcas del Antiguo Testamento, y es el primero de los Apóstoles. Él abre el camino a la entrada de Jesús al mundo, es el Precursor que finalmente presentará al "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Su voz es "la voz que clama en el desierto", invitando a los hombres a abrir el corazón a la obra final de salvación de Dios en favor del hombre. No existe sobre la tierra tarea más importante y determinante. Por ello, no es solo bisagra, sino referencia obligatoria para todos los salvados de Jesús: "El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: 'Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré' ... 'Mi Dios era mi fuerza: 'Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra'". Su figura como adalid de Jesús, el Salvador, tiene una importancia innegable, que no puede ser nunca dejada a un lado.

La instrumentalidad del Bautista es evidente. Y él mismo la asumió con la seriedad del caso. Jamás rehuyó a ella y muy al contrario, en respeto de aquello para lo cual el Señor lo había elegido, con la mayor humildad lo asumió. Nunca se atribuyó a sí mismo ningún mérito, sino que se hizo cada vez más consciente de lo que a él le correspondía. De una personalidad recia, valiente, podríamos decir que hasta hosca, se convirtió en una personalidad suave, humilde, consciente de lo que era. Habiéndose podido aprovechar del éxito personal que estaba obteniendo entre sus seguidores a los cuales se sumaba cada vez más gente, nunca se atribuyó nada a sí mismo. Muy al contrario, buscó siempre que esos seguidores fijaran su mirada en el verdadero foco, el importante, Aquel al cual él servía con plena conciencia: "En aquellos días, dijo Pablo: 'Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: 'Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos'. Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegara Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida decía: 'Yo no soy quien ustedes piensan, pero, miren, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies'. Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos ustedes los que temen a Dios: a ustedes se les ha enviado esta palabra de salvación'". Es Juan el primero de los instrumentos que abren el nuevo camino de la nueva ley. Él es el primero de los beneficiados, fuera de la fulgurante figura de nuestra Madre María, elegida desde antiguo para ser la Madre del Redentor. Junto a Ella, esta historia gloriosa se escribe con las letras de la figura de Juan Bautista, "el mayor de los nacidos de mujer".

Rodeado del halo del misterio de Dios, y pleno de demostración de amor por el hombre, su nacimiento no puede ser sino maravilloso. Los ancianos Zacarías e Isabel, primos de la Virgen María, Madre del Redentor, habiendo recibido la mayor de las bendiciones, pues el Señor los bendice en su ancianidad, seca y estéril, con un fruto de sus propias entrañas. Y en el reconocimiento de haber recibido un inmenso favor, como don de amor y de fidelidad, se ponen ante el Señor del amor con la plena disposición de respuesta. Aún en el reconocimiento de una maravilla que se estaba sucediendo a su vista, sus familiares y amigos se empeñan en querer mantener una cierta "normalidad" que no cabía. Lo que estaba sucediendo era totalmente fuera de lo natural y, a pesar de sus empeños, los esposos ancianos pugnan por reconocer el inmenso misterio de lo que estaba a la vista de todos. La fuerza de su convicción vence y se impone lo razonable: hay que reconocer el misterio, aun con lo incomprensible que puede resultar. El nuevo orden del amor así lo exige. Y a eso hay que responder: "A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella. A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: '¡ No! Se va a llamar Juan'. Y le dijeron: 'Ninguno de tus parientes se llama así'. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre'. Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: 'Pues ¿qué será este niño?' Porque la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel". Es Juan Bautista, el Precursor, el primero de la Apóstoles, el último de los Profetas y de los Patriarcas, el que inaugura el nuevo camino de la novedad absoluta de la salvación que trae Jesús. Instrumento privilegiado del Señor para abrir los caminos hacia los corazones de los hombres de ese Cordero de Dios que viene a quitar los pecados del mundo, los nuestros, para dejar despejada la ruta para la llegada de Jesús a nuestros corazones. De nuevo, un gesto del amor infinito y eterno por nosotros, sus criaturas.

miércoles, 24 de junio de 2020

Libres y humildes como Juan Bautista, para anunciar a Jesús

Natividad de San Juan Bautista - Santoral - COPE

Las experiencias espirituales profundas marcan las vidas de los elegidos por el Señor. Son personajes congregados por Dios para hacerlos suyos, capacitarlos con grandes virtudes y fortalezas y encomendarles misiones particulares e importantes que tendrán que ver con la dirección que tome la historia de salvación que Dios va escribiendo en la humanidad. "Antes que te formaras dentro del vientre de tu madre, ya yo te había elegido", siente decir el profeta de la boca de Dios sobre sí mismo. Es la frase que podríamos sentir decir cada uno de nosotros, pues sobre nosotros ha descendido también la elección de Dios. A San Juan Bautista se le aplica también. Y se va más allá con él, por cuanto la misión que se le encomienda es una de magnitud inédita: Nada más y nada menos que preparar el camino del Mesías Redentor, esperado y añorado por Israel, al corazón de cada uno de los que deben ser rescatados. "Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre". Juan será aquella "voz que clama en el desierto: Preparen el camino al Señor", que invita a todos a abrir el corazón al Señor que viene a salvar a la humanidad y a cada uno de ellos. Por eso, esa experiencia espiritual de encuentro con el Dios que lo elige, marcará ya para siempre su espíritu y lo convertirá en aliado que anuncie lo que está por venir, revistiéndolo, como lo es, de la gravedad y seriedad que tiene, pero también del gozo por el cumplimento de la promesa hecha tanto tiempo atrás. Juan asume esa tarea desde su plena libertad, absolutamente respetada por el Dios que lo convoca. El encuentro de las dos madres gestantes, Isabel y María, en el que "el niño saltó de gozo en mi vientre", a decir de Isabel, podría ser entendido como aquella respuesta afirmativa, también desde el seno materno, a la llamada que el Señor le había dirigido igualmente antes de nacer. Por ello, la vida de Juan, toda ella, ha quedado marcada por aquella experiencia que él ha tenido prácticamente desde su concepción que, como la de todo personaje que marcará pauta en la historia de la salvación, está revestida del halo de lo maravilloso. Dios anuncia con el portento asociado a su existencia, que la misión de Juan será determinante en la dirección que tome el desarrollo de la historia de salvación desde ese momento. Lo hizo de la misma manera con personajes que marcaron hito en el Antiguo Testamento. Lo siguió haciendo con la Virgen María, también elegida. Y lo hizo de la manera más contundente con el mismo Jesús, el punto culminante de toda esa historia.

En esas experiencias intensas que van teniendo cada uno de ellos, toma grandísima importancia la asunción libre del compromiso. Dios no "programa" a sus seguidores. No son robots que tienen una programación previa inmutable. Desde el primer momento, el de la elección, el movimiento de Dios es de propuesta. Y la espera de la respuesta de cada uno se da desde el respeto reverencial a su libertad, que es don de oro que el Señor ha colocado en sus corazones. El uso de esa libertad será la clave para que la tarea sea de peso y tenga pleno sentido, pues el elegido se convierte así en el primer beneficiado de su propia misión y llega a ser para todos el primer testimonio de lo que anuncia. La libertad es el aval de lo que se anuncia. Esa libertad desde la que responde el elegido deviene así en lo que da el sustento más sólido a la misión y lo que asegura de que lo que hará tendrá efectos positivos, demostrados, al menos, en los efectos que se alcanzan en el mismo que acepta. Esto se verificó incluso en el mismo Hijo de Dios que respondió al Padre: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad". Y en la Madre del Redentor: "Aquí está la esclava del Señor. Que se cumpla en mí según tu palabra". Es la libertad de la que gozó también y siempre Juan Bautista, por la que se convirtió con todas las de la ley en "El Precursor de Jesús". La vida de Juan estuvo toda ella marcada por la aceptación de la propuesta de Dios sugerida desde los profetas: "Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". No es él el personaje principal de la obra que se representa, pero sí es el gozne alrededor del cual gira toda la historia y en el cual esa misma historia toma el tinte dramático que la acerca a su final y a su culminación, que abre las puertas a la entrada del personaje principal que hará que toda la obra alcance su zenit y pueda iluminar toda la historia anterior para comprenderla y toda la historia futura para mirarla con esperanza. Esto lo tiene muy bien asumido quien ya ha asumido con anticipación el papel que le corresponde: "Yo no soy quien ustedes piensan; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias", decía a quienes podían presentar alguna confusión en el personaje que desarrollaba en la obra. La libertad con la que asumía su rol lo llevaba también a la humildad de reconocer el lugar secundario que le correspondía.

Libertad y humildad son, así, las claves de comprensión perfectas para lograr iluminar correctamente la figura del Bautista. Es una humildad que entendemos ya demostrada desde sus padres, ancianos abandonados totalmente en la providencia de Dios que les hizo el regalo de la paternidad en la ya adelantada ancianidad, por la cual no quisieron dejar marca de sí mismos en el hijo sino, como fue en realidad, resaltar la marca del Dios amoroso y providente, por lo cual permitieron que fuera sustituida la tradición antiquísima de colocar el nombre del padre o de algún familiar cercano a la criatura por la nueva indicación del nombre que había destinado el mismo Dios. Con ello, los padres reconocían la iniciativa de elección de Juan, y renunciaban a la "propiedad" sobre su propio hijo, pues sabían, por todos los portentos que se habían sucedido en su concepción, durante el embarazo y en su nacimiento, que ese hijo de ellos era en realidad de Dios. Al ceder en que su nombre fuera el que Dios disponía y no el que ellos impusieran, dejaban en manos de Dios la "propiedad" de la criatura: "A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: '¡No! Se va a llamar Juan'. Le replicaron: 'Ninguno de tus parientes se llama así'. Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: 'Juan es su nombre'. Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios". Ese niño estaba destinado a algo grande. Dios lo había elegido para sí y sus padres así lo respetaron. Faltaba solo que él mismo asumiera su tarea en la misión que Dios le encomendaba. Y lo hizo perfectamente. La pregunta que se hicieron sus vecinos quedará respondida plenamente al contemplar el desarrollo de su tarea: "Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: '¿Qué va a ser este niño?' Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel". No quedará duda de la relevancia que tendrá la tarea de Juan Bautista. Él se presentará a Israel como el Precursor de Jesús, de quien se declarará indigno de desatar las correas de sus sandalias, quien lo presentará a todos como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", y quien dará testimonio póstumo de la Verdad a la que servirá siempre sin desfallecer rindiéndose a la muerte como seguidor de Cristo "Camino, Verdad y Vida".

martes, 24 de junio de 2014

Juan nace... Empieza la obra de la Salvación

San Juan Bautista, "el mayor de entre los nacidos de mujer", en palabras del mismo Jesús, es un personaje fundamental para la comprensión de la figura del Mesías. Él es quien va preparando los corazones de los hombres para la conversión y la apertura de corazón para poder recibir con buena disposición al que viene a salvar a la humanidad. Es "la Voz que clama: en el desierto, preparen el camino al Señor". Es aquel mensajero que va trayendo la Buena Noticia de la llegada de la salvación: "¡Qué hermosos son los pies del mensajero que trae la Buena Nueva!" Así como fue profetizada la existencia del futuro Redentor, del Esperado de todas las naciones, también la presencia del Bautista es anunciada por los profetas. Se trataba del personaje que venía a hacer de quicio entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, del que lanzaba el puente entre ambas Alianzas, por las que sería restaurado todo lo creado... Es un personaje impresionante, por su concepción, por su nacimiento, por su vida de fidelidad, por su firmeza de carácter, por su servicio a la verdad y a la justicia, por su final martirial con el cual dio el mejor testimonio de Jesús, de su amor y de su redención... Y por lo simbólico de su presencia entre los hombres...

El mismo Juan es signo de que para Dios no hay nada imposible. Tan impresionante es su vida, que sirve al Arcángel Gabriel para ofrecer a la Virgen María en la Anunciación, el testimonio de que lo que le está diciendo no es mentira, que está basado todo en el mismo Dios que ha logrado que su prima Isabel, en su ancianidad, estuviera gestando en su vientre al Precursor... Juan es la prueba fehaciente para María de que lo que el Arcángel dice es verdad. "Ya está de seis meses la que llamaban estéril. Porque para Dios nada hay imposible". Es la prueba que sirve para dar a María el sustento más sólido del Sí que le da a Dios para ser la Madre de su Hijo. "He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mí según tu palabra". Para María no era necesaria la prueba, pues Ella estaba a la plena disposición de Dios. La gestación de Juan Bautista, por Zacarías e Isabel, no hizo más que confirmarla en lo que Ella ya vivía como certeza sólida e irrefutable: El Dios de la historia venía a realizar su salvación "en la plenitud de los tiempos". Y a Ella le estaba tocando ser personaje esencial de esa historia, junto a su prima Isabel y a su hijo Juan...

Juan es el eslabón entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, es el último de los Patriarcas y el primero de los Apóstoles, es el que hace el puente entre la Antigua Alianza y la Nueva en Jesús, es esa Voz que anuncia la llegada del Mesías, es el Mensajero que trae la Buena Nueva... La figura de Juan Bautista es elevadísima. Es quien hace entrar en la vida pública a Jesús, cuando éste viene hasta el Jordán para ser bautizado. No sabemos si Juan y Jesús tuvieron encuentros previos. Probablemente sí. Eran primos, miembros del mismo clan familiar, por lo cual no hubiera sido nada extraño. Pero nada lo confirma. Tampoco hubiera sido extraño que no se hubieran visto previamente, pues cada uno estaba en lugares muy distantes uno del otro. Lo cierto es que al llegar Jesús al Jordán para ser bautizado, Juan lo reconoce inmediatamente y no duda un instante en hacer su presentación: "Ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". No sólo fue Precursor, quien iba abriendo camino a la Palabra de Dios, al Verbo Eterno, en los corazones de los hombres, sino que apenas aparece ante su vista, lo descubre para que todos lo vayan aceptando... Jamás tuvo la tentación de brillar. Todo lo contrario, tenía muy clara su misión: "Detrás de mí viene uno al que yo no soy digno ni siquiera de desatarle las sandalias... Es necesario que Él destaque y que yo disminuya..." Cuando ya está avanzado el ministerio público de Jesús, Juan le envía una embajada de sus discípulos a preguntar a Jesús: "¿Eres tú el que debía venir, o tenemos que seguir esperando a otro?" No dudaba Juan de quién era Jesús. Ya había dado suficientes muestras de que sabía bien quién era. Envía a sus discípulos para que ellos se convenzan, por la misma palabra de Jesús, de su figura de Mesías Redentor, y se vayan con Él... No era su empeño el tener seguidores, sino el de lograrlos para que se fueran con Jesús, quien era el personaje central de toda esta historia...

En todo el santoral de la Iglesia Juan es uno de los únicamente tres personajes a los que se les recuerda en el día de su nacimiento. Los otros dos son Jesús y María. Ya esto nos da una señal de la importancia de su nacimiento. Es "el más grande de entre los nacidos de mujer", por lo cual tiene mucho sentido celebrar su nacimiento. Es quien ofrece a María la prueba irrefutable de que para Dios nada hay imposible. Su nacimiento y los momentos previos de éste, su concepción y su desarrollo, están cubiertos del halo de lo portentoso. Dios actúa así sólo cuando quiere destacar la importancia del momento. El nacimiento del Bautista es el principio de esta historia hermosa de salvación, que es historia de amor entre Dios y los hombres. Juan Bautista es una voz que lanza Dios al mundo, anunciándole que ya está empezando el rescate, que ya esa historia de entrega y de salvación, de tender la mano para sacar del abismo, se ha iniciado. Ya no hay vuelta atrás. Al nacer Juan Bautista, Dios ha iniciado la cuenta atrás de su obra magnifica en favor de los hombres. Que nadie lo dude. Juan Bautista, desde su nacimiento, anuncia la llegada de la salvación de los hombres, de la era de alegría y de recuperación total de la dignidad...

jueves, 15 de mayo de 2014

Tú eres importante para la Salvación del mundo

En la historia de la salvación hay personajes que prefiguran a Jesús, hay quienes profetizan su presencia en el mundo, hay quien es su Precursor y hay quienes anuncian su persona, su palabra y sus obras a los demás. Dios es sabio y se ha encargado de que todos los hombres de toda la historia tengamos la posibilidad de atisbar en el futuro, de experimentar en nuestro presente o de recordar lo que se hizo en el pasado para actualizarlo en nuestro aquí y ahora... Las Sagradas Escrituras están plagadas de personajes, hombres y mujeres, que cumplen alguna de estas funciones para nosotros...

Desde que se inició la revelación en la cual Dios mismo anunció su historia de amor con los hombres, anunciando el envío del "Hijo de la mujer" que pisaría la cabeza de la serpiente, del demonio, ya no hubo un solo momento en nuestra historia en la que no hubiera un gesto, una acción, una palabra de Dios hacia los hombres en los que no expresara claramente su intención salvífica. Aquellas palabras con las que se inicia esta historia de salvación, que habla del diseño de un Plan salvífico en el que Dios se "inmiscuye" en la historia humana haciéndose un actor más en ella, son el punto de arranque de la "historia humana" de un Dios que no quiso desentenderse de la suerte del hombre. En el extremo de lo justo, pudiéramos pensar que para Dios, no teniendo necesidad de nada más que de sí mismo, lo más cómodo, lo menos comprometedor, hubiera sido simplemente hacerse la vista gorda, desentenderse de lo que había creado, e incluso hacer desaparecer aquello que le estaba complicando la existencia. No había sido una "buena inversión" lo que había hecho existir, pues había sido retorcido completamente su plan y no se estaban cumpliendo sus expectativas... Mejor para Él hubiera sido sencillamente quitarse ese peso de encima... Pero esto hubiera desdicho de su esencia infinita, omnisciente, todopoderosa y amorosa... Al ser omnisciente sorprende pensar que todo lo sucedido estaba en la mente de Dios, no como destino cruel y trágico, sino como realidad verificada al crear al hombre con libertad plena como la suya. Al ser todopoderoso sabemos bien que ningún mal podía vencerlo, por lo cual es absurdo pensar que se echara atrás ante lo que plantea un reto a ese mismo poder que posee. Y, lo más importante, al ser infinitamente amoroso, es absolutamente consecuente con ese ser de amor el tender la mano desde el principio para enderezar el entuerto que la libertad donada al hombre había establecido. Quien ama no impide el error eliminándolo. Busca corregirlo ofreciendo un camino alternativo de atracción hacia el bien, presentándolo con ternura y suavidad, de modo que se entienda que en el perdón, en la misericordia y en el ofrecimiento de una nueva oportunidad está la riqueza. Que nunca estará en la obstrucción de la existencia o en la imposibilidad de errar...

Cada uno de los personajes de la historia de la salvación, de alguna manera, nos habla de esta realidad divina. Los Patriarcas, abandonados totalmente en las manos de Dios, siguiendo al pie de la letra su voluntad, sirviendo para conducir al pueblo, nos dan la clave para la comprensión de un Mesías que se pondrá al frente de todo un pueblo -la humanidad entera- para conducirlos a todos al encuentro del Señor en la tierra prometida. Los Profetas, con su palabra y hasta con su propia vida, nos van dando luces de lo que será el Redentor. Dios los toma como sus altavoces para ir diciéndole al pueblo cuáles son sus designios y cuáles son las características del futuro Mesías para que lo reconozcan cuando aparezca. Cada profeta va encendiendo una luz que ilumina la figura del Redentor. En la plenitud de los tiempos sólo faltaba que apareciera el Mesías, pues ya estaban todas las luces encendidas... Los Jueces fueron elegidos por Dios para decidir sobre las situaciones en las que se necesitaba el discernimiento y la sabiduría de los instrumentos elegidos para hacerlo, colocándose siempre del lado de la justicia, protegiendo a los débiles y a los indefensos... El Mesías iba a ser el defensor de los más humildes y sencillos, dejándose llevar exclusivamente por el amor, la piedad y la misericordia... Los Reyes, entre los cuales destaca David, son figura de quien debía regir al pueblo y conducirlo, guiándolo con mano suave, protegiéndolo de los invasores, liderando las batallas... El Mesías será el gran Rey de Israel y de todo el Universo, por cuanto se encargará de gobernar desde el amor, con la autoridad que da el servir a todos por amor, defendiendo a cada uno de los embates del maligno...

Así, ellos eran sin duda, descubridores de lo que sería el Mesías Redentor. Finalmente, al llegar la plenitud de los tiempos, llegó el Mesías esperado. Lo anunció el Precursor, Juan Bautista, quien lo descubrió en medio de la multitud de quienes venían a ser bautizados: "Este es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo", dijo a todos, aclarándole con toda humildad, "Yo no soy quien ustedes piensan; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias". Él era simplemente "la Voz que clama en el desierto", era quien portaba las sandalias del que anuncia la llegada de la paz para todos...

Hoy, todos somos los enviados de Jesús al mundo, para anunciar su Palabra y su amor, siendo testigos de su obra en nosotros. No seremos nunca más que quien nos envía, sino simples instrumentos del amor, con la única dignidad de haber recibido su infinito amor, pero para hacerlo patrimonio común para todos, con lo cual será cada vez más nuestro... "El criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que ustedes saben esto, dichosos si lo ponen en práctica"... Es nuestra tarea, para hacer que se siga avanzando en la historia de la salvación que Dios ha diseñado para el mundo. No podemos permitir que esa historia se estanque. Somos los instrumentos que Jesús quiere usar para hacer llegar la salvación a todos. Somos enviados por Jesús al mundo para darle su amor a los hermanos...